AFRICOM y el alcance de las corporaciones estadounidenses

John Lasker
Rebelión / Revista Pueblos
13/03/08

AFRICOM es el acrónimo que designa el nuevo puesto de control que el ejército de los Estados Unidos espera establecer en algún lugar del África subsahariana. Según declara la Casa Blanca, AFRICOM estará dedicado exclusivamente a África y buscará fomentar la seguridad regional y potenciar los esfuerzos humanitarios.

Se ha determinado que AFRICOM se establezca y sea operativo en algún lugar del continente alrededor de septiembre de 2008, como fecha límite - así lo autorizaba el presidente Bush la pasada primavera-. El problema es que ninguna nación africana ha dado el visto bueno todavía para que Estados Unidos establezca una base militar que pueda albergar a centenares de personas, entre soldados y personal militar; además actualmente se está produciendo un debate en el Congreso de los Estados Unidos para decidir si AFRICOM debe pisar alguna vez suelo africano.

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No hay ninguna duda de que AFRICOM ha sido siempre una cuestión controvertida, debido en parte al trágico fracaso de pasadas aventuras militares estadounidenses. Además, los africanos creen firmemente que el interés de los Estados Unidos por sus recursos naturales está creciendo cada vez más, como ocurre con otras naciones, véase China. En los Estados Unidos, la oposición al establecimiento de AFRICOM está creciendo cada vez más. TransAfrica Forum, un grupo de expertos de Washington, ha pasado a la ofensiva diciendo que AFRICOM no es más que otra herramienta del presidente Bush para avanzar su “agenda corporativista” en África. El actor Danny Glover, el presidente actual de TransAfrica Forum, dijo durante una entrevista en la radio, que AFRICOM será utilizado como “una amenaza, ya que no es más que una técnica, un mecanismo para mantener a la gente a raya y mantener a las naciones bajo control. Así su mera presencia es una amenaza para la democracia, la soberanía y la independencia del continente mismo.”

Hay un ancho espectro de opiniones sobre AFRICOM. “No vamos allí sólo por el petróleo, simplemente porque no somos tan malvados. Es un argumento estúpido,” dice Thomas P.M. Barnett, autor de bestsellers y experto militar que escribe para el New York Times pronosticando futuros conflictos globales. “Vamos para crear mejores gobiernos, desarrollar a la gente, crear empleos, crear estabilidad.”

Básicamente, Estados Unidos tiene grandes planes para establecer “el gran renacimiento africano”, dice Barnett, quién viajó a Etiopía y a Kenia el pasado verano para visitar algunas bases militares estadounidenses recién establecidas.

La Casa Blanca, sin embargo, no habla mucho de sus planes sobre AFRICOM con aquéllos que deberían estar enterados, según comenta un miembro prominente del Congressional Black Caucus – un grupo de representantes negros en el Congreso de los Estados Unidos. Muchos líderes africanos han declarado públicamente que los Estados Unidos jamás les han consultado sobre AFRICOM. Lo mismo ocurre con los funcionarios negros de Capital Hill, dice Noelle LuSane, una portavoz del congresista Donald Payne del distrito de New Jersey, presidente del Subcomité de la Casa África. “Nadie le ha consultado sobre AFRICOM”, afirma LuSane. Cuando el congresista Payne leyó sobre la idea en un periódico, “se quedó totalmente sorprendido”.

La Casa Blanca reivindica que AFRICOM es también un paso más contra el auge del islamismo radical en África. Se estima que el Islam es la religión mayoritaria en el continente con el cristianismo en un cercano segundo lugar. El TransAfrica Forum, sin embargo, no cree que el fundamentalismo islámico se esté extendiendo tan rápidamente. “[El islamismo radical] no es ni siquiera proporcionalmente el mayor problema del continente”, dice Nicole Lee, la directora de este grupo de expertos. Por otro lado Lee asegura que la mera presencia de AFRICOM en tierras africanas ayudará a las corporaciones estadounidenses a asegurarse la mejor estrategia y a intimidar a otras naciones desesperadas por recursos. Además de petróleo africano, que aproximadamente alcanza el 19 por ciento del consumo anual de los Estados Unidos, muchas multinacionales de origen estadounidense tienen concesiones con gobiernos africanos en lo que concierne a diamantes, oro, cobre, uranio y madera, por sólo nombrar unos cuantos.

Sin embargo la carrera por los mega-beneficios africanos no sólo se centra en los recursos naturales. Al igual que está ocurriendo ahora en Irak, muchas "corporaciones militares privadas" estadounidenses están beneficiándose de miles de millones de dólares destinados a la ayuda internacional provenientes de los fondos de mantenimiento de la paz de la ONU. Lee expone el caso de DynCorp Internacional, la empresa que dirige el ejército de Liberia desde hace dos años.

Tanto ellos como el ejército de los Estados Unidos reciben peticiones para proveer defensa aérea para la población civil. Pero lo que muchos no conocen es la cantidad de millones que tanto DynCorp como Pacific Architects and Engineers (dirigida actualmente por el gigante contratista de defensa Lockheed Martin) han recibido para entrenar y proveer logística militar a miles de integrantes de las fuerzas de mantenimiento de la paz de la Unión Africana, algunos desplegados en Darfur. “¿Deberían estar allí estas compañías militares privadas ejecutando políticas extranjeras? Decimos ‘no, de forma absoluta’,”, dice Lee. “Los contratistas militares privados estadounidenses no están encargados de proteger a la gente, sólo de proteger el balance final de sus empresas.”

Guerras por los recursos

Cuando se piensa en un enorme desastre militar estadounidense en el continente, lo que más a menudo se nos viene a la mente son trágicas imágenes de helicópteros Black Hawk estrellados y cuerpos mutilados en las calles de Mogadiscio.
Sin embargo un grupo de periodistas e investigadores independientes relatan como el ejército de los Estados Unidos estuvo envuelto en otra pesadilla africana en la década de los 90, que ha pasado mayormente desapercibida por los principales medios de comunicación estadounidenses, y por lo tanto por la mayoría de los estadounidenses. Aquéllos familiarizados con las guerras civiles y las invasiones que implicaron a la República Democrática del Congo (RDC) durante la última década, informan sobre una situación que se tornó en lo que muchos llamaron “gratis para todos”. Fueron una serie de conflictos que permitieron al vecino de la RDC, Ruanda, junto con su ejército, algunas milicias con apoyo ruandés y unas cuantas corporaciones multinacionales mineras, a desplazarse a las regiones montañosas del este de la RD del Congo y extraer oro, cobre, uranio y otros metales exóticos de la manera más barata mientras el caos irrumpía a lo largo y ancho del país. De acuerdo con el periodista investigador Wayne Madsen, ayudando al ejército ruandés y a sus milicias a invadir a la RDC estaban las fuerzas especiales de los Estados Unidos, algunos operativos de inteligencia y ciertas Compañías Militares Privadas. El motivo que se esgrimía para justificar la invasión era que Ruanda podía contrarrestar así a los Hutus, que habían masacrado a cientos de miles de Tutsis en Ruanda durante el genocidio de 1994 y que habían escapado al este de la RDC. Sin embargo, periodistas independientes como Madsen sugieren que el problema “Hutu” era realmente una artimaña.

En 2001, Madsen testificó delante del Congreso de los Estados Unidos. Este testimonio muestra cómo el ejército de los Estados Unidos ha estado profundamente implicado en algunas inquietantes actividades africanas. En 1996, afirma Madsen, un oficial del Pentágono declaró al subcomité de la Cámara de Representantes que el ejército de los Estados Unidos estaba entrenando y preparando al ejército ruandés para invadir a la RDC - ésta fue la primera invasión. En 1998, el Pentágono se vio forzado a admitir que el U.S. Army Rwanda Interagency Assessment Team (RIAT) – Equipo de Evaluación de los Estados Unidos especialmente concebido para evaluar la eficacia de los entrenamientos militares de los soldados y oficiales ruandeses – compuesto por veinte hombres estuvo trabajando en Ruanda durante la segunda invasión del Congo, testificó Madsen.

Madsen, citando a la inteligencia francesa y a algunos curas católicos romanos que estuvieron en el este de la RDC durante la primera invasión, contó al Congreso que "había razones para creer" que tropas ruandesas masacraron a centenares de Hutus y a un pequeño número de curas católicos hutus.

En adición a los hallazgos de Madsen, algunos investigadores de Humans Right Watch descubrieron en 1995 que el Pentágono había contratado los servicios de la Ronco Consulting Corporation para operar en Ruanda. Ronco, una compañía conocida por la eliminación de minas en zonas de guerra, estaba distribuyendo equipamiento militar, explosivos y vehículos blindados al ejército ruandés, estando Ruanda bajo un embargo militar impuesto por la ONU.

Durante la primera invasión de la RDC, además de perseguir a los Hutus culpables de haber tomado parte en el genocidio ruandés, Madsen declaró que Ruanda deseaba también derrocar al líder de entonces de la RDC, el Presidente Mobutu, que apoyaba a los Hutus pero que claramente no apoyaba las pretensiones mineras occidentales en su país.

En un revelador informe titulado “El Panel de Expertos informa sobre la Explotación Ilegal de los Recursos Naturales y Otras Formas de Riqueza de la RD del Congo", la ONU desvela como el ejército ruandés y sus milicias obtuvieron millones de dólares sacando minerales y metales fuera de la RDC. Durante la segunda invasión de Ruanda a la RDC a finales de 1998, tanto la ONU como muchos periodistas independientes, descubrieron que Ruanda, una vez más, no iba tras los "genocidas" que habían cometido las masacres de 1994.

Según la ONU y otras fuentes, el ejército de Ruanda y sus milicias utilizaron violaciones y torturas como arma para forzar a locales y a niños a trabajar en las minas como mano de obra barata. “Desde el principio los ruandeses tenían un motivo: apoderarse de las masivas riquezas minerales del Congo, tomar la mina de coltán en la que me encuentro ahora mismo y mil más como ésta y vendérnoslas a nosotros, expectantes, que cuando aparece la noticia sobre esta guerra en nuestras pantallas, rápidamente cambiamos de canal con nuestro mando a distancia relleno de coltán”, escribió Johann Hari, un periodista británico.

La mayoría del coltán de la RDC transportado ilegalmente por ruandeses acabó en manos de compradores extranjeros, que lo distribuyeron a la floreciente industria de los teléfonos móviles y a Sony para el lanzamiento de la PlayStation 2. “En 1998, el coltán se valoraba en 20 dólares por libra. Hacia finales de 2000, valía más de 200 dólares por libra”, escribió para Z magazine, David Barouski, investigador del African Affairs y estudiante de ciencias políticas en la Universidad de Wisconsin-Oshkosh. “Los precios se dispararon debido a la fuerte demanda de las industrias electrónicas, de defensa y aeroespaciales. Durante los años 1998 y 2001, los Estados Unidos fueron los mayores importadores del mundo de coltán.”

Durante los últimos años, muchas corporaciones han rechazado el coltán que viene de la zona de África Central. “Sin embargo esto puede ser un caso de demasiado poco y demasiado tarde. Mucho del coltán ilegalmente extraído del Congo se encuentra ya en ordenadores portátiles, teléfonos móviles y aparatos electrónicos repartidos por todo el mundo”, escribió un oficial de la ONU.

Como vemos, la implicación del ejército de los Estados Unidos en la región indirectamente ayudó a las compañías multinacionales a saquear minerales y metales. Tanto AFRICOM como cualquier presencia militar estadounidense probablemente haría más daño que bien en una región donde los Estados Unidos y la política corporativa a menudo priorizan los beneficios sobre los derechos humanos.

John Lasker es un periodista autónomo de Columbus, Ohio. Este artículo ha sido publicado originalmente en Toward Freedom.

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