China: Intelectuales cierran filas ante crisis en Xinjiang

Antoaneta Bezlova
IPS
30/07/09

La mayoría de las víctimas de los disturbios de Xinjiang son uigures, según exiliados

Intelectuales chinos habitualmente críticos han exhibido en las últimas semanas inusuales muestras de patriótico apoyo al gobierno en su campaña contra las protestas en la noroccidental región autónoma de Xinjiang, de mayoría musulmana.

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Por diversos medios, muchos de ellos han expresado su rechazo a las "fuerzas extranjeras hostiles" a las que acusan de incitar la ola de violencia que sufre la región desde comienzos de este mes.

Estas declaraciones responden a presiones del gobierno comunista en Beijing, indican distintas versiones, según las cuales crece también, discretamente, el malestar en otro sector de intelectuales que cuestionan la política del régimen hacia las minorías religiosas y étnicas.

La crisis en Xinjiang, que se ha cobrado hasta ahora 197 vidas, se ha rebasado más allá de las fronteras de esta región autónoma, riquísima en recursos naturales.

La onda expansiva llegó la semana pasada a Australia, más específicamente al Festival Internacional de Cine de Melbourne, el principal de ese país, que comenzó el día 24 y concluirá el 9 de agosto.

Varios cineastas chinos decidieron boicotear el festival en protesta por la inclusión en el programa de un documental sobre Rebiya Kadeer, líder uygur (etnia que constituye 45 por ciento de la población de la región) acusada por Beijing de instigar los disturbios desde su exilio estadounidense.

Entre los directores que retiraron sus filmes de Melbourne figuran el multipremiado e independiente Jia Zhangke. De inmediato, el gobierno chino calificó a este artista crítico del régimen de "patriota".

"Sentimos que aparecer con Rebiya en un festival rigurosamente politizado habría sido cruzar una línea inaceptable e inapropiada para nuestras emociones y nuestra conducta", declaró el cineasta a través de un comunicado.

Su compañía productora, Xstream, "decidió unánimemente retirarse" del festival, agrega el texto.

Los organizadores del festival informaron que trataron de investigar si Jia había actuado bajo coacción del gobierno. El cineasta ha estado inaccesible desde entonces, por lo que no pudo ser consultado al respecto.

Otro cineasta, Feng Xiaogang, considerado el padre del melodrama chino y un peso pesado de la industria, dijo la semana pasada a la agencia de noticias Xinhua que los festivales deben propiciar el intercambio artístico y cultural, y no "el teatro político"..

Eso fue, según él, lo que hicieron los organizadores del festival de Melbourne "al invitar a Rebiya Kadeer, una mentirosa política".

Otro dato singular es que las películas chinas retiradas del festival no eran, de ningún modo, patrocinadas por el Estado.

"Llorando a mares", de Jia, ilustra la decadencia del idealismo chino sumergido por la ola modernizadora de las últimas décadas. El documental "Petición", del director Zhao Liang, describe el estado actual de la antigua tradición china de elevar quejas a las autoridades centrales para contrarrestar abusos de funcionarios locales.

Así, con la ayuda de artistas e intelectuales rebeldes e inconformistas, el gobierno chino fortaleció sus gestiones para legitimar ante la comunidad internacional sus acciones en Xinjiang.

Los disturbios estallaron en Urumqi, capital de Xinjiang, el domingo 5, mientras numerosos ciudadanos encabezados por estudiantes se lanzaron a las calles en protesta por el asesinato, el 26 de junio, de dos emigrantes internos de la etnia uygur en la sudoriental provincia de Guangdong.

La pelea en una fábrica de juguetes de la ciudad industrial de Shaoguan se detonó luego de la difusión de rumores por Internet, que a la postre resultaron falsos, según los cuales trabajadores uygures habían violado a dos obreras del establecimiento.

Pero las autoridades chinas aseguran que los disturbios en Xinjiang fueron azuzados por "unidades terroristas" que operan en el sur y el oeste de la provincia "infiltradas" en la ciudad de Urumqi.

Las acusaciones de Beijing se concentran en la figura de Kadeer, de 62 años, adinerada empresaria residente en Estados Unidos.

La versión oficial china indica que las fuerzas de "Turkestán Oriental" --como denominan a grupos independentistas uygures a los que atribuyen vínculos con organizaciones islamistas armadas y extremistas-- consideran a Kadeer su portavoz internacional, en un rol comparable al del líder espiritual de Tíbet, Dalai Lama.

Las reacciones internacionales a la versión oficial china fueron muy variadas.

El gobierno de Japón, por ejemplo, irritó al de China al expedir una visa de ingreso a Kadeer. India, en cambio, se la negó, incluso antes de los disturbios de este mes.

El gobierno ha intentado acallar las voces que disienten con su versión sobre la causa de las protestas. Mientras, intelectuales chinos han mostrado su desconfianza frente a esta versión desde el año pasado, cuando los disturbios en Tíbet demolieron la imagen oficial de una sociedad armoniosa en esa conflictiva región.

El debate sobre la situación de las 56 minorías étnicas de China gana espacio poco a poco, a pesar de la resistencia de las autoridades. Y dos visiones contradictorias se están abriendo paso.

Según la primera, la prioridad es el derecho al desarrollo de la mayoritaria etnia han, que constituye 91 por ciento de la población nacional.

La segunda ubica la raíz de los disturbios en el resentimiento, entre otras, de las comunidades tibetana y uyghur, perjudicadas en sus propias regiones por el proceso de modernización económica impuesto desde Beijing.

Un representante de la primera posición es el profesor de sociología Ma Rong, de la Universidad de Beijing. El régimen comunista chino no reconoció, como sí lo hizo el de la disuelta Unión Soviética, el derecho a la autodeterminación de las minorías, explicó.

Pero sí les ofreció algunos privilegios sociales que fueron luego explotados por elementos hostiles, como excepciones a la política de planificación familiar de "un hijo por pareja", ventajas en el sistema educativo y programas financieros y de infraestructura dirigidos a impulsar su desarrollo económico.

Para Ma, reconocer el derecho a la autonomía de los territorios en los que predominan minorías étnicas conduciría a la politización de sus identidades, un fenómeno que, en última instancia, fue un factor decisivo en la disolución de la Unión Soviética.

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