Las raíces del odio en la ideología sionista

Salim Nazzal
Palestine Chronicle
Traducido para Tlaxcala para Nadia Hasan y revisado por Caty R.

En 1939, Europa hizo la vista gorda ante el auge del nazismo. El canciller británico Neville Chamberlain creyó que una política de apaciguamiento funcionaría con Hitler; no. Hitler atacó Polonia y dio al mundo una costosa lección; la política de apaciguamiento no funciona con el fascismo. El resultado es bien conocido: Europa se arruinó y alrededor de 50 millones de personas perdieron la vida. Sin embargo, gracias al «frente» de resistencia noruego, Hitler no consiguió el agua pesada necesaria para la fabricación de la bomba nuclear; si hubiera adquirido material suficiente para fabricarla, la historia de la humanidad podría haber sido radicalmente distinta de la que conocemos.

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El hecho de que Hitler fuera elegido democráticamente por el pueblo alemán no legitima su política de asesinatos en masa; de la misma forma, la elección de los israelíes fascistas y criminales de guerra no legitima la política de asesinatos en masa de los sionistas. Sin embargo, si Hitler es el más crudo ejemplo del sistema electoral democrático que llevó al nazismo al poder en Alemania, la reciente elección israelí es un ejemplo más actual de una elección que ha llevado al poder a otro conocido fascista, Avigdor Lieberman, ampliamente considerado como el clon israelí de los fascistas de la Europea contemporánea, como Jorg Haider o Jean Marie Le Pen.

La prueba es el programa del partido de Lieberman, Yisrael Beiteinu (Israel es nuestro hogar), y sus abominables amenazas de limpiar étnicamente a los palestinos, que constituyen el 20 por ciento de la población israelí. Para hacerse una idea más precisa, imagine que el gobierno noruego hubiera decidido limpiar étnicamente a la minoría lapona del país o exigir un juramento de lealtad por escrito de cada uno de los lapones. Imagine que el gobierno británico hubiera exigido que cada ciudadano de Irlanda del Norte firmase un compromiso de lealtad. ¿Quién puede creer que esté sucediendo esto en el siglo XXI? Y, además, ¿quién no encontraría chocante que los judíos exijan un voto de lealtad en el siglo XXI, que es equivalente en importancia a la aplicación del uso de la estrella de David en la Alemania nazi de mediados del siglo XX?

El auge del fascismo, como explicaré más adelante, es un aspecto arraigado en la cultura sionista desde su fundación, y las recientes elecciones israelíes (febrero de 2009) sólo lo han hecho más evidente ante la opinión pública. Durante años, los sionistas han utilizado la frase «Israel es la única democracia de Oriente Próximo» como un arma ideológica para satanizar a los árabes y justificar sus crímenes. Hoy, después de la guerra de Gaza que mostró al mundo horrible cara del sionismo, la subida del fascismo israelí demuestra que el sionismo y el racismo, como declararon las Naciones Unidas en 1975, son gemelos; las recientes elecciones en Israel han demostrado que sionismo y fascismo son sinónimos. Sin embargo, debo señalar que hay una gran diferencia entre los nazis y los fascistas sionistas; esta diferencia no radica en la cultura del odio, que es la base de ambos, sino en el hecho de que el sionismo fascista tiene una capacidad nuclear suficiente, según los analistas militares, para destruir un gran porcentaje de la población humana a escala mundial; este hecho, como era de esperar, es un motivo de gran preocupación tanto en Oriente Próximo como en todo el mundo.

Incluso antes de su elección, sabiendo el gran apoyo que ya había entre las nuevas generaciones de israelíes, inculcado durante años con la cultura del odio, el moldavo fascista Avigdor Lieberman, que llegó a Israel en 1978, dijo a los medios de comunicación que debían acostumbrarse a la idea de verle como el próximo ministro de Defensa israelí. ¿Qué significa que la mayoría de una sociedad elija partidos de ultraderecha fascista? Puede significar cualquier cosa, pero definitivamente no es una buena señal y muestra una sociedad en la que la lógica de «el fin lo justifica todo» se ha convertido en sinónimo de su propia existencia.

Un estudio psicológico reciente podría explicar las razones de la subida de la extrema derecha y los criminales de guerra a puestos de poder en el Estado de Israel. La investigación fue realizada por Daniel Bar-Tal que es, según el periódico Haaretz, uno de los principales psicólogos políticos del mundo, y Rafi Nets-Zehngut, un estudiante de doctorado. El estudio llegó a la conclusión de que la conciencia de los «judíos israelíes» se caracteriza por un sentimiento de victimismo, una mentalidad de asedio, un patriotismo ciego, beligerancia, fariseísmo, deshumanización de los palestinos y falta de sensibilidad ante el sufrimiento» (Haaretz, 30 de enero de 2009).

Parece que muchos en el mundo árabe al principio no tomaron en serio las amenazas de Lieberman de atacar con armas nucleares a Gaza y sus promesas de llevar a cabo una política de «transferencia» del millón y medio de palestinos con ciudadanía israelí, sin embargo ahora sería políticamente ingenuo ignorar sus amenazas. Observadores de los países árabes con los que he hablado recientemente creen que el ascenso de los fascistas a posiciones de liderazgo en Israel, tarde o temprano, provocará una competición por la supremacía militar entre los distintos países de Oriente Próximo y, probablemente, esto haga presión sobre los países árabes para desarrollar armas de destrucción masiva para defenderse, sobre todo teniendo en cuenta las reiteradas amenazas de Lieberman de lanzar bombas atómicas sobre Gaza. En efecto, si Lieberman propone atacar Gaza con armas nucleares como respuesta al uso de cohetes, menos potentes que los fuegos artificiales para celebrar el Año Nuevo, usados por los combatientes de la resistencia, ¿qué sería capaz de hacer en un conflicto regional más amplio?

La situación a la que hemos llegado en la actualidad no tiene precedentes en la historia moderna. El temor a que un grupo de terroristas pueda tener acceso a las armas de destrucción masiva se ha convertido en una realidad y el peligro es, de hecho, muy real. Un grupo de ultraderechistas que durante años han esgrimido el artificio de ser los «eternos oprimidos», ahora representan una amenaza existencial para Oriente Próximo y para el mundo entero. Avigdor Lieberman ha dejado claro en más de una ocasión que va a atacar Irán. Benjamín Netanyahu, que al parecer formará el próximo gobierno israelí, no está menos dispuesto que Lieberman a atacar Irán; el resultado de un ataque semejante supondría la desestabilización de toda la región y originaría una situación de caos total como no ha existido nunca.

Según algunos observadores árabes, si este tipo de guerra tiene lugar, muy probablemente se extenderá a Siria, Líbano y Palestina, ahogando a la región en un mar de sangre. Los que apoyan esta hipótesis basan su opinión en que el Estado de Israel ha perdido su capacidad de disuasión con su arsenal de armas tradicionales. Esto significaría, en su opinión, que es más probable que Israel utilice armas de destrucción masiva en futuras guerras.

Por lo tanto es esencial en este momento enviar un claro mensaje a los gobiernos noruego, francés, británico y estadounidense que cometieron el grave error de ayudar a Israel en su acumulación de armas nucleares, para que asuman su responsabilidad y actúen con rapidez para imponer la aplicación de la resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas emitida en 1981, que Israel nunca ha respetado, y que pondría las armas de destrucción masiva de Israel bajo vigilancia internacional.

Naturalmente esto plantea la inevitable cuestión de tratar de comprender las condiciones sociopolíticas que permitieron que esta ideología surja en este momento, teniendo en cuenta que los factores sociológicos son fenómenos complejos que no nacen de la noche a la mañana, sino que forman un proceso dinámico que se construye con el tiempo.

Éste será mi punto de partida para profundizar hasta llegar a las raíces del fascismo en el pensamiento sionista.

MJ Rosenberg, director de análisis político del Foro de política israelí, ha observado que el Estado de Israel se ha estado moviendo hacia la derecha durante años. 30 años después de su creación, se eligió a un partido de derecha en las elecciones de 1977. (Los Angeles Times, 11 de febrero de 2009). Rosenberg no se da cuenta, no obstante, de cómo se podría explicar el fenómeno del crecimiento de la extrema derecha, que ha llegado al cénit con el hecho de que el partido fascista de Lieberman se ha convertido en la segunda fuerza política de extrema derecha del país, teniendo en cuenta que Kadima sólo es un rama de la derecha del partido Likud.

Según un palestino experto en asuntos israelíes, los niveles de delincuencia en la sociedad israelí han aumentado dramáticamente en los últimos años porque los soldados, que regularmente asesinan a palestinos en Cisjordania y Gaza, se han acostumbrado a solucionar sus problemas cotidianos por medio de la violencia. Es poco probable que un soldado capaz de asesinar a un niño palestino sin ningún sentimiento de culpabilidad se comporte de forma civilizada con su propia familia. La violencia se vuelve contra quien la ejerce, cambia su carácter y, en gran medida, el carácter de la sociedad. Esto ha hecho de la violencia una ideología predominante en la sociedad israelí, la base misma sobre la que se construyó ejerciendo la violencia contra los palestinos nativos; de hecho, la continuación de su existencia como Estado en Oriente Próximo se ha convertido en gran parte dependiente de la violencia contra los palestinos.

Por lo tanto, sostengo que las elecciones israelíes que han llevado al poder a la ultraderecha, fascistas y criminales de guerra, refleja una grave crisis en una sociedad donde la cultura de la violencia, la fuerza y la guerra se ha convertido en uno de sus rasgos de comportamiento más evidentes, donde el conjunto de la cultura se basa en la glorificación de generales y valores militaristas, lo que ocurre, naturalmente, en detrimento de los valores de la tolerancia, la paz, la comprensión, etc.

Permítaseme, en primer lugar, discutir la tesis que adopta la teoría de la opresión como justificación del surgimiento del sionismo, la que veo como la madre legal del fenómeno fascista en el estado de Israel. Refuto la teoría de la opresión sobre la base de que otras comunidades han sufrido tanto como los judíos y no han desarrollado su propia forma de sionismo.

Existen numerosos ejemplos para sostener esta hipótesis. Los pueblos nativos de EEUU, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, de los que millones de personas fueron asesinadas y maltratadas durante siglos, no han desarrollado ninguna forma de sionismo. Los africanos eran tratados casi como infrahumanos, los encadenaban y los arrojaban a Europa en buques de esclavos sin ningún respeto por su humanidad. De hecho, éste fue sólo el comienzo de su prolongado sufrimiento, pero nadie ha oído hablar del «sionismo africano». Podemos comparar, por ejemplo, la reacción de ambas comunidades a la opresión. La respuesta del padre fundador del sionismo, Theodor Herzl, fue interiorizar la cultura del odio que sentó las bases de la cultura sionista, el plan para colonizar Palestina, para despojarla de su pueblo, para construir una base militar en Oriente Próximo que ha acabado convirtiéndose en un estado cuasi fascista.

La respuesta africana, como la formuló Martin Luther King, fue afirmar que los africanos, después de siglos de opresión, deben soñar con la libertad y la justicia y llegará el día en que «niños y niñas negras podrán unir las manos con niños y niñas blancas como hermanos y hermanas».

Las diferencias entre las dos ideologías están claras para cualquiera con un mínimo de sentido común:

El fruto de la política de Martin Luther King y la lucha afroamericana por la justicia ha desembocado en la elección de Obama y su discurso sobre el cambio, en tanto que el fruto político de Herzl y su discurso sionista se ha traducido en la elección del líder fascista Avigdor Lieberman y su programa de limpieza étnica de palestinos.

Hay que señalar sin embargo, que en el proceso de la creación del sionismo, no se implicaron todos los judíos; hubo una tendencia liberal (Haskalah) que nunca fusionó el judaísmo con el nacionalismo.

Los seguidores de la escuela de pensamiento Haskalah presionaron por la integración y consideraban que la emancipación de los judíos europeos sólo podría lograrse a través de la lucha, junto a otras fuerzas democráticas de Europa, por la justicia y la igualdad para todos los ciudadanos, en otras palabras, su enfoque radica en la lucha por la integración con la mayoría. Esta tendencia quería «cerrar» los guetos físicos y psicológicos de los judíos y alcanzar perspectivas más amplias e integradoras.

El sionismo representa exactamente lo contrario: judíos que quieren mantener una cultura de creación de guetos, pero con la diferencia de que los guetos se trasladaron de Europa a Oriente Próximo, y una forma de adquirir legitimidad por medio de convertir el judaísmo en una nacionalidad en lugar de limitarlo a una fe. Las dos principales fuentes de las que se benefició el sionismo fueron el movimiento de colonos en el llamado Nuevo Mundo y las teorías racistas del siglo XIX.

Así, la respuesta sionista a la cultura del antisemitismo reside en la identificación de sí mismo con la base de esa misma cultura a través del desarrollo de una ideología de odio hacia los demás y una cultura verbal y físicamente aterrorizadora hacia cualquiera que discrepa de ellos. Los sionistas se ven a sí mismos como los únicos poseedores de la verdad absoluta, y su interpretación de la historia judía se ha santificado hasta tal punto que nadie puede cuestionar su versión de los hechos. Su interpretación de la historia palestina se debe aceptar, insisten, como la única verdadera. Afirman, por ejemplo, que regresaron a Palestina después de 2000 años como si fuera un corto viaje de Londres a París, como si la historia palestina hubiera estado congelada hasta que llegaron «de vuelta» y como si esperasen que los palestinos los recibieran con rosas. Esto hizo del pensamiento sionista una mentalidad maquiavélica por excelencia, una total fusión del mito y la realidad, por una parte, pero por otro lado una separación total entre política y moral. Quieren robar las tierras palestinas, quieren asesinar a los palestinos, pero se ponen histéricos a la menor crítica. Así, el sionismo se defiende contra sus críticos con acusaciones de antisemitismo, simplemente porque los sionistas se reservan para sí el derecho de esconderse tras esas teorías que culpan a todo el mundo del «inimaginable y eterno sufrimiento judío».

El mejor ejemplo está en la respuesta sionista a la noción de antisemitismo. La respuesta natural de los oprimidos debería estar en el desarrollo de una postura firme contra cualquier tipo de racismo y discriminación. Eso es lo que hemos visto en la experiencia de la ANC en Sudáfrica, que tras el colapso del régimen de apartheid blanco se centró en la oposición a la discriminación y en la promoción de la tolerancia, lo que, naturalmente, es la respuesta que se espera de quienes han estado oprimidos. Sin embargo es raro encontrar la palabra tolerancia en la literatura sionista, lo que no es ninguna sorpresa si tenemos en cuenta que toda esa ideología se basa en el asesinato, el robo y la opresión, y que su literatura se ha creado para justificar y racionalizar su credo.

En realidad, los sionistas han adoptado la cultura fascista del odio en sustitución de la ideología nazi que sataniza a todos los judíos, con una ideología que sataniza a todos los demás, en otras palabras, se han convertido en «anti otros», «anti no sionistas» o «anti los que no están de acuerdo».

El beneficio de esto es obvio: culpabiliza a todo el mundo por el frecuentemente citado «eterno sufrimiento judío».

Numerosos términos sionistas en la literatura como «el mundo nos dejó morir», «el mundo no hizo nada por nosotros», «nunca más» y expresiones similares, ayudan a apoyar mi argumento de que los sionistas han respondido a la ideología antisemita sustituyéndola por una filosofía «anti otros». En otras palabras, los sionistas sustituyen la cultura del odio con un espejo de odio; sin embargo el odio sionista no está dirigido contra los regímenes europeos que tiranizaron a los judíos, sino contra todo el mundo en general. La aplicación más obvia de la ideología sionista «contra otros» está representada con claridad en el caso de los palestinos. En Palestina, los sionistas utilizan la denominada «eterna culpabilidad de Occidente» y el «pecado eterno» de Europa contra los judíos para presionar de manera eficaz, conseguir apoyo para oprimir a los palestinos y silenciar las voces críticas que surgen contra la ocupación israelí.

La cristalización más clara del «pecado eterno de los europeos contra los judíos» se ha convertido en una acusación de antisemitismo que se utiliza convenientemente contra quienes critican a Israel, hasta el punto de que incluso aquellas personas que por lo general apoyan a Israel, como el presidente Carter quien lo criticó por sus políticas racistas, no se libran de esta denuncia. En este contexto, el concepto «contra los demás» fue uno de los principales componentes de la construcción de la teoría sionista, como hemos visto en la literatura sionista del siglo pasado. Se debe señalar que el concepto de «lucha contra los demás» lleva las mismas ideas ficticias que las nociones ficticias del «antisemita» que culpa de los problemas del mundo a todos los judíos, y éstos culpan a todo el mundo del sufrimiento de los judíos.

El relato de la historia sionista de los judíos en Europa nunca ha querido profundizar lo suficiente para entender el desarrollo del fenómeno antisemita, selecciona lo que le interesa y presenta la opresión como si hubiese existido en todas las épocas y en todas las naciones, lo que por supuesto no coincide con los datos históricos. Estos supuestos sólo son productos del pensamiento selectivo y de una fantasiosa teoría de la conspiración que no tienen raíces en el mundo real. Es evidente que los sionistas se basan en esta teoría de la persecución constante y su afinidad y vinculación con esta «mundofobia» que es la base de la mentalidad de la «lucha contra el otro», ya que para ellos se ha convertido en una forma de protegerse contra cualquier crítica, especialmente después de la colonización de Palestina. La realidad es que los sionistas jamás han querido oír que su retórica y su literatura anti nazi nunca han tenido una postura honrada en relación con la cultura nazi, sino que son un medio para legitimar la violencia de la ideología sionista.

La alternativa a esa cultura del odio es una cultura que está en consonancia con los derechos humanos y la decencia humana. Esto es exactamente lo que sucedió en Sudáfrica, cuyo pueblo sufrió siglos de discriminación; la alternativa que ofreció el ANC fue la promoción de una cultura tolerante e integradora en la Sudáfrica posterior al apartheid. Los africanos han sido sometidos a toda forma de opresión histórica y sin embargo no han desarrollado un sionismo africano. El sionismo no se desarrolló como un movimiento de emancipación para liberar a los judíos de la opresión, como dice su literatura, sino que más bien casi ha seguido el mismo camino que las ideologías fascistas a las debería oponerse. Además, la enfermedad del sionismo ha afectado a muchos judíos del mundo, en particular a los judíos estadounidenses que tradicionalmente apoyaban a los movimientos de izquierda de la sociedad; sin embargo en la actualidad la mayoría de los judíos estadounidenses forman parte del mundo financiero y propagandista de apoyo al estado de Israel.

Si los sionistas fueran sinceros en su oposición a la cultura nazi ¿Cómo podrían justificar moralmente la destrucción de Palestina a manos de quienes afirman ser las víctimas de los nazis? ¿Cómo podrían justificar sus actuaciones que causaron y siguen causando un enorme dolor a los palestinos? La repugnante analogía sionista de «fuego en la quinta planta», que sugiere que a un hombre que huye de un incendio en el quinto piso se le perdona que mate por accidente, «sin intención», a alguien en la planta baja por aterrizar sobre él cuando salta desde el balcón para escapar de las llamas, es fácilmente refutada. La verdad histórica reconocida es que los sionistas quisieron colonizar Palestina deliberadamente. Que planificaron la colonización a sabiendas de que los palestinos se oponían (véanse las memorias de David Ben Gurion, Jabotinsky y otros) y sabiendo que se resistirían. Colaboraron con las potencias imperiales para invadir Palestina y adquirieron armas, concretamente, para matar a los palestinos. Si todo esto es un «accidente involuntario», me pregunto ¿Cómo podemos definir un acto intencional? El Holocausto y el sufrimiento judío en Europa no se utilizaron como una lección para enseñarles a luchar contra la cultura del odio, sino más bien como un instrumento útil para justificar una ideología de odio prácticamente idéntica.

El problema, por supuesto, no tiene nada que ver con los palestinos como palestinos. Los sionistas han utilizado exactamente la misma política criminal que si hubiesen creado el Estado de Israel en Uganda, que Herzl propuso también como una patria judía. Los sionistas han definido a los palestinos como enemigos sólo porque los consideran un obstáculo para el proyecto sionista. La psique sionista no es capaz de ver que el pueblo palestino ama sus hogares y a sus familias, que valora sus esperanzas, sentimientos y sueños, como todas las comunidades de la tierra. De hecho, los sionistas no querían formar parte culturalmente de de la región de Oriente Próximo, como dijo Ben Gurión: «nosotros sólo podemos convertirnos en árabes tanto como los americanos se convirtieron en pieles rojas». No quieren integrarse en sus sociedades de origen y no pretenden formar parte de la sociedad palestina porque la integración significaría la obligación de devolver a los palestinos los derechos que les han arrebatado por la fuerza.

Vieron a los palestinos nativos como obstáculos que hay que eliminar de la misma manera que los constructores de carreteras demuelen una roca que se interpone en su camino. Las pocas voces de sionistas de izquierda que pedían un Estado democrático en Palestina se perdieron rápidamente en la violencia de la corriente principal del pensamiento sionista.

Israel Zangwill, uno de los primeros y más firmes seguidores de Herzl, señaló que Jerusalén tenía una densidad de población del doble que Estados Unidos. La solución, según su opinión era utilizar la espada contra los nativos palestinos. La paradoja de este asunto es que fue precisamente Israel Zangwill quien inventó la mentira más grande de la historia moderna, que Palestina era «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra».

Los sionistas no sabían casi nada sobre la cultura palestina y creo que ni siquiera quisieron saberlo, ya que ese conocimiento podía perturbar su visión del mundo, que ha reescrito la historia pasada y futura para seguir su odiosa ideología. Habiendo tomado ya la decisión de desplazar y matar, no había necesidad de descubrir algo acerca de sus futuras víctimas, aparte de los conocimientos que les ayudaran a ocuparlas.

Éste ha sido el camino del sionismo, una ideología fundada en la guerra, la ocupación y la opresión, el engaño y la falsificación. El sionismo ha convertido Palestina, que debería ser un país de paz, en un centro de difusión de una cultura de odio contra los palestinos, contra los árabes, contra los musulmanes, contra los judíos y cristianos anti sionistas, contra los cristianos y contra todos y cada uno de los que piden a los sionistas que se miren al espejo y vean la verdad, la cara espantosa de su ideología. Han convertido la hermosa Palestina en un centro que esparce veneno entre Estados Unidos y el mundo islámico, entre Europa y los árabes, entre árabes e iraníes, entre árabes y árabes, e incluso entre unos palestinos y otros palestinos.

La aparición de las tendencias ultrafascistas en el estado de Israel es la consecuencia natural de un siglo de construcción de una cultura de odio hacia el otro. No es en absoluto un fenómeno repentino que ha caído del cielo, sino más bien el resultado lógico de una cultura venenosa que fue trasplantada en Palestina. Actualmente, el mapa político de Israel señala claramente la desaparición de la izquierda y de las voces racionales que tratan de encontrar una solución justa y pacífica, lo que muestra al mundo una sólida indicación de la tenebrosa dirección en la que se encamina Oriente Próximo.

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