Las nanotecnologías en un mundo disfuncional

Ernesto Estévez Rams y Beatriz Aragón Fernández
Rebelión
27/07/09

Se hace necesario conformar una estrategia que, desde lo político y lo social, se contraponga a la amenaza del uso imperial de las nanotecnologías

La nanociencia y la nanotecnología son resultado de la habilidad lograda por el hombre de manipular la materia a la escala del nanómetro. Un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro. Para tener una idea de la pequeñez de esta escala, si redujéramos el universo de tal manera que una mosca tuviera un tamaño de cien nanómetros, la distancia de la Habana a Tokio resultaría aproximadamente la distancia del Capitolio a la Universidad de la Habana.


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Lo que hace única a esta escala, es que en ella es donde se define la naturaleza de los materiales. Pongamos por ejemplo al Carbono. Como elemento, el Carbono constituye el grafito de los lápices: frágil, de color negro, su cohesión es tan débil que permite al escribir dejar en el papel millones de sus átomos con sólo rozarlo sobre el pliego. Pero es ese mismo carbono, el que forma el material natural más duro que se conoce: el diamante. El diamante es tan brillante y transparente que se utiliza para hacer joyas y su dureza es tal, que es el material industrialmente más utilizado para aplicaciones abrasivas de alto rendimiento. Si esto fuera poco, el Carbono es constituyente fundamental de la materia orgánica, forma parte de todas las células y por tanto de todos los organismos vivos incluyendo al hombre. Es en la escala nanométrica donde se decide si los átomos de carbono serán grafito, diamante o parte de nosotros mismos.

La capacidad técnica de crear, o dominar, las características de los materiales a esa escala, abre las puertas a decidir de manera directa sobre las reglas del juego de la naturaleza teniendo como límite último cercano, las propias leyes naturales y no impedimentos tecnológicos. En términos gráficos es, en lo que respecta a los materiales, acercarnos a la última frontera.

Las implicaciones de esta realidad difícilmente puedan ser calculadas ahora en su totalidad.

La Iniciativa Nacional para las Nanotecnologías (NNI, siglas en inglés) es un plan estratégico aprobado por el gobierno de los EE.UU en el 2001 [1], resultado de iniciativas y estudios anteriores realizados desde, o apoyados, por la Fundación Nacional de la Ciencia (NSF, siglas en inglés) y transnacionales norteamericanas [2]. El propio año en que se aprobó la NNI, el presupuesto federal para las nanotecnologías casi se dobló alcanzando los 495 millones de dólares, del cual, cerca de un 70% se destinó a financiar investigaciones realizadas desde las universidades.

El sentido estratégico de la Iniciativa fue claramente expresado por el Comité Asesor del Presidente (de los EE.UU) para la Ciencia y la Tecnología, al afirmar que la NNI establecía “un excelente marco multiagencia para asegurarle a los Estados Unidos el liderazgo en este campo emergente, que será esencial en el liderazgo económico y de seguridad nacional en la primera mitad del siglo XXI” [3].

La Iniciativa establecía nueve grandes retos (Grand Challenges), potenciales puntos de inflexión en la revolución nanotecnológica:

1. Materiales nanoestructurados por diseño: Más fuertes, más ligeros, más duros, autoreparables y más seguros. Se trata de desarrollar la tecnología que permita diseñar materiales de acuerdo a un propósito predeterminado, que sean multifuncionales, es decir que combinen las mejores propiedades de varios materiales naturales, lo hagan de forma inteligente y se adapten a un entorno cambiante. El reto se describe como lograr un material diez veces más fuerte que el acero, diez veces más liviano que el papel, que pueda ir desde paramagnético hasta superconductor, transparente a la luz visible y con un punto de fusión alto.

2. Nanoelectrónica, optoelectrónica y magnetismo. Se pretende desarrollar dispositivos y estructuras nanométricas que permitan aumentar la velocidad de las computadoras en millones de veces, lograr capacidad de almacenamiento de información digital en un sólo dispositivo de más de un Terabyte (1 Terabyte = 1024 Gigabyte =10242 Megabyte =10243 kilobyte =10244 byte=243 bits, equivalente a 8 796 093 022 208 respuestas de si o no)

Si dedicáramos un bit (un cero o un uno) para señalar si una estrella es más brillante o no que nuestro sol, en un disco duro de 1 Terabyte cabría la respuesta correspondiente para todas las estrellas de la vía láctea y aún tendríamos espacio para describir exhaustivamente el procedimiento utilizado.

Se proyecta el ancho de banda para las telecomunicaciones aumentarlo en cientos de veces. No menos importante es la visión de dispositivos cibernéticos que mezclen objetos biológicos y no biológicos para crear sensores y otros aparatos de nueva generación.

3. Atención médica avanzada: Terapéutica y diagnóstico. Este reto plantea lograr métodos de diagnóstico celular que permitan la detección temprana de enfermedades como el cáncer, métodos revolucionarios de imageneología, materiales biocompatibles de nueva generación, sistemas de entrega controlada de fármacos y dirigidas al blanco, dispositivos para implantes de visión y capacidad auditiva, sensores remotos para el monitoreo de los signos biológicos del ser humano entre otros.

4.mProcesos en la nanoescala para el mejoramiento ambiental. Desarrollar procesos de manufactura 100% verdes, manejo efectivo de los desechos, descontaminación masiva de agua y del aire en el orden nanométrico. Monitoreo continuo y distribuido de los niveles de contaminación abarcando áreas geográficas completas.

5. Conversión eficiente y almacenamiento de energía. La iniciativa plantea como reto doblar la eficiencia de las celdas solares fotoeléctricas y de las celdas de combustible. Reducir dramáticamente el costo energético de los procesos productivos, el transporte, la descontaminación y los procesos domésticos y residenciales.

6. Microvehículos para la exploración e industrialización espacial. Se proyecta la posibilidad de tener presencia continua en el espacio fuera del sistema solar con el uso de microvehículos espaciales. Reducir el tamaño y costo energético de los vehículos espaciales en al menos diez veces.

7. Nanobiosensores para la detección de enfermedades infecciosas y amenazas biológicas. Detección temprana y diagnóstico masivo de enfermedades infecciosas, agresiones biológicas o químicas y la protección masiva de la población, así como la reparación de daño biológico, son algunas de las áreas cubiertas por este reto.

8. Aplicaciones para la transportación barata y segura. Se habla de vehículos más ligeros y eficientes a la vez que más seguros y duraderos. Vías más seguras autoreparables, puentes anticorrosión. Menor costo ambiental asociado a la transportación. Organización inteligente de la transportación, monitoreo continuo de condiciones viales, tráfico y accidentes.

9. Seguridad Nacional. Se quiere mantener y extender la tecnología que permita el dominio militar rápido, disminuyendo el riesgo para el combatiente. Mejorar la efectividad del arsenal nuclear. Tener capacidad de comunicación instantánea a nivel global, identificación de amenazas, encriptación segura, reconocimiento del habla. Imageniología multiespectral para la identificación de objetivos y la navegación segura a cualquier hora o en cualquier escenario ambiental. Armas más inteligentes, vehículos no tripulados, sensores distribuidos. Tecnología para el desarrollo de modelos de simulación de armas de nueva generación.

La NNI se le actualizó con un plan estratégico en Diciembre del 2007 [4], para ese año el presupuesto anual ya fue de 1425 mil millones de USD, lo cual casi triplicó el presupuesto del 2001. La actualización ahora recogía cuatro objetivos:

1. Realizar un programa de investigación y desarrollo de nivel mundial.

2. Impulsar la transferencia de las nuevas tecnologías a los productores para lograr beneficios comerciales y públicos.

3. Desarrollar de manera sostenible recursos educacionales, una mano de obra calificada y la infraestructura y herramientas necesarias para hacer avanzar la nanotecnología.

4. Apoyar el desarrollo de una nanotecnología responsable.

En el suplemento para el presupuesto del NNI para el año 2010 [5], se propone una inversión de 1.6 mil millones de USD, lo cual hace llegar a la cifra de 12 mil millones de USD la inversión acumulada desde el 2001 hasta la fecha.

Aún cuando los documentos de la NNI, al igual que otros documentos del gobierno de los EE.UU en el tema de las nanotecnologías, son una mezcla de previsiones racionales y exageraciones conscientes que reflejan en algunos casos deseos y en otros, intentan justificar los montos tremendos de financiamiento (ver análisis de Delgado[6] y de Estévez [7]), una ojeada a estos datos e informaciones de inmediato permite llegar a la conclusión de que los EE.UU, asume a la nanotecnología como una revolución científico técnica que permeará todas las áreas de la actividad humana. En un conocido fenómeno de profecías autocumplidas, este escenario futuro no sólo se prevé sino que se trabaja para su realización. Tal propósito no debe sorprendernos.

Desde el nacimiento mismo del capitalismo pero con carácter central a partir de la Segunda Guerra Mundial, los centros capitalistas de poder han visto en cada salto de la revolución científico técnica una oportunidad de mantener su superioridad geopolítica y al mismo tiempo, una amenaza a esa propia hegemonía. EE.UU ha hecho de la ciencia y la tecnología el acero con el que conforma su lanza militar y su lanza económica, a la vez que sirve también como componente fundamental de su escudo ideológico.

Superados ampliamente en el debate ético, político, moral e incluso medioambiental, en peligro de ser superados además en el debate económico, los EE.UU hace de la superioridad científico técnica el refugio ideológico desde donde intentar seguir proyectando la ilusión de ser portadores del único sistema capaz de garantizar el progreso humano. Por tanto mantener el liderazgo científico-técnico, no es sólo un imperativo económico y militar, sino además, una cuestión de vida o muerte también en el campo de las ideas. Más aún, previendo en el futuro la inevitabilidad de su declive en otras áreas, proyectan garantizar su supervivencia y preponderancia con los mecanismos de control orwelliano tanto a nivel global como doméstico, que la ciencia y la tecnología pudieran proveerles.

La lógica de la revolución nanotecnológica sigue esta dinámica. A diferencia de otras revoluciones tecnocientíficas que se dieron dentro del contexto de la guerra fría y fueron marcadas por esta, como el desarrollo nuclear, o más adelante la biotecnología, que comenzó a darse en un contexto eufórico del derrumbe del campo socialista y la filosofía del fin de la historia, la revolución en la nanotecnología ocurre en el incierto inicio del siglo XXI. En esta época el capitalismo ya no se siente eterno e insuperable y la hegemonía norteamericana muestra significativas grietas. Esta realidad condiciona el discurso político alrededor de las nanos “ . .. la continuidad del liderazgo económico y la seguridad nacional de EUA en el siglo XXI, requerirá de un significante y sostenido incremento en IyD de la nanotecnología en los próximos 10 a 20 años [...] Ahora es tiempo de actuar” (Consejo Asesor del Presidente para la Ciencia y la Tecnología)

Desde el punto de vista ético, y la ética permea cualquier otro aspecto que tratemos, dos peligros son usualmente señalados. Por un lado está la posibilidad de alterar la naturaleza de lo vivo, algo ya posible con el desarrollo de la ingeniería genética, pero ahora potenciado hasta los límites en su confluencia con las nano. Por otro, el peligro de los nanotóxicos: partículas nanométricas liberadas al ambiente de forma abierta o como parte de productos comercializados que han llegado al mercado sin regulación de ningún tipo [8].

Es la discusión sobre los peligros tóxicos lo que pretende dominar la discusión de las implicaciones sociales de las nanotecnologías. La propia NNI concentra su objetivo cuatro en desarrollar una nanotecnología responsable casi exclusivamente en el tema de los nanotóxicos y le dedica una suma millonaria al tema (88 millones de USD en el presupuesto del 2010).

Lo interesante es que paralelo a investigaciones en toxicología, la NNI plantea tareas claras de control doméstico e internacional. Plantea la conveniencia de establecer regulaciones no sólo hacia los Estados Unidos sino además, incidir sobre las políticas internacionales, los órganos correspondientes de las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, etc.

La Agencia de Protección Ambiental de los EE.UU (EPA, siglas en inglés) dirige programas internacionales para la evaluación y regulación de riesgos para la salud y el ambiente de las nanotecnologías [1,4,5,9]. Por ejemplo, la EPA dirige un proyecto que involucra a 30 países miembros de la OECD y otros no miembros para juzgar catorce nanomateriales en 59 ambientes distintos. Otras agencias norteamericanas organizan talleres para la determinación de normas a usar en la caracterización nanotecnológica incluyendo la evaluación de los efectos tóxicos. Desarrollan sistemas de bases de datos sobre nanotoxicología para uso internacional, organizan eventos para el diseño de protocolos globales que sirvan en la evaluación de emisiones de nanomateriales, coordinan actividades bajo la Organización Mundial de la Salud para promover y entrenar sobre buenas-prácticas globales en nanotecnología [10].

Toda esa actividad, que públicamente se declara con fines altruistas de preocupación ambiental y de salud, no puede verse divorciada de los otros objetivos hegemónicos de la NNI. De hecho permiten penetrar las iniciativas nano de otros países, fiscalizarlas y controlarlas. Los objetivos de la NNI han de verse como un todo y dirigidos a lograr la hegemonía tecnológica sobre las nano que le garanticen la preponderancia económica, política y militar mundial.

Pero, más allá del reto de los nanotóxicos, la nanotecnología también hace posible, en su convergencia con la tecnología de la información y de lo cognitivo, desarrollar medios de control individual a nivel masivo o mecanismos de control social individualizados. De este aspecto ético se habla menos. Control remoto de movimiento en tiempo real, vigilancia electrónica satelital, acceso a información privada vienen a la mente [11].

En un disco duro de un Terabyte, comunes ya gracias a la nanotecnología y que se puede comprar a menos de 300 USD y ser puesto en una computadora personal estándar, podríamos dedicarle una ficha de entrada de 183 bytes a cada habitante de los estimados 6.5 mil millones de habitantes del planeta. En ese espacio cabría en promedio, el nombre completo de la persona, su fecha de nacimiento y su nacionalidad. Si utilizamos algún algoritmo de compresión este espacio bastaría para agregar al menos su dirección postal y su nivel de educación. Si esta capacidad es una realidad a nivel de los hogares, sólo podemos imaginarnos la capacidad de almacenamiento en organismos y agencias gubernamentales de los países imperialistas.

Como no basta con la capacidad de almacenar la información, sino que se hace imprescindible la capacidad de adquirirla, la nanotecnología, en convergencia con la informática, permite el desarrollo de sensores de vigilancia remotos y la comunicación global casi instantánea para llenar ese hueco.

Otro tema ético del que no se habla tan a menudo, es la invasión tecnológica a los países periféricos y la amenaza cultural que esto representa. Además de crear una ruptura con las culturas autóctonas y proyectarlas como “obsoletas”, las invasiones tecnológicas son otra forma de invasión colonial. Como ha sido discutido con anterioridad [7], el analfabetismo científico conlleva a percibir los avances tecnológicos con la misma actitud con la que, en etapas anteriores de la humanidad, se percibía la magia. Este fenómeno no es exclusivo del subdesarrollo, sino que está presente en todas las sociedades, sin embargo, en el caso del mundo subdesarrollado, la ventaja tecnológica del norte desarrollado es impuesta como una muestra de superioridad cultural y es utilizada como arma ideológica que pretende, y logra, trasladar la admiración acrítica a la tecnología, a una admiración hacia las sociedades que la producen.

Este tema del colonialismo cultural tecnológico no nació con las nanotecnologías, pero queda dramáticamente potenciado por la capacidad que esta tiene de abrir más el abismo tecnocientífico entre centros desarrollados y periféricos.

La nanotecnología también plantea amenazas en el terreno de la exclusión tecnológica. El área más evidente de cierre de oportunidades es la del uso agresivo de las patentes para echar el cerrojo a las puertas de áreas enteras del conocimiento. En el caso de las nanotecnologías, la amenaza es aún mayor por el carácter habilitante de esta ciencia [12]. Se corre el riesgo de que cuando en nuestros países se llegue a un camino determinado de potencial utilidad, nos encontremos conque la puerta ya está cerrada. Esta locura de patentar, no ya inventos sino conocimiento, no es nueva, y se observa en estos momentos con mayor dramatismo en el área biológica. Si tuviéramos que buscar los orígenes de esta pŕactica, quizás la patente otorgada al premio Nóbel Glenn T. Seaborg en 1964, sobre dos elementos químicos, americio y curio sea el ejemplo pionero. La debilidad de patentar conocimiento por parte de los países subdesarrollados ha sido discutido en otros trabajos. Sólo basta señalar que hasta el 2002 en las primeras veinte organizaciones con mayor número de patentes no hay una sola entidad del tercer mundo y las primeras siete son norteamericanas, que además sólo dejan escapar cuatro lugares en este hit parade [13].

Como ya hemos visto ocurrir en el caso de las patentes de códigos genéticos y otras barbaridades, en el área nanotecnológica se debe prever escenarios donde se patenten mecanismos naturales de adaptación de especies biológicas. Hacer de la diversidad biológica un activo tangible es ya una realidad en el área de la ingeniería genética y ha sido denunciado [14]. Imagine una compañía o grupo del primer mundo que, estudiando una especie exclusiva de nuestras regiones, descubre que un reptil determinado utiliza para su locomoción de un mecanismo basado en una adaptación natural que ocurre a la escala nanométrica y decide patentarlo. Tales historias ya ocurren. A la salamandra de la familia Gekkonidae, que se puede hallar en climas cálidos, se le ha descubierto un mecanismo de adherencia que le permite caminar sobre cualquier superficie por lisa que sea. Esta asombrosa adherencia tiene su origen en protuberancias tamaño nanométrico, en la superficie de sus patas. Este mecanismo es la patente norteamericana 737160 del 2004 y tiene otras cinco patentes derivadas [15], con ello cubren posible aplicaciones de este mecanismo natural. La investigación no es nano, pero sus implicaciones lo son.

En el terreno ético-político-militar, las nanotecnologías brindan la posibilidad de hacer carreras armamentistas “convencionales” que escapan a los mecanismos legales de los actuales tratados internacionales sin violarlos. Los EE.UU lo tienen claro “Promover intensamente el campo emergente de las nanotecnologías es, sencillamente, un imperativo militar (...) de vida o muerte”. El Departamento de Defensa de los EE.UU le destina alrededor de 400 millones de USD a la nanotecnología desde al menos el 2002 [16], a ello habría que sumarle los fondos no asignados por el Pentágono que van a tareas de investigación con salidas militares y los destinados por las compañías del Complejo Militar Industrial.

A modo de ejemplo sobre los objetivos concretos de estos financiamientos, en el Massachusetts Institute of Technology se ha creado el Instituto para El Soldado Nanotecnológico, cuyo objetivo manifiesto es la creación de un supersoldado invulnerable e invencible. Se trata de crear una armadura individual ligera, adaptable al medio ambiente, resistente, que aumente la capacidad física del soldado, le monitoree sus signos vitales, se comunique con un centro de control remoto que puede indicarle como tratar al soldado herido o enfermo. Aún cuando las pretensiones pueden no ser satisfechas, el director del instituto, Dr. Ned Thomas nos aclara “Imagínese el impacto psicológico sobre el enemigo cuando se encuentre con pelotones de aparentemente guerreros invencibles protegidos de una armadura y capaces de habilidades superhumanas tales como saltar sobre muros de 20 pies de altura” [17].

En terrenos más peligrosos aún tenemos el desarrollo de municiones que actúan sobre objetivos individuales preestablecidos y que no pueden clasificarse como armas prohibidas, aunque sus efectos sean similares.

Este aspecto ético-político-militar tiene otras ramificaciones. Con creciente intensidad se habla, desde los EE.UU, de otro peligro nanotecnológico. Tanques pensantes norteamericanos comienzan a retumbar tambores de guerra advirtiendo de los catastróficos peligros de que las nanotecnologías caigan en las manos equivocadas : grupos terroristas y estados fallidos o canallas

El conocido “disidente” de la era soviética Lev Navrozov, ahora presta su pluma para advertir del peligro de una China nanotecnológica comparando este contexto con el que existía durante la II Guerra Mundial cuando los nazi amenazaban con construir una bomba nuclear. La respuesta por supuesto, ha de ser similar a aquella amenaza, un proyecto Manhattan para neutralizar la amenaza antes de que sea demasiado tarde [18,19].

El cinismo de Mike Treder fundador del Centro para una Nanotecnología Responsable (CRN, siglas en inglés) va más lejos. Para Treder en un mundo donde “el desarrollo de la nanotecnología es permitido que prolifere, debemos esperar que muchos países alcancen su independencia económica y un poder militar sin precedentes”[20]. El cinismo de la ecuación 'independencia económica'='poder militar' es complementada por el lector medio norteamericano con 'amenaza a los EE.UU', alimentando la paranoia preferida de las élites norteamericanas. Si hubiera alguna duda sobre las intenciones del sofisma erigido por Treder, él mismo nos las despeja: “Cuando países individuales sean capaces de proveerse de sus propios bienes y servicios, sin necesidad de comercio importador y exportador, habrá menos incentivos para mantener buenas relaciones con otros”, para más adelante rematar que “en general, este cuadro no es bonito”.

El propio CRN advierte del peligro de que como resultado del desarrollo de las nanotecnologías “emerja un comportamiento económico anti competitivo” y que este resultado elimine los “beneficios de la economía de mercado libre” [21]. Por supuesto, se le olvida aclarar que se trata de los beneficios de una puñado de países desarrollados en contraposición con una inmensa mayoría de países pobres.

La solución que proponen a este “grave problema ” es instaurar un “control internacional” al desarrollo de las nanotecnologías, evitando programas nacionales o regionales independientes. El CRN propone mecanismos regulatorios internacionales con sistemas de seguridad internacional y un organismo fiscalizador a semejanza de la Organización Internacional de Energía Atómica [21]. Como quiera que el monitoreo nanotecnológico que ya vimos es parte de las acciones comprendidas en el NNI, es sólo posible con la infraestructura tecnológica existente en los países capitalistas desarrollados, ya podemos imaginar quienes serán los policías y jueces internacionales de las nanotecnologías que actuarán bajo la sombrilla neutral de un organismo de las Naciones Unidas.

El futuro parece prever escenarios donde legislaciones y regulaciones internacionales, propuestas por los centros de poder capitalistas, limiten de manera efectiva los esfuerzos del mundo subdesarrollado por emprender desarrollos nanotecnológicos independientes y aquellos que se atrevan a desafiarlos, serán objeto de sanciones económicas, políticas o incluso militares en nombre de la legalidad internacional. Ya sabemos quienes definen en este mundo a los estados canallas y fallidos. Escenarios similares ya los estamos viendo con Irán y su programa de desarrollo de la energía atómica.

Incluso llamados actuales a moratorias en las nanotecnologías, pueden derivarse en el futuro a prohibiciones de técnicas y métodos ya superados por los países desarrollados y erejirse en barreras tremendas para los países de menos desarrollo.

Quizás sea la revolución nanotecnológica en este mundo disfuncional, en el marco de la gran convergencia de las ciencias (ver análisis de Estévez [7]), la herramienta necesaria para realizar la pesadilla futurista de Phil K. Dick descrita en su novela “Sueñan los androides con ovejas eléctricas” publicada en 1968 y llevada al cine mucho más tarde en la película “Blade Runner”. Phil K. Dick dibujaba, para el entonces lejano futuro de 1992, un mundo decadente y deshumanizado donde la humanidad languidecía hacia la muerte social, en ciudades contaminadas luego de una devastadora guerra mundial. En un tiempo donde la tecnología había logrado crear androides casi idénticos a los humanos (excepto en su mucho más corto ciclo de vida y su carencia absoluta de empatía), la dependencia del ser humano a una tecnología que lo dominaba y enajenaba había llegado a los límites extremos. Los estados anímicos eran programados por un dispositivo tecnológico que le permitía al individuo “sintonizar” estados de ánimos como se sintonizan estaciones de radio. La alegría, la euforia, y hasta la depresión, eran de esta modo separados de la vivencia concreta por medio de lo tecnológico, y la condición humana ya no tenía fronteras claras con lo cibernético.

No creamos que se exagera. La tecnología en apariencia neutral, es en realidad, a través de su uso, portadora de una filosofía de vida determinada, de relaciones de poder, y condiciona en muchos casos la respuesta individual y colectiva a fenómenos sociales. Tan sólo veamos como ejemplo actual, la promoción masiva de una cultura enajenante que utiliza los medios modernos de telecomunicación y los dispositivos de entretenimiento, cada vez más individualizados, como los ipods y los MP3 (resultados de la nanotecnología) para lograr una población desideologizada, enajenada e idiotizada en el consumo de cultura dirigida y digerida. Todo ello dando lugar a individuos cada vez más aislados de su contexto social y su colectividad inmediata, descolocado culturalmente. Es la pretensión de sustituir de manera creciente las relaciones humanas directas por relaciones mediadas por lo tecnológico deshumanizador. ¿ Acaso esa realidad no se va pareciendo ya a la maquina sintonizadora de emociones de Phil K. Dick ?

En este escenario pesimista sobre el futuro, cualquier respuesta desde la izquierda a los retos que plantea el uso de la nanotecnología, que desarme y neutralice esa predicción y evite que se realice como una profecía autorealizada, debe partir de varios presupuestos: i) la revolución nanotecnológica es inevitable y está siendo y seguirá siendo impulsada por el capitalismo desarrollado; ii) los países subdesarrollados no están en lo inmediato en condiciones de competir tecnológicamente de manera global y en todas sus áreas, con el mundo desarrollado imperialista.

Estos presupuestos no implican que no haya nada que hacer, por el contrario, se hace necesario conformar una estrategia que, desde lo político y lo social, se contraponga a la amenaza del uso imperial de las nanotecnologías. A la vez, se debe ir creando y desarrollando de manera acelerada la base científico técnica necesaria para lograr desarrollos propios e iniciativas independientes. La amenaza de una estrategia revolucionaria de respuesta a la pretensión imperial en las nano ya va siendo avizorada por los propios centros de poder, que se mueven en la dirección de abortarla antes que nazca.

Hay que aceptar el reto tecnocientífico a partir de la integración regional de países de igual (sub)desarrollo con iniciativas regionales independientes de los centros de poder. La única manera de hacer frente a este reto es potenciando las fortalezas de todos mediante la integración. Buscar esquemas de desarrollo a través de redes propias, formación de recursos humanos en nuestras regiones e incluir en esa formación, los aspectos éticos y sociales de las nanotecnologías. No podemos supeditar nuestro desarrollo nanotecnológico a los centros de poder como meros apéndices de sus propias iniciativas como parecen sugerir algunos [22]. Para ello hay que poner las investigaciones en función de las necesidades económicas y sociales de nuestros contextos. Se deben buscar mecanismos para lograr la protección intelectual de nuestros recursos y conocimiento. Erigir desde nuestros países, barreras legales internacionales a los mecanismos de apropiación privada del conocimiento en el área nanotecnológica.

La adopción reduccionista de las nanotecnologías y otras áreas emergentes, tiene el peligro de no ver peligros al acecho desde la convergencia, el ejemplo de la salamandra ya descrito viene a la mente. Focalizar el desarrollo de la ciencia a áreas estrechas determinadas, como resultado de la escasez de recursos, puede a largo plazo, poner en peligro la propia área que se quiere potenciar. La amenaza de la nanotecnología de volver obsoletos productos biotecnológicos es un ejemplo. La necesidad cada vez más urgente por ejemplo de una ciencia biológica fuerte y bien desarrollada en nuestros contextos, capaz de estudiar a fondo nuestra diversidad, las especies que habitan nuestros entornos y adelantarse a que estos sean descubiertos y patentados por los villanos de siempre. Saltar la barrera de las limitaciones financieras de nuestros pueblos sólo es posible diseñando las estrategias de desarrollo con la lógica de la integración supranacional de los pueblos subdesarrollados.

Lamentablemente, la supeditación en la investigación nanotecnológica de los países del Tercer Mundo a los centros hegemónicos no se limita al terreno de la ciencia y la tecnología, sino además, se extiende al plano de las ciencias sociales. Se observa la pretensión de los EE.UU de no sólo subordinar los proyectos nanotecnológicos de los países periféricos a sus propios proyectos, sino que la misma pretensión incluye el ámbito de las investigaciones sociales en este campo. El estudio de las implicaciones sociales de las nano quiere reducirse a lo que ellos han identificado como significativo.

En esta misma lógica, la investigación social se pretende desarrollarla al margen e independiente de las investigaciones de los laboratorios nanos. Los científicos naturales y tecnólogos han de estar trabajando en su campo de acción, avanzando la nanotecnología y los investigadores sociales tienen otro campo de acción. El diálogo entre ambos se quiere meramente utilitario y no integrador, donde se vea el fenómenos nano como un todo único [23]. Este divorcio no es exclusivo del campo de las nanotecnologías y ya ha sido visto en otras áreas del conocimiento tecnocientífico. Este divorcio no tiene nada de ingenuo y es conscientemente promovido.

No podemos caer en el error de reducir la revolución nanotecnológica a su aspecto tecnocientífico. Ya hemos visto que los centros de poder no lo hacen. En el plano de las investigaciones hay que integrar en la batalla a todos los científicos naturales y sociales. La batalla al capitalismo no se ganará desde lo tecnológico, sino desde lo económico, lo social y lo político, pero en esta lucha, lo tecnocientífico jugará cada vez un papel más importante no sólo en términos prácticos sino además, en términos ideológicos. Se necesita de los científicos naturales para que entrenen a los investigadores sociales de izquierda en los términos, conceptos y leyes de las nanotecnologías, y se evite con ello errores pasados de querer asumir la lectura de lo científico desde la estrecha y dogmática visión de que la filosofía es suficiente para entenderlo todo. Se necesita de los investigadores sociales para que entrenen a los científicos naturales en las implicaciones sociales de su objeto de estudio, las sutiles trampas ideológicas al acecho, con ello se evita errores pasados de querer asumir la lectura de lo social desde la estrecha y dogmática visión de que la tecnociencia es suficiente para solucionarlo todo.

Se trata de realizar estudios desde una perspectiva humanística y por tanto con el hombre como centro de la tecnología, para ello se necesitan las dos partes: el investigador social y el natural. En el campo de las ideas, frente a la pretensión de reducir la tecnociencia a la fiebre consumista o utilitaria, se ha de contraponer una visión donde la tecnología se convierta en un factor emancipador del hombre no sólo a nivel de consumo material sino, y más importante aún, como instrumento en la búsqueda de nuevos horizontes que en tanto culturales sean espirituales. La batalla ética debe ser ganada en todos sus aspectos y no sólo en aquellos que interesan al capitalismo desarrollado.

Más aún, la batalla en lo político y lo legal ya comienza a darse con la ausencia casi absoluta de actores de la izquierda revolucionaria haciendo propuestas informadas y contrapropuestas viables en lo legislativo, regulatorio y organizativo a las iniciativas que parten del capitalismo desarrollado. Los países pobres no pueden terminar, como ya ha ocurrido, siendo rehenes de legislaciones internacionales discriminatorias que sirvan de justificación para agresiones económicas o militares. Se necesita formar en el campo revolucionario, diplomáticos, legisladores y decisores políticos especializados y bien informados en las complicadas sutilezas de las tecnociencias y en diálogo constante con los actores científicos. Desarrollar recursos humanos en el área legal, especializados en temas de convergencia científica, es un imperativo para investigar a fondo las implicaciones, en el campo del derecho, de las nanotecnologías. Todo ello para luchar por crear una conciencia internacional, desde el conocimiento, sobre las amenazas legislativas de las nanotecnologías. Avanzar desde estas etapas tempranas con iniciativas legales propias para incidir sobre el debate internacional. No se puede permitir que se regule y legisle a nivel internacional partiendo de las propuestas de los centros hegemónicos.

Hacia dentro de nuestras naciones pobres, el reto nanotecnológico no tendrá solución sin una transformación social profunda [24]. Con independencia de ella, si reducimos el reto nanotecnológico a crear enclaves de élite tecnocientíficos, se habrá perdido el reto de antemano. Esto ha sido analizado con anterioridad por diversos autores [7, 24] Se pudiera asumir una posición similar, aún desde presupuestos éticos diferentes, a la que se ha adoptado, pensando que la nanotecnología es la solución mágica a los problemas del subdesarrollo y que lo que se necesita es potenciar su desarrollo en términos tecnológicos exclusivamente.

Punto aparte merece el tema de la creación de una cultura general y la alfabetización científica de la sociedad para lograr poblaciones que perciban a la tecnología como aliada del hombre en la búsqueda de superar los problemas globales que enfrentamos. Un público educado es además un público alerta a las implicaciones ecológicas, medioambientales y de otro tipos de las nanotecnologías. Capaz de participar en un debate informado y ser parte de la toma de decisiones. No se trata de la educación utilitaria que pretende el capitalismo, cuyo fin inmediato es lograr poblaciones que asimilen los avances tecnológicos y no pongan en peligro el mercado de consumo que se crea. Se trata una vez más de lograr una visión humanística de la tecnología con el hombre en el centro de ella.

Estamos además en el deber ideológico de desbaratar el mito de la inferioridad tecnocientífica de los países subdesarrollados, mito que alimenta concepciones geofatalistas y racistas. Desbaratarlo a la vez que se demuestra la posibilidad de hacerlo con un contenido ético superior al que promueve el capitalismo desenfrenado.

La experiencia de Cuba en la biotecnología apunta a que es posible aceptar con éxito este reto con una adecuada visión de conjunto, donde a la excelencia científica se una la vocación social de la investigación, el servicio de los resultados al conjunto de los países pobres y a la vez, un retorno económico de los resultados de la investigación científica [25,26].

A la visión deprimente que nos vende el futuro posmodernista de Philip K. Dick, debemos contraponer nuestro propio sentido de futuro, donde un mundo mejor se construye desde la ética emancipadora de los pobres de la tierra. La ética emancipadora que Carpentier nos describía en el Reino de Este Mundo porque “ el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada” y esa sed de alcanzar la utopía es la única fuerza que la hará realidad.

Bibliografía

1. National Science and Technology Council, National Nanotechnology Initiative , Office of Science and Technology, USA, 2000.

2. Gian Carlos Delgado, Guerra por lo invisible: Negocio, implicaciones y riesgos de la nanotecnología, UNAM, 2008

3. National Nanotechnology Initiative web page, tomado de http://nano.org

4. National Science and Technology Council, National Nanotechnology Initiative: Strategic Plan , Office of Science and Technology, 2007

5. National Science and Technology Council, National Nanotechnology Initiative: Supplement to the President's FY 2010 Budget , Office of Science and Technology, 2009.

6. Gian C. Delgado Ramos, Entre la competencia y la dependencia tecnológica: la nanotecnología en el continente americano, Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, v.17, Madrid, 2008 , pp. 265-290

7. E. Estévez Rams, La Fábula de los tres hermanos: Las nanociencias y las nanotecnologías en el contexto cubano, Revista Temas, aceptado, por publicar.

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Autorizada su reproducción en medio impreso o digital siempre que se cite a los autores

Ernesto Estévez Rams
Instituto de Ciencia y Tecnología de Materiales (IMRE).
Universidad de La Habana
estevez@imre.oc.uh.cu

Beatriz Aragón Fernández
Universidad de las Ciencias Informáticas
beatriz@uci.cu

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