Irán-Israel: los intereses que subyacen en el enfrentamiento

René Naba
Renenaba / Rebelión
Traducido para Rebelión Por Caty R.
17/09/09

¿No proliferación o autonomía tecnológica de los países emergentes?

I. Irán, un caso típico

El presidente Barack Obama fijará el rumbo de su estrategia con respecto Irán con ocasión de la sesión especial del Consejo de Seguridad que presidirá el 24 de septiembre, y en la que, por primera vez en los anales diplomáticos, deberá celebrarse bajo su autoridad una cumbre de los quince Estados miembros de esta organización internacional, con el fin de inscribir el problema general del desarme nuclear y la no proliferación en el orden del día de la agenda internacional.

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Estados Unidos ostenta la presidencia de turno del Consejo de Seguridad en el mes de septiembre. Barack Obama ha querido aprovechar esta ocasión para dar una solemnidad especial a su compromiso a favor de la no proliferación y acreditar la idea de que el asunto iraní forma parte de un objetivo estratégico global de la diplomacia estadounidense: el desarme nuclear del planeta. La contribución de Obama podría reducirse a un efecto de propaganda contraproducente, que se podría percibir por parte de Irán y los demás candidatos al estatus nuclear como un ardid diplomático, si no va acompañada de compromisos firmes por parte de las demás potencias nucleares y un calendario de desarme obligatorio para Israel.

La reactivación de la política estadounidense con respecto al expediente nuclear iraní, a la que está asociada el «Grupo de contacto sobre Irán» (1), se desarrolla sobre el telón de fondo de una movilización psicológica, mediática y militar sin precedentes del campo occidental, espoleada por Israel, con el fin de conseguir el repliegue de Teherán en lo que Irán considera su principal realización estratégica desde la instauración de la República Islámica en 1979, hace treinta años: la ascensión al estatus nuclear, justificación suprema de todos sus sacrificios.

La ascensión de Irán al rango de «potencia nuclear», a pesar de un embargo de treinta años agravado por una guerra de casi diez años impuesta a Irán por medio de Iraq, ha suscitado la admiración de amplios sectores de opinión en hemisferio Sur, que han visto en esta indiscutible hazaña tecnológica la prueba perfecta de una política de independencia en cuanto que desemboca, para Irán, en la posibilidad de dotarse de una disuasión militar y mantener, al mismo tiempo su papel de punta de lanza de la revolución islámica.

Por eso, en una zona de sumisión al orden israelí-estadounidense, el caso iraní se ha convertido en un caso de manual, una referencia en la materia, y así, Irán se ha transformado en el punto de mira de Israel, su bestia negra, a raíz de la destrucción de Iraq en 2003. Desde el estancamiento estadounidense en Iraq, Dominique Strauss-Kahn, futuro director del Fondo Monetario Internacional y pro israelí declarado, por otra parte, dio la voz de alarma invitando a los países occidentales a rectificar la trayectoria y no seguir apuntando a Iraq, sino a Irán (2). Inmediatamente fue sustituido por el tránsfuga socialista Bernard Kouchner en su nominación al frente del ministerio de Asuntos Exteriores francés, tras su adhesión atlantista, así como por su padrino conjunto, Nicolas Sarkozy.

El presidente francés resumió la nueva posición francesa en una fórmula pretendidamente certera pero que resultó de una demagogia rudimentaria: «la bomba iraní o el bombardeo de Irán» (3). El despliegue militar francés en el Golfo, en Abu Dhabi, lo mismo que la escandalosa protesta francesa por los resultados de las elecciones presidenciales iraníes, así como las dudas de los franceses con respecto a la fiabilidad del director de la Agencia Atómica de Viena, el egipcio Mahmud el Baradéi, forman parte de esa lógica de guerra de la que la profesora francesa Clotilde Reiss fue, en julio y Agosto de 2009, una víctima, a título de daño colateral.

II. Primera prueba diplomática importante para Barack Obama.

La primacía de Israel condiciona el discurso mediático occidental y compromete la credibilidad de su proposición, ya que pone de manifiesto una diferencia de comportamiento de los países occidentales frente a las distintas potencias nucleares. Estados Unidos y la Unión Europea controlan el 90% de la información del planeta, y de las 300 principales agencias de prensa, 144 tienen su sede en Estados Unidos, 80 en Europa y 49 en Japón. Los países pobres, donde vive el 75% de la humanidad, poseen el 30% de los medios de comunicación del mundo (4).

Así, Israel, la única potencia nuclear de Oriente Próximo, se ha beneficiado constantemente de la cooperación activa de los Estados occidentales miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña) para dotarse del arma atómica, aunque sin adherirse al Tratado de No Proliferación.

Lo mismo ocurre con la India y Pakistán, dos potencias nucleares asiáticas antagonistas que se benefician, no obstante, de una fuerte cooperación nuclear por parte de Estados Unidos y Francia a pesar de que no han ratificado el Tratado de No proliferación Nuclear.

Por lo tanto, los argumentos occidentales ganarían en credibilidad si se observase el mismo rigor jurídico con respecto a los demás protagonistas de la cuestión nuclear, hasta el punto de que China y Rusia, los principales aliados de Irán, se han dotado de una estructura de impugnación del liderazgo occidental por medio de la organización de cooperación denominada «Grupo de Shangai», para establecer una «OPEP nuclear» que agrupa a los ex dirigentes del campo marxista (China y Rusia), así como a las repúblicas musulmanas de Asia central, con Irán como observador (5).

Así, como resultado de la presión de Israel, sustituido por sus aliados europeos, especialmente Francia, Irán se presenta como la primera prueba diplomática importante para Barack Obama, nueve meses después de su ascensión a la presidencia de Estados Unidos. Pero la focalización del debate en la cuestión nuclear iraní podría contrariar el enfoque binario de la nueva diplomacia estadounidense, dirigida a la promoción de un reglamento negociado del conflicto palestino-israelí, en paralelo con una neutralización de Irán -a falta de una normalización de las relaciones entre Irán y EEUU-, con el fin de desengancharse del atolladero afgano.

El esfuerzo de los halcones israelíes en torno al Primer Ministro Bejamin Netanyahu responde, de una manera subyacente, al ansia de relegar a un segundo plano, e incluso a ocultar, un elemento principal de la diplomacia internacional contemporánea, el bloqueo israelí sobre el arreglo de la cuestión palestina, hasta el punto de que los comentaristas pro israelíes no dudan en sugerir la posibilidad de un acuerdo implícito entre Israel y Estados Unidos que autorizaría al Estado hebreo a lanzarse al asalto de las infraestructuras atómicas iraníes, o al menos contra su aliado chií el Hezbolá libanés, en contrapartida de concesiones sobre la cuestión palestina, especialmente el cese de la judaización rastrera de Palestina, con vistas a la creación de un Estado independiente. Según un informe del Israeli European Policy, el coste de la colonización de Cisjordania se elevaría a casi 18.000 millones de dólares (6).

Parece que Barack Obama ha dado un frenazo a esta deriva al dar a entender que no va a dejar que le dicten su política. Este verano ha enviado tres emisarios a Oriente Próximo para intentar razonar con los dirigentes israelíes alegando que un ataque a Irán perjudicaría, en última instancia, a Israel.

En efecto, ya está lista la intención del presidente Obama de aprovechar el fin de mes del ayuno del Ramadán, hacia el 20 de septiembre, para lanzar su plan de paz de Oriente Próximo al mismo tiempo que la publicación del informe del Tribunal Especial de Líbano y el solemne lanzamiento del debate sobre el desarme nuclear en la ONU.

Según ese esquema, la publicación del plan estadounidense que prevé la creación de un Estado palestino independiente al mismo tiempo que el informe de la jurisdicción internacional –que señalaría, según las indiscreciones filtradas en la prensa occidental, especialmente Der Spiegel, una eventual implicación de Hezbolá en el asesinato del antiguo Primer Ministro libanés Rafic Hariri-, alentaría a los Estados árabes a secundar abiertamente la estrategia estadounidense a pesar de las dolorosas concesiones que tendrían que consentir, mientras se reduce la capacidad destructiva de Irán y su aliado chií libanés.

Este enfoque de doble distensión persigue, por una parte, alinear a los Estados árabes con la estrategia estadounidense de aislamiento de Irán y presionar, por otro lado, sobre Irán y su aliado regional, el Hezbolá libanés. Una cumbre israelí-palestina, la primera de este tipo desde la llegada al poder el Primer Ministro israelí Bejamin Netanyahu el pasado mes de marzo, y la reconducción al frente de Fatah del presidente palestino Mahmud Abbas en Agosto, debían mantenerse con ocasión de la cumbre del G20 prevista el 24 y 25 de septiembre en Pittsburgh (Pensilvania), bajo el padrinazgo de Barack Obama, en el momento en el que varios países árabes (Barehin, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Marruecos) han comunicado que proyectan normalizar sus relaciones con Israel en contrapartida por la congelación de la colonización israelí de Cisjordania.

El juicio que Egipto piensa hacer el próximo 26 por «atentar contra la seguridad del Estado» a un grupo de militantes de Hezbolá, acusados de haber intentado romper el bloqueo de Gaza, lo mismo que la exhumación por Argentina de un asunto de hace quince años (el atentado contra una sinagoga de Buenos Aires en 1994), que acusaría retrospectivamente a Hezbolá por «terrorismo antisemita», forman parte de la campaña internacional de criminalización de la milicia chií libanesa.

Según las informaciones de prensa, Estados Unidos, en caso de rechazo de cooperación de Irán, consideraría un reforzamiento de las sanciones económicas según un plan concebido por el senador estadounidense Joe Lieberman, un sionista notorio, ex compañero de candidatura del vicepresidente demócrata Al Gore en las elecciones presidenciales del año 2000. La gama de sanciones prevería un embargo sobre la importación de productos petroleros y, en una segunda fase, una prohibición para los aviones iraníes de aterrizar en los aeropuertos occidentales y para los barcos de hacer escala en los puertos occidentales (7).

Continuará…

Referencias:

(1) El «Grupo de contacto sobre Irán» incluye a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia), así como a Alemania y la Unión Europea.

(2) Revista Le meilleur des mondes, Ed. Denoël, otoño de 2006. Entrevista a Dominique Strauss-Kahn, por Elie Cohen, Myriam Encaoua, Gérad Grunberg, Michel Laval y Michel Taubman. «Iran: On mesure que les Américains se sont trompés de cible: la menace ne venait pas de l’Irak, mais de son voisin perse»: «La política actual de Irán, bajo la batuta de Ahmadinejad, conlleva numerosas expresiones de totalitarismo que, como tales, debemos combatir. Desde ese punto de vista considero un grave error pretender, como hicieron Jacques Chirac y su ministro de Asuntos Exteriores Philippe Douste-Blazy, que Irán juega «un papel estabilizador» en la región. Eso lleva a una confusión sobre la naturaleza real de qué es el régimen iraní actual y reenvía un mensaje erróneo a un país que utiliza ampliamente su capacidad de hacer daño, como hemos visto en Líbano por medio de Hezbolá, en Iraq, o con el chantaje nuclear que pretende ejercer». «Es obvio que los estadounidenses se equivocan de objetivo: la amenaza no viene de Iraq, sino de su vecino persa».

(3) (Nota del autor). Nicolás Sarkozy, que ha adoptado la misma terminología que los dirigentes israelíes al designar a Gaza con el vocablo «Hamastán», durante su intervención ante la conferencia de los embajadores de Francia a finales de agosto de 2007, no excluyó la posibilidad de recurrir a sanciones unilaterales, incluso fuera del marco de la ONU, resumiendo la posición francesa en una fórmula: «la bomba iraní o el bombardeo de Irán». Formula torpe, ya que en el supuesto de que se ponga a punto una bomba iraní, los países occidentales deberían pensar dos veces antes de lanzarse a una aventura nuclear en la que, de rebote, las principales víctimas serían, en primer lugar, sus aliadas las petromonarquías del Golfo y después el abastecimiento energético de los países industrializados.

(4) «La infiltración de la CIA en los medios de comunicación» de Maxime Vivas, autor de «La face cacheé de reporters sans frontières. De la CIA aux faucons du Pentagone» (Aden); y «Los medios cuentan un solo mundo, sin el Sur», de Ana Delicado (periodista), Agence Internationale d’informations Argos, 28 de noviembre de 2004.

(5) El «Foro Regional de la lucha contra el terrorismo» cuando se creó en 1996, actualmente la «Organización de Cooperación de Shangai» (OSC), está formada por seis Estados (China, Rusia, Kazajistán, Tayikistán, Uzbekistán y Kirguizistán), Irán goza del estatuto de observador desde 2005, al igual que la India, Pakistán y Mongolia. Concretización de la vocación euroasiática de Rusia, el Grupo de Shangai pretende convertirse en una alianza política y militar capaz de contrarrestar a Estados Unidos y la OTAN en la zona, concentrándose en la defensa de los intereses nacionales de sus Estados miembros, en primer lugar los de los dos ex imperios, pesos pesados de la organización.

(6) «Combien pour la colonisation israélienne en Cisjordanie?» (¿Cuánto cuesta la colonización israelí de Cisjordania?), Gilles Paris, 24 de julio de 2009, Le Monde fr. «Guerre ou paix, décryptage des relations israélo-palestiniennes», blog de Gilles Paris. Según un informe de «Israeli European Policy» (apoyado por la fundación alemana Fiedrich Ebert), la factura se eleva a 17.900 millones de dólares, de ellos 11.000 millones para las 39.483 viviendas y las construcciones anexas (255 guarderías, 119 baños rituales, 24 bibliotecas). Ese montante incluye también el coste de las carreteras e infraestructura vinculadas a la economía.

(7) Según las informaciones de prensa (Al Qods al Arabi, 1 de agosto de 2009), Estados Unidos, en caso de rechazo de cooperación por parte de Irán, consideraría un refuerzo de las sanciones económicas, especialmente la negativa a ratificar los contratos internacionales de Irán; una medida que reduciría considerablemente el volumen de las transacciones comerciales de Irán con el resto del mundo. Esta medida habría sido propuesta por el senador estadounidense Joe Lieberman, un sionista notorio y ex compañero de candidatura del vicepresidente Al Gore en las elecciones presidenciales estadounidenses del año 2000. En una segunda fase, se prevé que podrían ser aplicadas otras sanciones, como prohibir a los aviones iraníes aterrizar en los aeropuertos occidentales y no permitir a los barcos hacer escalas en los puertos occidentales. Haaretz, por su parte, señala que Estados Unidos estudia finalmente la posibilidad de confiar a uno de sus submarinos nucleares la misión de «apuntar» permanentemente a Irán si Teherán anuncia su intención de dar el paso al armamento nuclear.

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