Estudiar en el extranjero, el sueño imposible de la juventud de Gaza

EFE/Palestina Libre
18/09/08

Tienen el dinero y el visto bueno de las universidades de Washington, Londres o París, pero les falta lo más importante: el "sí" de Israel para abandonar Gaza; son los cientos de estudiantes palestinos que sueñan con formarse en el extranjero.

Ali Zedeya, por ejemplo, debería estar desde hace un año enfrascado en conferencias y exámenes en su primer curso de Derecho en una universidad de Toulouse, en el sur de Francia.

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Pero Gaza carece de aeropuerto (la aviación israelí lo bombardeó en 2001) y todos los pasos fronterizos de la franja con Egipto y el Estado judío están cerrados desde que en junio de 2007 el movimiento islamista Hamás se hizo por la fuerza con el control de este territorio.

Imposible para Zedeya, pues, cambiar el desolador escenario de Gaza por el animado ambiente juvenil de Toulouse sin un permiso que el Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel concede con cuentagotas.

Según datos del Centro Palestino por los Derechos Humanos, unos 700 estudiantes de Gaza aguardan una autorización israelí para partir a estudiar al extranjero.

"Muchos estudiantes no han podido lograr estos permisos antes del inicio del año académico, por lo que pueden perder su plaza para todo el curso, así como la beca, si no llegan inmediatamente al campus", explica Jalil Shahin, investigador de Centro Palestino por los Derechos Humanos, con sede en Gaza.

Por ello, la semana pasada, Sedeya no dudó un instante en hacer su maleta cuando escuchó que Egipto reabría su paso fronterizo con Gaza durante unos días para permitir a unos cuantos afortunados viajar con motivo del mes sagrado musulmán del Ramadán.

"La Policía de Hamás nos dijo que fuéramos a Jan Yunis (en el sur de la franja), donde se procesaban las peticiones. Como centenares de personas, esperé y esperé, pero nunca me llamaron. Esperé hasta que cerraron de nuevo la frontera", recuerda el joven con amargura.

También Nevin Abu Tuaima, de 26 años, sufre las consecuencias de vivir en Gaza, una franja de apenas 367 kilómetros cuadrados donde residen millón y medio de personas y cuyos habitantes suelen llamar "la prisión más grande del mundo".

Gracias a una beca, Abu Tuaima cursaba un máster en la Universidad de Saint Lawrence, en Nueva York, pero cometió el "error" de volver a casa para el verano.

"La educación es un derecho humano básico, algo a lo que cualquiera debería tener acceso", protesta, ya sin esperanzas de retomar sus clases en Estados Unidos.

"Israel parece decidido a castigar a todos los gazanos, incluidos los estudiantes, por el comportamiento de Hamás. No debería hacernos pagar el precio de su conflicto con un grupo político o militar", argumenta Shahin.

El investigador subraya además la falta de oportunidades educativas en Gaza, donde resulta imposible cursar determinadas carreras o estudios doctorales.

Los universitarios de Gaza ya sudan la gota gorda para obtener permisos de Israel para estudiar en Cisjordania, pese a que los Acuerdos de Oslo (1993) estipulan la unidad administrativa de ambos territorios palestinos.

Mohamed Wadi, presidente de la universidad Al Azhar de la ciudad de Gaza, critica la "ceguera del Gobierno israelí" por cerrar la puerta a que los jóvenes palestinos se formen, aprendan idiomas y entren en contacto con otras culturas a fin de ayudar luego a su "herida tierra natal".

"Esos jóvenes son exactamente el tipo de gente que puede allanar el terreno para la paz en Oriente Medio. El Gobierno israelí necesita revisar sus políticas y entender que la educación es un componente esencial -si no el más importante- de un futuro proceso de paz", argumenta Wadi.

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