Cinco mil años de cultura robados a Bagdad

Malcom Lagauche
Uruknet/Rebelion.org
Traducido por Beatriz Morales Bastos
18/03/08

Cuando vi las primeras fotos de Bagdad bombardeado durante la fase de “conmoción y pavor” del ataque ilegal a Iraq de 2003, me entristecí. Durante milenios la ciudad ha soportado guerras, ocupaciones, saqueos, desastres naturales y liberaciones. Esta vez, sin embargo, era diferente. Yo sabía que Bagdad iba a cambiar de una manera infame que costaría décadas de recuperación para volver a ser la ciudad que un día fue.

Bagdad es la ciudad en la que el género humano desarrolló el comercio hace miles de años. La ciudad ofreció un sistema monetario mucho antes que otras culturas.

La ciencia floreció en Bagdad hace 5.000 años. Por ejemplo, los arqueólogos han descubierto planisferios de aquella época que muestran Júpiter con cuatro lunas. Ningún ser humano tiene la suficiente agudeza visual como para ver las lunas de Júpiter sin un telescopio. Los científicos de entonces inventaron el telescopio, reinventado por Galileo más de cuatro mil años después.

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Los arqueólogos también han descubierto el uso de la electricidad en Bagdad hace 5.000 años. Los objetos generaban electricidad para usarla en monedas chapadas de oro. Los chinos de aquella época también usaban formas rudimentarias de electricidad. ¡Y después hablan de Benjamin Franklin!

Las artes y los deportes florecieron en el Bagdad antiguo. De hecho, el artefacto más antiguo que describe la lucha se fue descubierto en 1938 en Kayafaje, cerca de Bagdad, por un equipo de la Universidad de Pennsylvania. Los arqueólogos concluyeron que la estatuilla de bronce fundido fue creada por la cultura sumeria de la época y se le ha atribuido una antigüedad de más de 5.000 años. Muchas personas creen que fueron los griegos antiguos quienes desarrollaron la lucha, pero este descubrimiento demuestra que ya era popular en Iraq miles de años antes de que los griegos participaran en este deporte.

Durante la Alta Edad Media de Europa, en la que todo pensamiento científico se eliminó durante siglos, Bagdad siguió sobresaliendo en ciencia e ingeniería. Cuando finalmente acabo la Alta Edad Media y Europa volvió a ejercer la ciencia, miró hacia Bagdad.

Reinos, regímenes autoritarios y repúblicas se fueron sucediendo en Bagdad, pero ésta seguía siendo la joya de las ciudades árabes. Irán bombardeó Bagdad durante la guerra irano-iraquí que duró ocho años y, sin embargo, Bagdad se recuperó. En 1991 la ciudad fue bombardeada constantemente por el ejército estadounidense, la infraestructura quedó destruida y todo ello fue reparado a las pocas semanas del cese de las hostilidades. Trece años de embargo entre 1990 y 2003 provocaron el deterioro de muchos de los edificios e instalaciones de Bagdad que, a pesar de todo, era la joya de las ciudades árabes. A pesar de las sanciones, los turistas acudían a Bagdad y la ciudad acogió varias ferias internacionales. Estaba un tanto hecha jirones, pero seguía siendo Bagdad.

Miles de años de prestigio se detuvieron en abril de 2003. Cuando el ejército estadounidense entró en Bagdad, entraron en un ciudad que había sido previamente atacada y bombardeada sin piedad. Sin embargo, lo que cambió y degradó la ciudad para siempre fue la entrada de las tropas en ella.

A la pocas semanas se erigieron muros de hormigón para proteger a los invasores. Hoy están por todo Bagdad y hacen que en comparación el Muro de Berlín parezca nimio. Estos muros separan familias, barrios, negocios y amigos.

Abundan los vehículos del ejército estadounidense. Son frecuentes los checkpoints con los que se tropiezan los ciudadanos iraquíes y en cada uno de cuales pasan horas.

Nunca, bajo ningún dirigente iraquí Bagdad había sufrido la actual violencia cotidiana que hay en la ciudad. El secuestro es hoy una industria fundamental. Los secuestradores han establecido una tabla de precios: de dos cientos dólares por una persona secuestrada perteneciente a una familia pobre a unos pocos de miles para una de la clase media o alta. El secuestro no existía bajo los regímenes previos que hubo en Bagdad.

La ciudad está abarrotada de agujeros y de escombros procedentes de las confrontaciones militares. La resistencia iraquí es responsable de una pequeña parte del daño, pero la abrumadora mayor parte de la destrucción procede del ejército estadounidense que en su lucha contra los combatientes por la libertad utiliza de manera absolutamente desproporcionada un armamento moderno y pesado.

Los altos cargos estadounidenses lo mismo que los cargos-títere iraquíes nombrados por ellos no pueden abandonar los complejos rodeados de altos muros por temor a morir. Ninguno de ellos pasaría ni un minuto en las calles de Bagdad. Viven en otro mundo.

Soy incapaz de imaginar una ciudad occidental, como Londres, París o Nueva York, que tuviera que vivir en estas condiciones después de años de notoriedad como metrópoli cultual de vanguardia. Soy incapaz de imaginar un enemigo con tan poco respeto por la cultura como para permitir que esto ocurra. Ni siquiera en el París ocupado de la Segunda Guerra Mundial ocurrió algo comparable a la muerte de Bagdad. Los soldados alemanes y los habitantes de Paría coexistían, si bien es cierto que no en términos amistosos. Los alemanes no pensaron en arrasar la ciudad o en acordonarla en diferentes zonas segregadas. Puede que estuviera ocupada por una fuerza extranjera, pero seguía siendo París.

Bagdad es hoy un caso perdido. Me he escrito o he hablado con varios residentes en Bagdad, en el pasado y ahora, para saber lo que piensan. Algunos son baathistas impenitentes, otros se opusieron al régimen de Sadam Husein y otros eran neutrales, seguían con su vida y consideraban que cualquier gobierno que estuviera en el poder era la entidad dirigente.

Sin embargo, todos ellos coinciden en un aspecto, la pérdida de la ciudad de Bagdad. Todos coinciden en que era diferente. Todos coinciden en que lo que esta vez ha quedado arruinado es la mentalidad de Bagdad y no sólo sus edificios y servicios públicos. Había la sombría sensación de nunca antes había sucedido algo semejante.

Los niños mueren en el fuego cruzado. Los civiles mueren a causa de soldados estadounidenses que disparan a la menor provocación. Nadie está seguro y ahora el público se muestra habituado en cierto modo a la situación. Muchas personas andan por zonas peligrosas sin pensar en el peligro. Asumen que si mueren, que así sea. No tienen nada que decir al respecto.

Hay pocas razones para ser feliz hoy en Bagdad. Los ciudadanos se han acostumbrado a tener poca o nada de electricidad. Se han acostumbrado a enterarse de que uno o varios miembros de una familia vecina han sido asesinados por los tiros de los soldados estadounidenses cuando iban por la calle o estaban sentados en una azotea. Se han acostumbrado a la miseria que nunca formó parte de Bagdad. Se han acostumbrado al cada vez mayor problema del consumo de drogas duras en Bagdad. Se han acostumbrado a las omnipresentes barreras de hormigón en su ciudad. No aceptan estas cosas, pero se han acostumbrado a ellas porque no pueden hacer nada para detener la podredumbre.

Resulta triste que haya una cosa que provoca felicidad y alegría a los residentes de Bagdad: la muerte o mutilación de soldados estadounidenses. Se ha convertido a seres humanos decentes en criaturas sedientas de sangre que bailan de júbilo ante cuerpos de soldados y vehículos estadounidenses quemados. Son las mismas personas que antes de marzo de 2003 se habrían horrorizado al ver lo que están haciendo ahora. Son personas que antes era ciudadanos respetuosos de la ley y trabajadores. Hoy la mayoría de ellos son personas sin trabajo y carentes totalmente de esperanza. Un ataque a los soldados estadounidenses es todo lo que esperan de la vida. Al ver la mirada de alegría en sus ojos se podría pensar que acaban de ganar la Copa del Mundo, o que acaban de conceder el Premio Nobel de la Paz a un iraquí, o que un iraquí acaba de hallar un remedio para el cáncer. Estas muestras públicas de alegría no son indicios de ningún acontecimiento positivo al que unos seres humanos rinden homenaje. Se deben a la destrucción de otros seres humanos.

Hoy Bagdad llora. Ha sido derrotada. Ha sido destruida por las verdaderas fuerzas del mal de este mundo, la intolerancia, la xenofobia, el etnocentrismo, la codicia y el engaño, que no son aquellas entidades que el presidente estadounidense considera el mal. Con facilidad y con mucha frecuencia Bush suelta la palabra “mal”, pero él tiene el puesto número uno mundial en la práctica del mal. Nadie se le acerca a este puesto.

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