Paul Craig Roberts dice: "Hoy somos todos prisioneros"

Laura Knight-Jadczyk
Sott.net
Traducción SDLT
27/12/07

Hoy leí el nuevo ensayo de Paul Craig Roberts sobre la situación de Estados Unidos. Yo no hubiera podido decirlo mejor, aunque sí ya había mostrado que el 9/11 fue un trabajo interno y Roberts está teniendo dificultades para llegar a eso.

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Roberts expone con una consistente claridad que:

La libertad y la democracia en los EE.UU. se han reducido a listas de
prohibición de vuelo, a espionaje sin autorización, a arrestos sin permiso ni
pruebas, a la detención permanente a pesar de la protección constitucional del
habeas corpus, a la tortura a pesar de la prohibición en contra de la
auto-incriminación… La lista continúa indefinidamente.

[...]

Oficiales de gobierno de ayer y hoy, con autorizaciones de seguridad
ultra secretas, no pueden tomar un avión con un tubo de dentrífico o una botella
de agua, aunque se carezca de pruebas que demuestren que las medidas extremas
expuestas por “la seguridad de los aeropuertos” hagan que volar sea más seguro.

Se revisa a ancianos estadounidenses con bastón y a madres jóvenes con
niños porque la Seguridad Nacional de los EE.UU. no es capaz de diferenciar a un
ciudadano estadounidense de un terrorista.

Todos los estadounidenses deberían tomar consciencia de las implicaciones siniestras de la incapacidad de la Seguridad Nacional para distinguir entre un ciudadano estadounidense y un
terrorista.

Una vez que la Seguridad de los Aeropuertos no puede diferenciar entre un general de la Marina estadounidense con Medalla de Honor y un terrorista, los estadounidenses tiene toda la información que deben saber.

A continuación señala que:

Esta situación engorrosa, que hoy en día puede tocarle a cualquier
estadounidense, es la recompensa por nuestra estupidez, nuestra indiferencia,
nuestra credulidad, nuestra falta de compasión por nadie más que nosotros
mismos.
En realidad es más que eso: es nuestra falta de CONOCIMIENTO. Y me refiero a conocimientos específicos que necesitamos tener acerca de la psicología humana y que revelan la presencia de individuos patológicos en nuestra sociedad que son, desde siempre, la fuente de los males que nos ocurren, incluyendo también la estupidez, indiferencia, credulidad y falta de compasión. Cualquiera que haya leído La Doctrina del Shock de Naomi Klein puede figurarse qué se ha hecho en los últimos 50 años con las técnicas de lavado de cerebro diseñadas en los laboratorios secretos del gobierno.

Pero Roberts no va a llegar a eso tampoco. De hecho, se le envió una copia del libro Ponerología Política de Andrzej Lobaczewski y su comentario, después de leerlo, fue:

Pienso que es un tema para especialistas y no uno que el público en general y
los editores puedan entender.
Pero, ¿qué pasa? ¿Por qué Roberts se queja, por un lado, de la situación engorrosa de norteamérica a causa de nuestra "estupidez, nuestra indiferencia, nuestra credulidad, y nuestra falta de compasión para nadie más que para nosotros mismos", y, por otro lado, le niega a los estadounidenses un conocimiento absolutamente esencial para ayudarlos a entender contra qué se están enfrentando, y qué medidas deben tomar; ¿la Verdad que puede liberarlos?.

De hecho, es el conocimiento lo que podría liberar a Roberts de sus ilusiones, esas a las que sigue aferrado como si fuera un hombre ahogándose. ¿No entiende que la ideología que seguía era sólo una historia encubierta y los miembros del partido a los que le dió los mejores años de su vida eran corruptos como se está evidenciando ahora? Roberts sufría un particular problema muy correctamente descripto por Lobaczewski:

Es común que una asociación o grupo ponerogénico contengan una ideología
particular que siempre justifique sus actividades y suministre propaganda
motivacional. Hasta la banda más pequeña de rufianes posee su propia ideología
melodramática y su romanticismo patológico. La naturaleza humana exige que se le
coloque una aureola a los asuntos viles con una mística por demás compensatoria
para poder silenciar la conciencia moral de uno y para engañar al monólogo
interior y las facultades críticas, ya sean las propias o las de los demás.

Si se pudiera despojar de su ideología a tal unión ponerogénica, no
quedaría nada excepto la patología psicológica y moral, desnuda y carente de
atractivo. Esa separación provocaría, por supuesto, una “indignación moral”, y
no únicamente entre los miembros de la unión. El hecho es que, incluso la gente
normal, que condena este tipo de unión junto con sus ideologías, se siente
herida y privada de algo que constituye parte de su propio romanticismo, de su
modo de percibir la realida, cuando un grupo muy idealizado es expuesto como
poco más que una banda de criminales. Quizás algunos lectores de este libro se
resientan de la manera en que el autor separa el mal, de todos sus motivos
literarios, tan poco ceremoniosamente. El trabajo de tal “strip-tease” puede
resultar mucho más difícil y peligroso de lo que se cree.

De hecho, el propio Roberts nos muestra cuán dificultoso es correr el velo que oculta a la bestia bajo una Máscara de Cordura. La pregunta es: ¿por qué? ¿Será que Roberts se podría sentir "herido y privado de sus propios ideales románticos" y tendría que hacer frente a la más fría y dura realidad que alguna vez haya encarado? ¿Será que no puede enfrentar su conciencia moral, que él fue parte del mal que ahora deplora?.

No conozco la respuesta. Sólo espero que despierte muy pronto de la ilusión -y muchas otras personas también- porque se requerirá de todo lo que puedan hacer aquellos que finalmente vean para salir de este desastre, si es todavía posible después de tanto tiempo. Sólo para enfatizar cuán cerca estuvo de comprender realmente las cosas justo antes de que se desviara para la izquierda o la derecha evitando encarar la verdad, leamos lo siguiente:
Sólo seis miembros de la Cámara votaron en contra de una ley tiránica que podría
destruir la libertad de expresión y agrupamiento y exigir 18 meses de audiciones
congresales para descubrir a estadounidenses con visiones “extremistas”, que
luego podrían ser arrestados preventivamente.
¿No es eso suficiente para alertarlo del hecho de que aquí estamos tratando con un fenómeno extremo?. Luego escribe:

¿Qué mejor indicativo de que la Constitución de los EE.UU. ha perdido su
autoridad, cuando los representantes electos más cercanos al pueblo votan un
decreto que permite que la Carta de Derechos sea reemplazada por la opinión
subjetiva de miembros de una “comisión de creencias extremistas” y burócratas de
la Seguridad Nacional?
Por el amor de Dios, Paul, ¿no lo entiende?. No es una indicativo de que la Constitución ha perdido su autoridad. Es el indicativo de que el país ha sido completamente tomado por criminales patológicos que tramaron las cosas mucho tiempo atrás para lograr exactamente esto, paso a paso. Han estado operando en las sombras por años, creando ramificadas redes de trabajo de malvada complicidad, preparando los dominos para la caída, ¡y ahora es un hecho consumado!. Es lo que es: ¡una patocracia!. Paul, si está leyendo esto, por favor note lo siguiente, note la exactitud de la descripción con los acontecimientos de la actual situación:

La patocracia en la cima de la organización gubernamental tampoco constituye el
marco entero del “fenómeno maduro.” Un sistema de gobierno así no tiene adónde
ir más que hacia abajo. Cualquier posición de liderazgo –inclusive la del
alcalde de un pueblo y los gerentes de una cooperativa comunitaria, por no
mencionar a los directores de cuerpos policiales, ni a personal policial de
servicios especiales, ni a activistas en el partido patocrático– /debe ser
ocupada por individuos cuyo sentimiento de unión con tal régimen está
condicionado por las deformaciones psicológicas correspondientes, que de
costumbre se heredan. No obstante, dichas personas se vuelven más valiosas
porque constituyen un pequeño porcentaje de la población. No se puede tener
encuenta su nivel intelectual ni sus aptitudes profesionales, ya que la gente
que presenta capacidades superiores y que además cumple con el requisito de las
deformaciones psicológicas es aun más difícil de encontrar. Después de que un
sistema así haya durado ya varios años, un cien por cien de los casos de
psicopatía de base se ven involucrados en la actividad patocrática; se los
considera como leales, si bien de un modo u otro, algunos de entre ellos antes
estaban involucrados en grupos con ideas opuestas.

Bajo tales condiciones, ningún área de la vida social puede desarrollarse normalmente, ya sea a nivel económico, cultural, científico, tecnológico, administrativo, etc. La patocracia lo paraliza todo progresivamente.

[...]

Aquellas personas que en un comienzo encontraban atractiva la ideología original, pasan a darse cuenta finalmente de que en verdad están tratando con otra cosa. El
desencanto que experimentan estos primeros impulsores ideológicos es
extremadamente amargo.

[...]

El fenómeno de la patocracia madura durante este período: se construye un sistema de adoctrinamiento extensivo y activo, con una ideología adecuadamente restaurada que constituye el vehículo del caballo de Troya para el proceso de patologización del pensamiento de individuos y de la sociedad. El propósito nunca se admite: forzar mentes humanas para incorporar métodos experimentales patológicos y modelos de pensamiento, y consiguientemente aceptar dicho mandato.

[...]

La siguiente pregunta se sugiere entonces a sí misma: ¿qué pasa si la red de trabajo del entendimiento entre psicópatas alcanza el poder en cargos de gobierno con
exposición internacional? Esto puede ocurrir, especialmente durante las últimas
fases del fenómeno. Incitada por su carácter, dicha gente sólo está sedienta de
eso, si bien representaría un conflicto con sus propios intereses de vida… No
entienden que eso podría resultar en una catástrofe. Los gérmenes no son
conscientes de que serán quemados vivos o bien enterrados bajo tierra junto con
el cuerpo humano al cual están causando la muerte.

Las acciones de [la patocracia] afectan por completo a la sociedad, comenzando por los líderes e infiltrándose en cada pueblo, negocio e institución. La estructura patológica social cubre poco a poco al país entero creando una “nueva clase” dentro de la nación. Esta clase privilegiada se siente permanentemente amenazada por los
“otros”, es decir, por la mayoría compuesta por gente normal. Los psicópatas tampoco alimentan ilusiones acerca de su destino personal en el caso de que llegase a haber un retorno al sistema del hombre normal.

Una persona normal que se ve privada de privilegio o de un cargo elevado se las arregla realizando algún tipo de trabajo que le permita ganarse la vida; pero los
patócratas nunca poseyeron ningún talento práctico, y el lapso de tiempo de su
mandato ha eliminado todo tipo de posibilidades residuales de adaptarse a las
exigencias del trabajo normal. Si la ley del hombre normal fuera restablecida,
ellos y sus semejantes estarían sujetos a juicio, incluyendo el sometimiento a
una interpretación moralizante de sus deformaciones psicológicas; estarían
amenazados por la pérdida de su libertad y vida, y no solamente la de un cargo o
privilegio. Ya que son incapaces de tal sacrificio, la supervivencia de un
sistema mejor para ellos se convierte en una idea moral. Se debe luchar contra
tal amenaza sirviéndose del ingenio psicológico y político y de la falta de
escrúpulos para con esa otra gente de “calidad inferior.”

[...]

La patocracia sobrevive gracias al sentimiento de estar siendo amenazada
por la sociedad de gente normal, así como por otros países en donde persisten
diversas formas del sistema del hombre normal. Para los gobernantes, entonces,
el permanecer o no en la cima es el problema clásico de “ser o no ser”.

Podemos entonces formular una pregunta más cautelosa: ¿puede tal sistema
renunciar alguna vez a la expansión territorial y política exterior y
conformarse con sus posesiones actuales?. ¿Qué ocurriría si resultara una
situación que confiriera la paz interior, el orden correspondiente y una
prosperidad relativa dentro de la nación?.

La mayoría abrumadora de la población del país –dado que es normal- haría un uso hábil de las posibilidades emergentes, sacando provecho de sus aptitudes superiores para luchar por una libertad de acción en constante aumento. Gracias a que constituyen un número más alto, habría una tasa de nacimiento mayor de su tipo, y su poder aumentaría.

Esta mayoría se reuniría con algunos hijos de la clase privilegiada que no
habrían heredado los genes psicopáticos. El dominio de la patocracia se
debilitaría sin parar, llevando finalmente a una situación en la cual la
sociedad de gente normal recobraría el poder. Para los psicópatas esta es una
visión conocida y de pesadilla.

Por lo tanto, la destrucción biológica, psicológica, moral y económica de esta mayoría de gente normal se convierte para los patócratas en una necesidad “biológica”. Muchos medios sirven para este fin, comenzando por los campos de concentración e incluyendo la guerra contra un enemigo obstinado y bien armado que devastará y debilitará el poder humano que se le arroje, a saber el mismo poder que pone en peligro el gobierno de los patócratas: los hijos del hombre normal enviados a luchar por una “causa noble” ilusoria. Una vez muertos con toda seguridad, los soldados serán decretados inmediatamente después, héroes dignos de ser venerados, algo útil para levantar una nueva generación fiel a la patocracia y por siempre dispuesta a morir con tal de protegerla.

Caulquier batalla emprendida por una nación patocrática tiene dos frentes, el interno y el externo.
Como Roberts escribió:

Está claro que la mayor amenaza para los estadounidenses es el gobierno de
Washington.
Sólo deseo que despierte por completo y empiece a trabajar en la solución: la educación de las masas en cuanto a qué se están enfrentando en términos que puedan entender: pervertidos patológicos han tomado el sanatorio. Nosotros no tenemos que ser prisioneros si entendemos la naturaleza de la prisión y de los carceleros.

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