La conferencia de donantes de Israel

Amira Hass
Haaretz
Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.
06/05/09

La magnitud de los fondos prometidos a la Autoridad Palestina por los países donantes refleja la magnitud de su apoyo a Israel y a sus políticas. La aportación de los contribuyentes estadounidenses a la cuenta bancaria del gobierno de Ramala es ínfima con respecto a las sumas faraónicas que el gobierno de EEUU dona todos los años a Israel. Es imposible entusiasmarse con la aportación estadounidense de 900 millones de dólares (dos tercios para reforzar al gobierno de Salam Fayyad y el resto para la reconstrucción de Gaza) y olvidar los 30.000 millones que Estados Unidos ha prometido a Israel para ayuda a la defensa hasta finales de 2017, como señalaba un informe de Amnistía Internacional la semana pasada.

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Los 900 millones de dólares prometidos a los palestinos en Sharm el-Sheikh deben considerarse como parte de la habitual ayuda estadounidense a Israel. Como potencia ocupante, Israel tiene la obligación de garantizar el bienestar de la población bajo su control. Sin embargo Israel la está dañando y después Estados Unidos (como otros países) se apresura a compensarle por los daños.

Las administraciones de Clinton y Bush –y parece que Barack Obama sigue sus pasos- borraron la frase «ocupación israelí» de sus diccionarios y colaboran con Israel en la omisión de sus compromisos, consagrados en el Derecho Internacional. Los miles de millones de dólares que Israel recibe de Estados Unidos para armas y desarrollo de la defensa –que desempeñaron un papel importante en la destrucción en la Franja de Gaza- forman parte del éxito de la propaganda de Israel, que presenta los túneles de Rafah y los cohetes Grad como una amenaza estratégica y parte de la ofensiva del terror islámico contra los países ilustrados.

Occidente ha sacado de sus proporciones al movimiento Hamás exagerando su poderío militar hasta el punto de la mendacidad; lo que ha permitido un largo asedio y tres semanas de agresión militar inflexible del ejército israelí. En el ámbito palestino, y más ampliamente en el mundo árabe, esta ornamentación ayuda a Hamás a describirse a sí mismo como la auténtica fuerza patriótica.

Los cientos de millones de euros que se han donado, o prometido, para ayudar a Gaza, como si estuviera asolada por desastres naturales, eclipsan los vínculos comerciales entre Europa e Israel. Los países occidentales preocupados por la ayuda humanitaria para los palestinos también compran a Israel armas y conocimientos de defensa desarrollados en el «laboratorio» de la ocupación, creadora de crisis humanitarias en serie.

¿Y los mil millones de petrodólares? En primer lugar, proceden de un recurso natural que por los dictados de la lógica debería beneficiar a los pueblos árabes. En segundo, se comprometieron en una conferencia que boicoteó a Gaza (ni Hamás, ni la gente de negocios, ni los activistas sociales de la Franja participaron en la conferencia de donantes). Así es como Arabia Saudí presta su mano al veto estadounidense e israelí a la reconciliación interpalestina.

Cada centavo pagado a los palestinos -ya sea para el presupuesto del gobierno de Ramala o para el tratamiento médico de niños heridos por pilotos o soldados israelíes- le permite a Israel saber que puede continuar sus esfuerzos para obligar a una capitulación a la élite palestina. Sólo el reconocimiento de que la rendición es el objetivo nos puede hacer comprender que 16 años después de Oslo no se haya establecido un Estado palestino. ¿Cuándo empezaron a hablar Simón Peres, Ariel Sharon y Tzipi Livni de dos estados? Sólo después de que sus excavadoras militares y burocráticas aplastaron la base física real de un Estado Palestino. Y esta base es: La tierra del 4 de junio de 1967 (incluida Jerusalén Este), Gaza -parte inseparable del Estado- y cero asentamientos (y eso se aplica a Gilo y Maaleh Adumim).

Durante los años noventa todavía era posible describir las donaciones a los palestinos como una expresión de confianza y esperanza en la disposición de Israel para eliminar el régimen de ocupación que había creado. Pero no en 2009. Apoyo a la política israelí: ésta es la única manera de entender el hecho de que otros países sigan vertiendo cientos de millones de dólares para apagar los fuegos encendidos por esta política, sin extinguir el origen de las llamas.

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