Sarkozy: un sionista extraordinario

Khalid Amayreh
Traducido por S. Segui
Rebelión / Thepeoplesvoice
21/02/08

¿Es acaso el presidente francés, Nicolas Sarkozy un sionista extraordinario? Su comportamiento hasta ahora así parece indicarlo.

Se ha podido leer en los medios que la semana pasada Sarkozy afirmó que no estrecharía la mano de nadie que no reconociese a Israel como Estado judío. La gravedad de esta afirmación es bien real, toda vez que aceptar que Israel es un Estado exclusivamente judío equivale a confirmar y abrazar el racismo en su forma más fundamentalista. Equivale a afirmar que Francia pertenece exclusivamente a los católicos y que los ciudadanos franceses no católicos deberían aceptar su estatuto inferior de ciudadanos de segundo orden, que eventualmente podrían llegar a tener que escoger entre abrazar el catolicismo o ser expulsados.

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Asimismo, Sarkozy sugirió recientemente que Francia no asistiría a una conferencia antirracista que está previsto que se celebre este mismo año en Africa del Sur si en ella se ataca el apartheid israelí.

Pues bien, señor Sarkozy, ¿de qué modo piensa usted que los pueblos del mundo deben abordar el apartheid israelí? ¿Deberían unirse a los cánticos religiosos judíos y glorificar la limpieza étnica que Israel ha estado llevando a cabo con los nativos palestinos desde el mismo momento de su espurio nacimiento hace casi 60 años?

O quizás afirme usted que no hay apartheid en Israel. Pero una afirmación tan desvergonzada como ésta sólo puede ser expresión bien de una ignorancia clamorosa, bien de una igualmente clamorosa falta de rectitud, toda vez que el apartheid que ha impuesto Israel a los palestinos es una verdad evidente que ya nadie discute.

Además, ¿acaso no ve usted la televisión?, ¿no lee la prensa francesa e israelí?, ¿no le transmiten sus diplomáticos destacados en Israel la imagen real? Y qué decir de las docenas de intelectuales israelíes, personas dotadas de conciencia y moralidad, como el ex presidente del Parlamento israelí Avraham Burg, que ha descrito con todo detalle el apartheid y los crímenes israelíes.

Señor Sarkozy: si ignora usted estos hechos tan evidentes estamos ante un auténtica desastre. Y si los conoce pero insiste el otorgar a Israel el beneficio de la duda, estamos ante una calamidad aún mayor. Es muy triste, señor Sarkozy. Muy, muy triste.

Y le pregunto, ¿prevé usted asistir a las ceremonias de celebración del 60 aniversario de Israel?

Esto sería aún más lamentable, toda vez que la celebración del aniversario de la fundación de Israel, especialmente cuando el problema palestino se agrava cada día que pasa, equivale a celebrar el triunfo del racismo, la limpieza étnica y el genocidio.

Equivaldría a celebrar la llegada al poder en Alemania del Tercer Reich. Sí, señor Presidente, las similitudes son evidentes.

En la Alemania nazi se repetía el perverso mantra de la raza superior, mientras que aquí en Israel tienen el mantra, igualmente diabólico, del pueblo elegido.

En la Alemania nazi, se manejaba el concepto del Untermensch –el hombre inferior—, y aquí en Israel tenemos el de goyim –los no judíos— cuyos derechos y vidas se consideran material fungible.

En la Alemania Nazi, se manejaba la noción de Lebensraum –espacio vital— y en Israel se afirma que los judíos deben tener algún lugar para vivir, lo que no es sino un eufemismo para despojar a los palestinos de su tierra y expulsar de su entorno ancestral a este pueblo sumido en la impotencia, todo ello a mayor gloria del nacionalismo judío, un nacionalismo que tiene más en común con el Mein Kampf de Hitler que con la Torah de Moisés.

Señor Sarkozy: al optar por apoyar el sionismo e identificar a su gobierno con las políticas y prácticas israelíes de cariz nazi está usted traicionando en la práctica los principios de la República Francesa.

Y le preguntamos: ¿sigue usted realmente comprometido con la libertad, la igualdad y la fraternidad? Si es así, es evidente que está traicionando estos principios.

En Israel no hay libertad para los cinco millones de palestinos, que están siendo tratados como hijos de un Dios menor, y cuyos hijos están siendo asesinados porque son no-judíos, cuyos hogares están siendo demolidos porque son no-judíos, y cuya tierra les está siendo arrebatada porque son no-judíos.

En Israel no hay libertad para los palestinos. En su lugar, hay grandes muros, campos de internamiento, controles y bloqueos de carretera, carreteras de circunvalación y encarcelamiento en masa y un sistema judicial peor que una casa de lenocinio.

En Israel no hay igualdad porque el Estado pertenece a una de las partes que componen su ciudadanía, es decir, a los judíos, y si no eres judío vas a tener que confiar en la buena fe y magnanimidad de la raza superior.

¡Y qué decir de la fraternidad! Fraternidad y sionismo son términos que no pueden ni deben usarse en una misma frase. Son conceptos contradictorios, por cuanto la fraternidad es integracionista y universalista mientras que el sionismo es segregacionista y particularista. En pocas palabras, la fraternidad y el sionismo son una contradicción en los términos.

Señor Sarkozy: me he decidido a escribirle este artículo porque existe una auténtica contradicción entre los principios de la República Francesa, que todos amamos y respetamos, y el comportamiento político que usted tiene.

Nadie, ni siquiera los palestinos, pide que Francia corte sus relaciones con Israel, pero unos políticos y hombres de Estado rectos no deberían dudar en llamar las cosas por su nombre, aunque hacerlo resulte políticamente incorrecto.

Sin embargo, usted se ve seriamente impedido de reconciliar los principios de su país de libertad y justicia con el apoyo ilimitado de su gobierno a Israel, a pesar del hecho de que Israel esté convirtiendo en remota e irreal la posibilidad de paz en Oriente Próximo con su política de asentamientos en Cisjordania y el Jerusalén árabe y con su estrechamiento de los horizontes palestinos y el asesinato de familias palestinas enteras, todo ello bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo.

Señor Sarkozy: si lo que Israel está haciendo es correcto, entonces dígalo abiertamente, ajustándose a la imagen que usted ha proyectado de sí mismo como hombre honrado. Pero si estas acciones son incorrectas y van en detrimento de la causa de la paz, entonces, por favor, no guarde silencio y, aún más importante, no dé a los líderes israelíes la impresión de que los apoyará con razón o sin ella.

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