De Wall Street a Washington: todo es una gran mentira

Counterpunch
Traducción para Counterpunch Xavier Fontcuberta i Estrada
14/01/09

Estar en vivo el lunes 5 de enero en el C-SPAN, la primera de las audiencias del House Financial Services Committee (Comité sobre asuntos financieros del Congreso) sobre el fraude llevado a cabo por Bernard Madoff fue como el equivalente parlamentario de un juego de Ponzi.

L argos bancos de asientos vacíos guiaron las lentes con las que el Congreso abordó esta audiencia histórica mientras preguntas sin sentido llenaban cinco tortuosas horas que al final no arrojaron luz alguna sobre el caso.

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La vista confirmó una de mis sospechas más angustiosas: se trate de la supervisión gubernamental de las manipulaciones del mercado, de largas investigaciones sobre sinvergüenzas con lazos en la política, o de que los mejores y más brillantes sirvan los intereses del pueblo americano en el santo altar de nuestra tambaleante democracia, en el fondo “es todo una gran mentira”, citando al propio señor Madoff describiendo su modelo de negocio.

Mientras Allan Goldstein, un tranquilo señor de 76 años y del norte del estado de Nueva York, se sentaba pacientemente en una de las últimas filas esperando su turno para hablar, con tiempo de sobra para reflexionar sobre el posible embargo de su casa después de perder los ahorros de toda su vida a causa del fraude de Madoff, el diputado Spencer Bachus (R-AI) departía sobre si esta era o no una audiencia formal, ya que los miembros del comité no habían sido oficialmente nombrados (me vino a la cabeza Marisa Tomei en la película “My Cousin Vinny” y pensé: “tu vida entera yace en el suelo rota en pequeños pedazos. ¿Te va a importar una mierda qué tipo de audiencia se esté celebrando teniendo allí sentado al hijo de puta que te robó hasta el último céntimo?”).

Este vacuo interludio quedaría después eclipsado durante la audiencia cuando hubo un interminable ir y venir porqué algunos de los miembros del comité requerían aclarar las diferencias entre un Inspector General de la SEC (Securities Exchange Commission, el órgano regulador de la bolsa de valores estadounidense) y la división responsable de velar por el cumplimiento de la normativa en la propia SEC.

Sumándose a la naturaleza surrealista de la audiencia estaba el hecho de que el señor Madoff, el mayor criminal financiero de todos los tiempos en términos de dinero robado y personas afectadas, no se sentaba en una celda enrejada sino en su ático de lujo, posiblemente observando la audiencia mientras sorbía Dom Pérignon servido en una copa de Limoges. El señor Madoff de hecho tuvo una cita esa tarde para asistir ante el juez y fijar la fianza, en la que los fiscales denunciaron que estaba enviando por correo a su familia sus piezas más caras de joyería.

Al finalizar la primera hora de audiencia, estaba claro como el agua que nuestro Congreso no es rival para los tiburones de Wall Street. Y al terminar la quinta hora, cualquier ciudadano que ame a su país debería ser perdonado por querer unas pocas de las mismas pastillas que el señor Goldstein había dicho que necesitaba tomar su mujer ante la perspectiva de perder su casa y sus ahorros y tenerse que ir a vivir con sus hijos.

La primera ronda de testimonios incluyó a H. David Kotz, el Inspector General de la SEC. El señor Kotz tiene esa cara jovial, optimista y como recién lavada habitual en alguien que no ha estado expuesto a Wall Street durante mucho tiempo. Él ha estado en la SEC los últimos 13 meses. Antes estuvo destinado como Inspector General en el Peace Coros (Agencia federal estadounidense que destina voluntarios en misiones de cooperación en el tercer mundo, similares a las que llevan a cabo muchas ONG. N. del T.). (sí, en el Peace Corps). Y antes de eso trabajó en la U.S. Agency for International Development (USAID) [La agencia para la cooperación y el desarrollo de los EEUU; T.]. Es un abogado pero que sin embargo no parece tener formación en el campo financiero como para desentrañar el lío que hay en la SEC que ha permitido el mayor y más complejo fraude bursátil de la historia.

Desde las escasas butacas ocupadas, se le dirigieron varias preguntas al señor Kotz para que explicase la bien publicitada estrategia que siguió el señor Madoff para mantener esos altos y constantes rendimientos, llamada la "split-strike conversion" [sin traducción al castellano, se conoce como “collar”; T.]. El señor Kotz dijo que saber qué significaba aquello.

Debido a que el fraude de activos no es la especialidad del señor Kotz, así como la gestión de emergencias no era la de Michael Brown en el FEMA, sería difícil que el señor Kotz entendiera lo siguiente a tiempo para salvar a Wall Street de morir ahogado en su propio ego:

Una split-strike conversion significa sencillamente la compra de un paquete de acciones que se correlacione tanto como sea posible con las que se encuentran en el índice Standard and Poor's 100 (S&P 100); por ejemplo, comprando algunos títulos de los grandes nombres en telecomunicaciones, finanzas, energía, farmacéuticas… etc. Para intentar poner un “collar” a lo que puedas llegar a perder, compras algunas opciones de venta OEX (S&P 100). Para ganar algo más de dinero para complementar los dividendos de las acciones, vendes primas sobre tus opciones de compra OEX. ¿Puede esto generar el tipo de dividendos positivos y constantes que estaba obteniendo Madoff? Muy difícil, porqué no estás totalmente protegido ante las pérdidas y mucho menos si, como se reveló durante la audiencia, la cartera de acciones y opciones se vendía al final de cada mes y los fondos se destinaban a bonos del Tesoro (según los falsos informes que se les daba a los clientes). De ser así, los costes de transacción se comerían todos los beneficios, quedando unos rendimientos minúsculos e incluso negativos. Y precisamente por ello es por lo que el señor Madoff no estaba en realidad haciendo ninguna transacción con el dinero de sus clientes (la compra sobre el papel de bonos del Tesoro cada fin de mes era para proporcionar una coartada ante la reducción de acciones de la que se informaba a la SEC, por si en algún momento se les ocurría llevar a cabo una investigación).

Mi problema con la radiante expresión de Peace Corps del señor Kotz, es que llega a esta compleja red de engaño y descrédito mal armado, y sin el conocimiento que necesitará para llegar al fondo de los problemas de la SEC que han permitido que esto ocurriese y para así poder dar con cualquier potencial co-conspirador de Madoff. Puede que su frescura nos sorprenda, pero yo tengo esta angustiante sensación de que voy a oír un “buen trabajo Kotz” justo antes de que el próximo gran fraude financiero explote en las mismas narices de la SEC.

Esta es otra de las cuestiones críticas sobre la que no incidió ningún congresista o miembro del comité. Cuando el señor Goldstein explicó como su contable le recomendó a Madoff, nadie se levantó y dijo “esperen un momento, usted es de Nueva York, ¿no?”. “Eh, ¿no es Nueva York uno de esos estados que permite que los agentes de bolsa paguen comisiones a los contables para que les proporcionen clientes?” (¿A qué clase de contable no le saltan las alarmas cuando ve que la cartera de un cliente teóricamente prudente se renueva totalmente 12 veces al año?). Nadie en la sala dijo algo como “tal vez nuestro entero sistema de medidas y contrapesos se ha corrompido” (que es precisamente lo que ha pasado. No somos más que una enorme y perfecta nación de “si no me pagas no me muevo”, yendo a una velocidad alarmante hacia lo que fue la antigua Roma).

No se dijo tampoco ni pío sobre la gran cantidad de recursos humanos e informáticos que se necesitan para generar falsas órdenes de compra-venta, falsos informes sobre dividendos, falsos sumarios mensuales, 1.099 falsos informes para miles de clientes.

Me hubiese gustado que Jeff Quam-Wickham, un lector de CounterPunch, hubiese estado en la sala de la audiencia para soltarles la frase que me envió por correo hace poco: “nos están robando nuestras casas, tierras e inversiones… ¿dónde está pues la Homeland Security?" [Equivalente a un ministerio en el Gobierno de los Estados Unidos, con la responsabilidad de proteger el territorio estadounidense de ataques terroristas y responder a desastres naturales. Se creó a partir de 22 agencias federales ya existentes en respuesta a los atentados del 11 de septiembre de 2001. La autora juega con las palabras home (hogar) y land (tierra);T.].

Pero el mejor momento del día vino del congresista Gary Ackerman (D-NY) quien resumió la destreza investigadora de la SEC como sigue: “son unos chapuceros”.

Y el testimonio más estremecedor vino de Stephen Harbeck, presidente y CEO de la Securities Investor Protection Corporation (SIPC), la organización constituida por el propio Congreso que cubre la bancarrota de agentes de bolsa hasta un máximo de 500 mil dólares cuando no se trata de pérdidas debidas a caídas del mercado. Harbeck informó a los congresistas de que entre 830 y 850 millones de dólares en activos habían sido afectados por la actividad de Madoff. Pero hay que tener en cuenta que la SIPC sólo dispone de 1.600 millones de dólares en activos, junto con una línea de crédito de 1.000 millones del tesoro americano y otros 1.000 millones de crédito comercial. Como la empresa de Madoff era un agente de bolsa, puede que acabe con las reservas de la SIPC, forzándola a subir las tarifas a las compañías de Wall Street que la financian; las mismas compañías que presionaron contra la regulación que hubiese podido prevenir el fraude de Madoff; las mismas compañías que presionaron para que se permitiese que los agentes de bolsa pudieran pagar sobornos (primas y comisiones) a los contables. Ello sería justicia divina de no ser porqué es el dinero de los contribuyentes el que ahora está sosteniendo a esas empresas.

Otro tema que no se aclaró durante la audiencia fue el reciente informe de Jason Graziadei, reportero del periódico The Inquirer and Mirror en el condado de Nantucket, acerca de que Frank Avellino parece que de hecho no ha cesado en su actividad de recaudación ilegal de fondos. El señor Avellino y su colega contable, Michael Bienes, fueron acusados por la SEC ya en 1992 por vender activos no registrados que prometían rendimientos de entre el 13,5 y el 20% por la friolera de 440 millones de dólares. Después pasaron el dinero a Madoff para que lo gestionase (el nombre del señor Madoff no habría nunca salido a la luz en este escándalo de no haber sido por un artículo en el Wall Street Journal en 1992). Bajo órdenes de la SEC, Madoff no fue acusado y ni siquiera nombrado, se notificó que el dinero se devolvió a los clientes, Avellino y Bienes fueron multados con 50 mil dólares cada uno y su empresa con 250 mil. Ambos, Avellino y Bienes, que tienen una empresa llamada Mayfair Bookkeeping, son hoy filántropos ultra ricos que disfrutan de múltiples mansiones y de un estilo de vida que es inquietantemente parecido al de Bernard Madoff.

El fiscal de Nantucket Michael Wilson ha abierto una causa contra Frank Avellino alegando que Nevena Ivanova, inmigrante búlgara que trabajaba como mujer de la limpieza del señor Avellino, le dio a él mismo 124 mil dólares para que los invirtiese. Su declaración jurada afirma que Avellino invirtió su dinero en la que luego ella descubrió que era una entidad ficticia, llamada Kenn Jordan Associates. El 1 de diciembre de 2008, justo diez días antes de que el señor Madoff fuese arrestado, Avellino dijo a Ivanova que todo su dinero se había perdido.

El señor Wilson ha logrado mantener bajo control la mansión de 10 millones de que Avellino tiene en Nantucket, la cuál acababa de poner a la venta según el informe del Inquirer and Mirror.

Con una de sus muchas afables declaraciones que eran el modelo de la auto-regulación, el señor Madoff testificó como sigue ante la SEC el 1 de marzo de 2001: “… se ha dicho aquí antes, los rayos del sol, la luz del día, son el mejor de los desinfectantes”.

Gracias al señor Madoff y el resto de apologistas de la auto-regulación, ahora hay sólo tinieblas y el Congreso ha dejado poco más que una pequeña ventana de oportunidad para sostener la confianza de los inversores antes de que todo Wall Street se convierta en un “Madoffville”.

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(*)Pam Martens trabajó en Wall Street durante 21 años; no tiene activos de ningún tipo, ni a corto ni largo plazo, de ninguna de las empresas mencionadas en este artículo. Escribe sobre cuestiones de interés público desde New Hampshire.

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