Elecciones presidenciales en Francia

Le Monde Diplomatique
Ignacio Ramonet
11/05/2007

La victoria de Nicolas Sarkozy, el 6 de mayo de 2007, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, con el 53% de los votos, marca un viraje decisivo en la historia de la V República francesa. Porque no se trata de la simple reconducción de la derecha al poder -que ocupó al más alto nivel desde 1958 hasta 1981 y nuevamente desde 1995-, sino de un cambio de gran envergadura.

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El programa del candidato de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) y las fuerzas que optó por congregar a su alrededor marcan una inflexión mayor: reflejan al primer Presidente francés a la vez neoliberal, autoritario, proestadounidense y proisraelí.

La confusión sistemática de una campaña marcada por referencias eclécticas, desde Juana de Arco a Léon Blum, no alcanza para disimular el muy marcado perfil político de Sarkozy. Si bien apela a un voluntarismo gracias al cual el Estado podría "proteger" a Francia y a los franceses, su programa económico y social se nutre de las viejas recetas thactcheristas y privilegia... a los privilegiados. En el mismo sentido, sus alabanzas republicanas no alcanzaron a borrar su visión esencialmente securitaria de la sociedad, en la que simplemente responde con la represión a las reivindicaciones de las categorías populares y la juventud. En una prolongación lógica de esta manera de pensar, sus opiniones sobre los orígenes genéticos de la pedofilia y del suicidio son claramente ilustrativas sobre la eugenesia rampante que lo inspira. Finalmente, a pesar de los esfuerzos que hizo por atenuar el efecto de la bendición solicitada al presidente George W. Bush, no renegó de su voluntad de acercamiento a la política estadounidense, incluso en Oriente Próximo, por no hablar del entierro del referéndum del 29 de mayo de 2005 sobre el Tratado Constitucional de la Unión Europea (1), anunciado mediante un procedimiento parlamentario...

El programa de Sarkozy es importante; la "clientela" que se lo compró no lo es menos. Desde este punto de vista, las grandes maniobras del periodo que separó a ambas vueltas electorales, destinadas a recuperar el electorado centrista de François Bayrou no borran de la memoria los meses de incitación al electorado de extrema derecha de Jean-Marie Le Pen. Con la excusa de "reconvertir" a la democracia a las tropas de este último, el candidato de la derecha hizo suyas las tesis de la extrema derecha: desde la propuesta de crear un Ministerio de la Inmigración y de la Identidad nacional a la recuperación de la consigna "Francia, o se la ama, o se la deja"; desde la caza a los indocumentados incluso en las puertas de las escuelas, a la abolición de la disposición de 1945 que protege a los menores; de la pseudo defensa de aquellos que "se levantan temprano" contra los "que se aprovechan" y los "asistidos"...

Ninguno de sus predecesores había llegado tan lejos para hacerse elegir: conviene medir correctamente la situación antes de celebrar el retroceso electoral del Frente Nacional de Le Pen...

Pero los esfuerzos de Sarkozy y los apoyos mediáticos masivos de los que se ha beneficiado no explican, por sí solos, su éxito. No más que los efectos perversos, verificados una vez más, de la elección presidencial por medio del sufragio universal: personalización, demagogia, voto útil... Pesó sobre todo la ausencia, frente a la derecha y la extrema derecha, de una auténtica alternativa política. Nunca desde 1969 había sido tan escaso el total de los votos de la izquierda en la primera vuelta (36,44%). ¡Y con razón! El Partido Socialista se dejó imponer por las encuestas una candidata, Ségolène Royal, que por cierto logró borrar el traumatismo de 2002, pero sin ofrecer a las fuerzas populares una perspectiva movilizadora. Aun más cuando a su lado, el Partido Comunista, la extrema izquierda y los ecologistas no se unieron para prolongar tanto las grandes movilizaciones sociales por la defensa de la Seguridad Social como de las jubilaciones; el envión del "No" en el referéndum del 29 de mayo de 2005 y la cólera de los suburbios. Más allá de las peleas de aparato y de personas, el centro de la cuestión es en primer lugar la incapacidad de pensar una política anticapitalista a la escala de Francia y de Europa.

Es sobre el terreno que hay que empezar a reconstruir, y sin demora. Porque si ganan las elecciones legislativas de junio próximo, la derecha y la extrema derecha en el poder intentarán hacer pasar por la fuerza su política de destrucción social: contrato de trabajo único a imitación del CNE (Contrato Nuevo Empleo); incremento del tiempo de trabajo; obligación de actividad a cambio de las protecciones sociales mínimas; limitación del derecho de huelga; rotura del Código del Trabajo; supresión de los derechos de sucesión y, por medio del "escudo fiscal", supresión del impuesto a las grandes fortunas; mayor desmantelamiento de los servicios públicos, de la protección social y de las jubilaciones; disminución progresiva del presupuesto de sanidad; no reemplazo de uno de cada dos funcionarios que se jubilen; liquidación del mapa escolar; nuevos cuestionamientos sobre las jubilaciones; caza a los inmigrantes, con el agregado de un llamamiento a la mano de obra "elegida" del Sur; relanzamiento de la Europa liberal
y apoyo a la política estadounidense...

2 comentarios:

cristian dijo...

Tipico comentario que cabe esperar de un medio de comunicación fanáticamente izquierdista, frente a una derrota contundente. A falta de hidalguía, el socialismo intenta desprestigiar, sin pruebas, al vencedor que lo derrotó una vez más.

navegante dijo...

No es tanto por el “Izquierda”, sino más bien que este es un mundo de patócratas.

Del artículo del Dr. Andrew M. Lobaczewski, Ph.D. en psicología:

"La Patocracia es una enfermedad de grandes movimientos sociales seguidos por sociedades enteras, naciones e imperios. En el curso de la humanidad, ha afectado movimientos sociales, políticos y religiosos así como ideologías acompañantes... y volviéndolos en caricaturas de sí mismos... Esto ocurrió como resultado de la... participación de agentes patológicos en un proceso similar patodinámico. Eso explica porqué todas las patocracias del mundo son, y han sido, tan similares en sus propiedades esenciales.

...Identificar este fenómeno a través de la historia y calificándole apropiadamente de acuerdo a su verdadera naturaleza y contenido- no de acuerdo a la ideología en cuestión, que sucumbió al proceso de caricaturación- es un trabajo para los historiadores [...]

Las acciones de la [patocracia] afecta una sociedad entera, comenzando por los líderes e infiltrando cada pueblo, negocio e institución. La estructura social patológica cubre gradualmente el país entero creando una "nueva clase" dentro de la nación. Esta clase privilegiada [de patócratas] se siente permanente amenazados por los "otros", i.e. por la mayoría de las personas normales. Tampoco los patócratas entretienen ningunas ilusiones acerca de su destino personal si llegara a haber un retorno al sistema del hombre normal."

Chocante en sus descripciones de sobra de la verdadera naturaleza del mal, conmovedora de más en los pasajes literarios donde el autor revela el sufrimiento vivido por sus investigadores quienes fueron contaminados o destruidos por la enfermedad de la cual estaban estudiando, el libro de Ponerología es un libro que debería ser lectura requerida por cada ciudadano de cada país que clama una moral o fundación humanística. Porque es una certeza que la moralidad y el humanismo no pueden soportar las predaciones del Mal. El Conocimiento de su naturaleza, como crea sus redes y se disemina, qué tan insidiosa es su abordaje astuto, es el único antídoto.

Más información en http://quantumfuture.net/sp/pages/PP_PP.html y ponerologia.blogspot.com