Retrospectiva: ¡El Horror! George Bush pronto será libre para hacer lo que quiera

Jonathan Freedland
The Guardian
Traducido por el equipo de SDLT
31/10/08

Estamos por ingresar en la dimensión desconocida, ese extraño agujero negro en el tiempo/ espacio político que sucede no más de una vez cada cuatro años. Se conoce como el período de transición, y comienza dentro de una semana, etapa en la que EEUU no tiene un presidente sino dos. Uno será el presidente electo, y el otro, George Bush en el poder durante 12 semanas más, en las cuales prácticamente podrá hacer lo que quiera. No solo no tendrá que enfrentarse nunca más con los votantes, ni siquiera tendrá que preocuparse si perjudica las perspectivas y lineamientos de su propio partido (como si ya no lo hubiera hecho). Desde el 5 de noviembre hasta el 20 de enero, hará ejercicio de la más libre e inexplicable forma de poder que el mundo democrático tiene para ofrecer.

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De qué forma lo utilizará Bush, es una cuestión que ganó impulso el fin de semana, cuando las fuerzas de EEUU cruzaron la frontera iraquí hacia Siria para asesinar a Abu Ghadiya, un hombre que se dice ha infiltrado “soldados extranjeros” aliados de Al-Qaeda dentro de Irak. La movida americana ha tocado un delgado límite, mientras los ministros exteriores y analistas se preguntan la hora del cuestionamiento diplomático: ¿qué quisieron decir con eso? A lo cual agregaron la pregunta post-4 de noviembre: ¿y qué nos dice respecto a cuales son los planes de Bush que utilizará en sus días finales en la Casa Blanca?

Puedes elegir entre dos versiones. La primera sería la teoría del “no es gran cosa”. Mantiene que la redada del domingo no fue más que un procedimiento estándar en el marco de la guerra contra el terrorismo. Seguro, representó la violación de la soberanía de una nación independiente, pero eso no es nuevo: hubo una
incursión similar en Pakistán en septiembre. Ciertamente podría haber más procedimientos relevantes. Un ex oficial de la administración Bush me confirmó el día de ayer que los EEUU han ingresado en territorio sirio varias veces antes: solo que Damasco eligió mantenerlo oculto. En ese caso, surge la interesante pregunta: ¿por qué los sirios salieron a la luz esta vez?

En la versión “no es gran cosa”, Abu Ghadiya era simplemente un objetivo demasiado irresistible y de gran valor para dejarlo escapar. “Vieron algo que querían atacar y lo hicieron”, dice resignado un diplomático europeo. La versión más extrema sostiene que la decisión podría no haber sido siquiera tomada a un nivel político, sino en el campo de batalla por el General David Petraeus. No es tan improbable, teniendo en cuenta que Bush en efecto cedió el comando de la guerra de Irak a Petraus hace mucho tiempo atrás.

Un sinsentido, dice la otra escuela de pensamiento. Es un gran problema atacar a un estado soberano de esta manera: en tiempos pasados, antes del 2001, lo hubiésemos llamado acto de guerra. Pakistán no sienta un precedente, ya que en aquel caso hubo un grado de cooperación. Pero no ahora.

Este fue un acto deliberado, calculado para enviar una serie de mensajes. Primero, a los sirios, recordándoles quién es el jefe en la región y armándolos fuertemente para quebrar Al-Qaeda.

Segundo, a los europeos, que han estado llevando adelante un acercamiento con Damasco. Nicolas Sarkozy puede haber invitado al presidente Assad a París y David Miliband puede haber presentado al primer ministro sirio, Walid al-Muallem, en Londres este mismo lunes, 24 horas después de la redada, pero no tiene importancia. Bush les recordó a estos engreídos europeos quien está a cargo.

Tercero, el presidente pudo haber enviado un mensaje a su propia administración. Quizás este fue un memo para su secretaria de estado, Condoleezza Rice, que se atrevió a reunirse con Muallem en la UN el mes pasado en un encuentro que aparentemente ella solicitó. De ser así, encajaría con el patrón de amplias señales mezcladas que han emanado de la administración en meses recientes. Dos días antes de que Rice se sentara con Muallem por ejemplo, Bush utilizó su puesto en la UN para denunciar a Siria como estado que apoya al terrorismo. ¿La redada del domingo podría haber sido el intento del presidente por reafirmarse contra un elevado personal despojado de sus halcones? Rumsfeld, Bolton y Wolfowitz se han ido hace mucho tiempo; el más emoliente Robert Gates está en defensa, condenado a continuar bajo el mandato del Presidente Obama. En estos últimos días, Dick Cheney se tiene solo a si mismo como compañía.

Sin embargo debemos analizarlo, el ataque sobre Siria parece como un tiro separado de Bush, y un recordatorio de fin de la película de esta larga y sangrienta saga. Una pequeña operación, con ocho muertos, que captura mucho del espíritu de Bush que ha dominado el globo durante los últimos ocho años. Fue unilateral; irrumpió en la soberanía de un estado; y no como último recurso utilizó la fuerza. Como souvenir de la era de Bush, será difícil de superarlo.

Pero puede que no sea el último final. Todavía no hemos ingresado apropiadamente a la zona desconocida. Eso solo vendrá cuando cierren las encuestas el próximo martes. Cuando la transición comience, toda clase de sorpresas son posibles.

Remontémonos 20 años atrás a los agonizantes días de la administración de Reagan. En enero del año 1989, el presidente reconoció oficialmente a la PLO como representantes del pueblo palestino. Fue un regalo de despedida para el sucesor de Reagan, George HW Bush: el viejo hombre tomó las críticas para que el nuevo presidente no tuviera que hacerlo.

En diciembre de 1992, Bush mismo fue bastante menos servicial con su reemplazante, Bill Clinton, con el despliegue de fuerzas norteamericanas en Somalia, un episodio cuya humillante conclusión dañó gravemente la reputación de Clinton.

Ocho años atrás, fue el turno de Clinton. Sudó hasta sus horas finales en el cargo intentando sellar un trato entre Israel y los palestinos, que en aquel entonces parecían estar separados por pocas pulgadas. El legado fueron los parámetros de Clinton, todavía señalados como marcas del contorno básico de cualquier acuerdo futuro para Israel-Palestina.

¿Qué emergerá del crepúsculo de George W Bush? La mayoría de los diplomáticos se están preparando. “No dormirán”, dice un oficial retirado inglés. Los optimistas esperan una repetición de Reagan y Clinton, algo que ayudará a la paz en Medio Oriente. Es verdad que Rice y Bush han sido entusiastas por un avance, si tan solo dejaran un legado presidencial intachable respecto a Irak. Quizás Israel y los palestinos podrían firmar un documento provisional, como prueba que su trabajo desde la cumbre de Annapolis de Bush en el 2007 no ha sido enteramente fútiles.

Pero los malos tiempos que han maldecido a Medio Oriente tan seguido lo han golpeado nuevamente. Israel está ingresando en un intervalo propio, seguido por el fallido intento de Txipi Livni de formar una coalición. Es difícil creer que una administración interina pueda forjar un tratado de paz.

Eso deja abierta otras opciones. Bush podría imitar a Reagan y decidirse a dialogar con Hamas. Sería un cambio de rumbo en la política que ayudaría los esfuerzos de paz: podría, por ejemplo, declarar que todos los cambios realizados a la frontera trazada en 1967 deben volver como eran antes, con los palestinos compensados centímetro por centímetro por toda la tierra del West Bank concedida a Israel. O podría observar mucho más lejos en la región, contradiciéndose a si mismo y a la redada del domingo, acercándose a Siria. O, como algunos halcones temen, podría intensificar la tentativa de diálogo con Irán. Un gesto simbólico sería abrir una sección para visas de EEUU en Teherán

Por supuesto, Bush podría estar pensando en un regalo de partida que está más a tono con los últimos ocho años. El y Cheney podrían decidir, que demonios, tenemos una última chance de arrasar a Irán – y dejar que el nuevo arregle el desastre. No probable, pero posible. Puesto que en la dimensión desconocida cualquier cosa puede suceder.

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