Toca reírse de los perdedores en las elecciones

Albdelbari Atuán
AL QUDS AL ARABI
Traducido por Al Fanar Tradcutores
12/06/09

Quienes sigan los medios de comunicación de los países del eje moderado y la situación de alegría del mal ajeno que reina en ellos tras el anuncio de los resultados de las elecciones parlamentarias libanesas, la madrugada del pasado lunes, tendrá la impresión de que los árabes han conseguido una victoria histórica sobre un enemigo terrible que venía ocupado su territorio humillando su dignidad nacional.

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Una situación árabe de hambre morbosa sin precedentes y un ataque sin conciencia cuya razón es el odio, mezclado con el rencor hacia Hezbolá, líder del Grupo del 8 de Marzo. Los amos de estas campañas sectarias enfurecidas olvidan que hay cristianos, musulmanes sunníes, drusos y armenios en este Grupo del 8 de Marzo, que quisieron encarnar una alianza nacionalista que acabase con el feudo político responsable de la mayoría de las crisis que atraviesa el país.

En las elecciones libanesas, la competencia no ha sido entre un «eje árabe» y un eje persa, como algunos han querido imaginar en los aparatos mediáticos de los países moderados, sino entre un eje que cree en la cultura de la resistencia, que liberó la gran parte de los territorios libaneses ocupados, y un eje que no acepta esa cultura, a la que combate bajo diferentes denominadores como «pragmatismo» o comprensión de las ecuaciones internacionales.

Cuando EEUU e Israel se sitúan codo con codo junto al eje moderado, más concretamente con Arabia Saudí y Egipto, para hacer frente al Grupo del 8 de Marzo y movilizan a sus partidarios, los importan en aviones y destinan millones de dólares a ese objetivo, están polarizando el miedo que vive la zona y que se ha reflejado en gran medida en las últimas elecciones libanesas.

EEUU e Israel han empleado «el arma del miedo» político para conseguir una victoria frágil en estos comicios; el primero, amenazando con frenar la ayudas económicas y con declarar Líbano un país terrorista desertor; el segundo, apuntando que declararía la guerra y destruiría Líbano en caso de que las elecciones las ganara la oposición olvidando al primero, el autoproclamado líder de mundo libre. El segundo, que se vanagloria de ser la única democracia de la región, ha ignorado que, sea cual sea el bando ganador, es resultado de la elección del pueblo libanés a través de las urnas en un proceso democrático libre y transparente que es el más antiguo de la zona, más aún que el propio establecimiento del Estado de Israel.

Recordemos aquí que el grupo perdedor en estas elecciones fue el que infligió la mayor y más desastrosa derrota al Estado hebreo, le partió la nariz a su ejército invencible y lanzó mil cohetes a la profundidad de Israel. ¿La derrota de este grupo nacionalista merece todos esos festivales de alegría que presenciamos en más de una capital árabe, más concretamente en Riad y El Cairo? Las reacciones de algunos países árabes, de su prensa y sus escritores de tendencia vengativa, es el mejor exponente de la dimensión de la injerencia directa de estos países en los asuntos internos de Líbano, más aún cuando han construido sus posturas hacia este país sobre el discurso de impedir las injerencias externas, más concretamente la siria y la árabe. Cuando nos sale uno de los grandes medios árabes con este titular «Han sido derrotados» como primera reacción a la victoria de sus partidarios en las elecciones, sólo está probando la dimensión de esa injerencia, la alegría del mal ajeno y las tendencias vengativas.

Hay que decir que la reacción de las Fuerzas del 14 de Marzo ha sido más elegante, más razonable y más responsable que la de los países del eje moderado y sus aparatos mediáticos. En cuanto fueron anunciados los resultados, el líder del partido Al Mustaqbal, Saad Hariri, salió para pedir a sus partidarios que no exageraran en la celebración de la victoria. Por su parte, el líder de la otra parte, Hasán Nasralá, estuvo magnífico cuando se apresuró a pronunciar un discurso reconociendo los resultados y confirmando su respeto a la opción libanesa popular democrática. Nabih Berri no dudó en repetir el mismo tono. La armonía entre él y Walid Yumblat fue el primero de los síntomas de una nueva etapa de acuerdo que podría asomar la cabeza en la próxima época.

No podemos sino sentir amargura al ver cómo se usa al «ogro» de Irán para atemorizar al votante libanés, para que retire la vista de Israel, que ocupa la tierra libanesa y los territorios de otros países árabes. Tal vez sea este «logro» la prueba del éxito del plan que pretende formar una alianza árabo- israelí contra Irán en un futuro cercano. Discrepamos con muchos de quienes intentan hacer ver que la división general vivida por Líbano ha sido sectaria ¿Qué hacen entonces en esta situación Michel Aaún, cristiano, Omar Karami, musulmán sunní, y Talal Arslán, druso, en el Grupo de 8 de Marzo? Lo mismo se puede decir de Walid Yumblat, Saad Hariri en el ejército de Samir Geagea y Emile Yemaiel. La variedad sectaria y doctrinal en Líbano debe ser una fuente de riqueza y distinción si se construye sobre un juramento firme de convivencia y cooperación por la reconciliación del país y lejos de las injerencias externas que siempre operan para sembrar las semillas del sectarismo, agravando la situación y empujando en dirección a la guerra civil, tal y como hemos visto en más de un periodo previo.

Queremos ver más candidatos chiíes en la lista del 14 de Marzo y en cargos principales del próximo gobierno. También queremos más candidatos sunníes en las listas de Hezbolá. Líbano, un país en el que las designaciones y los grandes puestos se otorgan en función del sistema de cuotas sectario, debe atender a estas cuestiones y romper con esa tradición que es una marca de atraso y de feudalismo político y sectario.

Saad Hariri puede, al haber obtenido la mayoría de los escaños del Parlamento (71), formar un nuevo gobierno con toda comodidad, pero no puede gobernar el país y llevarlo a la estabilidad sin cooperar y coordinarse con el grupo de la oposición. Podría obtener a la mayoría parlamentaria pero no de forma

irrevocable se haría con la mayoría popular (55 para la oposición y 45 para los partidarios del 14 de Marzo). Con el mismo espíritu decimos que el grupo ganador debe tranquilizar a la oposición y decirle que no puede gobernar aislado de su apoyo y respaldo. La oposición debe al mismo tiempo tranquilizar al vencedor de que, a cambio, sus armas no apuntarán en otra dirección otra vez porque éstas sólo se van a dirigir hacia Israel.

Deseamos ver un cambio en el mapa político libanés en la próxima etapa cuyo titular sea el cese de la guerra mediática y de la escalada sectaria entre los elementos de la ecuación política libanesa, desde la cúspide hasta la base. Si el lenguaje de Hariri, Nasralá, Yumblat y Berri es equilibrado, su público y sus medios de comunicación deben reflejar ese equilibrio de forma seria y responsable. La reconciliación política no puede producirse sin la reconciliación mediática y es preferible que la segunda sea preámbulo de la primera.

Esperamos el día en el que desaparezcan esos lamentables nombres del 14 de Marzo y el 8 de Marzo a través de una nueva alianza establecida sobre los principios firmes de Líbano, porque esos nombres hacen referencia a odiosas divisiones, nos recuerdan a otras referencias similares que palestinos y libaneses han comenzado a superar en aras del hermanamiento y la convivencia, como el 17 de septiembre de 1982 (la matanza de Shabra y Shatila) o el 13 de abril de 1975 (el inicio de la guerra civil), entre otras.

Para terminar, decir que la región está abocada a vencimientos de plazos que podrían poner patas arriba las ecuaciones políticas y que giran en torno a los dos polos de la lucha actual, es decir, EEUU e Irán. Deseamos que aquellos que se mofan de la derrota de la alianza de Hezbolá se detengan por un momento,piensen y reflexionen sobre que pasaría si esos dos polos se entendieran sobre el reactor nuclear iraní o si no se entendieran y la región se encaminase a una guerra.

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