La larga mano de Israel

Eric Wingerter y Justin Delacour
NACLA / Znet
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
14/09/09

Los infundios de ‘antisemitismo’ contra Venezuela y el historial sionista en Latinoamérica.

En las horas tempranas de la mañana del 31 de enero, vándalos irrumpieron a Tiferet Israel, una sinagoga sefardí en Caracas. Dispersaron rollos sagrados por el suelo y escribieron “Muerte a los judíos” y otros epítetos antisemitas en los muros, antes de llevarse equipos informáticos y artefactos históricos. Con razón, el incidente atemorizó y alteró a muchos miembros de la comunidad judía venezolana. De inmediato, medios noticiosos de EE.UU., incluido el New York Times y el Miami Herald, vincularon el incidente con las relaciones cada vez más tensas entre Venezuela e Israel, después de la suspensión dos semanas antes de las relaciones diplomáticas entre los dos países por el bombardeo de Gaza por Israel, que todavía continuaba.

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Un editorial del Herald llegó a describir una “política oficial de antisemitismo” en Venezuela e implicó que la política exterior de Chávez había desatado una ola de violencia antisemita en el país, que culminó en el asalto a la sinagoga. [1] Algunas ONGs internacionales no mostraron más matices. Sólo horas después de la irrupción, la Liga contra la Difamación (ADL) basada en EE.UU. comparó implícitamente al gobierno de Chávez con los nazis, llamando el ataque a la sinagoga “una Kristallnacht [noche de los cristales rotos] contemporánea.” [2]

Pero la investigación de la policía de Caracas sacó a la luz una historia diferente. Las autoridades se dieron cuenta rápidamente de que la reja de seguridad de la sinagoga había sido cortada desde el interior, demostrando que el ataque fue realizado desde el interior. Dentro de la semana quedó en claro que el ataque había sido en realidad un robo disfrazado de vandalismo antisemita, realizado, entre otros, por vigilantes contratados por la sinagoga. Once hombres fueron arrestados por su papel en el complot, y sus declaraciones a la policía indicaron que los grafiti y la profanación tenían la intención de engañar a los investigadores. [3]

Aunque los arrestos ayudaron a calmar la ansiedad de la comunidad judía de Venezuela, los medios internacionales siguieron adelante con la historia de un ataque con motivos políticos. La semana misma en la que la Asociación Israelita Venezolana publicó una declaración elogiando la rápida y exitosa investigación el Washington Post publicó un editorial intitulado “El señor Chávez contra los judíos,” que de nuevo culpó al gobierno por el robo o, más específicamente, a un desagradable comentario publicado en un “sitio en la web favorable al gobierno,” demandando “que los ciudadanos ‘emplacen públicamente a cada judío que encuentren en la calle, en un centro comercial o en un parque’ y que llamaba a un boicot de negocios de propiedad judía, confiscaciones de propiedades de propiedad judía y una manifestación en la mayor sinagoga de Caracas.” [4] El editorial concluyó que entonces la sinagoga fue “debidamente atacada.” [5] La idea de que el saqueo de la sinagoga de Caracas se basó puramente en antisemitismo ha persistido, e incluso apareció en un artículo reciente escrito por dos académicos en la intelectual publicación Boston Review. Los autores afirman que el ataque es una señal de “antisemitismo dirigido por el Estado.” [6]

Una semejante cobertura mediática hiperbólica ilustra la tendencia de la prensa de EE.UU. de presentar a los gobiernos latinoamericanos de tendencia izquierdista como semilleros de antisemitismo. En el caso de Venezuela, donde el gobierno nunca ha hecho ninguna declaración antisemita, y mucho menos estatuido políticas contra sus ciudadanos judíos, la trama ha sido esencialmente promovida de tres maneras: (1) atribuyendo al gobierno actos o declaraciones antisemitas de ciudadanos privados, (2) refundiendo la crítica legítima de la política israelí con antisemitismo, y (3) basándose en declaraciones a la prensa de organizaciones judías basadas en EE.UU. como la ADL o el Centro Simon Wiesenthal, a menudo a costa de organizaciones judías venezolanas, que se quejan regularmente de que sus puntos de vista son tergiversados, e incluso directamente contradichos por grupos estadounidenses que persiguen sus propios objetivos.

Tal vez el ejemplo más ilustre de esa desconexión ocurrió en enero de 2006, cuando el New York Daily News, el Los Angeles Times, y The Wall Street Journal informaron todos que Chávez, durante un discurso de Nochebuena, había invocado una antigua calumnia antisemita, etiquetando a los judíos como asesinos de Cristo. [7] La historia comenzó con una alerta circulada por el Centro Simon Wiesenthal, pero al estudiarla con más atención queda claro que el grupo había reescrito deliberadamente el discurso para fabricar la calumnia. El discurso original contenía un largo pasaje en el que Chávez denunciaba la distribución desigual de la riqueza global:

“El mundo tiene para todos, pues, pero resulta que unas minorías, los descendientes de los mismos que crucificaron a Cristo, los descendientes de los mismos que echaron a Bolívar de aquí y también lo crucificaron a su manera en Santa Marta, allá en Colombia. Una minoría se adueñó de las riquezas del mundo, una minoría se adueñó del oro del planeta, de la plata, de los minerales, de las aguas, de las tierras buenas, del petróleo, de las riquezas, pues, y han concentrado las riquezas en pocas manos: menos del diez por ciento de la población del mundo es dueña de más de la mitad de la riqueza de todo el mundo y a la… más de la mitad de los pobladores del planeta son pobres y cada día hay más pobres en el mundo entero. Nosotros aquí estamos decididos, decididos a cambiar la historia.”[8]

La referencia a la traición al héroe de la liberación latinoamericana, Simón Bolívar, por algunos dirigentes después de la Guerra de la Independencia indica que Chávez hablaba metafóricamente de las elites acaudaladas en general y no de algún grupo en particular. Pero la traducción publicada por el Centro Wiesenthal acortó significativamente la declaración y alteró su significado como sigue: “…Hay suficiente para saciar a todo el mundo, pero algunas minorías, los descendientes de los que crucificaron a Cristo, se han apoderado de las riquezas mundiales.”[9]

El trabajo de tergiversación del centro usaba comillas, implicando que se trataba de una cita directa, pero no incluyó puntos suspensivos que hubieran indicado a los lectores que se habían eliminado palabras. La Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV), la mayor organización judía del país, fue rápida y severa en su condena del Centro Wiesenthal, y publicó una carta pública en la que se queja de que la organización estadounidense ha “interferido en el estatus político, en la seguridad y en el bienestar de nuestra comunidad. Han actuado sin consultarnos en relación con temas que no conocen o no entienden”.

Pero en los tres años desde el incidente del “asesino de Cristo”, algunas ONGs, medios y políticos estadounidenses han seguido haciendo poco caso de las organizaciones judías venezolanas mientras persisten en sus intentos de satanizar al gobierno de Chávez. El mayo, el representante Connie Mack (republicano de Florida) presentó una resolución a la Cámara condenando al gobierno venezolano por antisemita como reacción al asalto a la sinagoga. [11] Una vez más, las organizaciones judías venezolanas se vieron obligadas a movilizarse. Como la CAIV explicó al Jewish Chronicle, basado en Pittsburgh, la resolución podría haber afectado un diálogo que había sido iniciado entre el gobierno venezolano y la comunidad judía en los meses desde el asalto. Fred Pressner, ex presidente de CAIV, señaló que el gobierno de Venezuela había reaccionado bien ante los anteriores ataques, e indicó que “todas nuestras instituciones están protegidas por la policía – no podemos quejarnos al respecto.” [12]

Pressner y la CAIV trabajaron con los demócratas de la Cámara para bloquear la resolución de Mack. Finalmente, el congresista conservador retiró el texto, pero ha indicado que tratará de volver a presentarlo pronto, exista o no la oposición de la dirigencia judía de Venezuela. [13]

No es por primera vez que propagandistas basados en EE.UU. han tratado de presentar a un gobierno latinoamericano de tendencias izquierdistas como antisemita. En mayo de 1983, la ADL publicó un informe con escasas fuentes en el que afirmaba que el gobierno sandinista de Nicaragua reprimía sistemáticamente y obligaba al exilio a la ínfima comunidad judía del país. [14]

Ansioso por conseguir financiamiento del Congreso de EE.UU. para una brutal campaña de mercenarios a fin de derrocar el gobierno de Nicaragua, el presidente Ronald Reagan rápidamente agregó la acusación de antisemitismo a su ofensiva propagandística contra los sandinistas.

Sin embargo, posteriores investigaciones de dirigentes judíos de EE.UU. establecieron que, entre los cerca de 50 judíos practicantes que vivían en Nicaragua cuando tuvo lugar la revolución sandinista, la mayoría tenía vínculos con la dictadura derrocada de Anastasio Somoza y abandonaron el país por decisión propia. [15] El rabino Gerald Serotta, capellán judío de la Universidad George Washington, quien viajó con una delegación a Nicaragua en 1984, dijo a The Washington Post que “no hay una sola persona en el país que yo haya encontrado que crea que exista una discriminación especial contra la comunidad judía.” [16] Serotta agregó que “estamos convencidos de que cualquier falta de debido proceso que haya habido durante el período revolucionario… no fue especialmente discriminatoria hacia los judíos.”

Otras fuentes corroboraron las observaciones de Serotta. Por ejemplo, el Instituto Histórico de la Universidad Centroamericana señaló que nicaragüenses con estrechos vínculos con Somoza abandonaron el país durante la revolución, y que “los judíos que se fueron en 1979 formaban parte de un éxodo mayor de Nicaragua de los que pensaban que su futuro sería incierto con los cambios introducidos por el gobierno revolucionario.” [17] En ningún momento se presentó evidencia verosímil de que intolerancia religiosa y/o persecución étnica haya causado la partida de judíos de Nicaragua. De hecho, ni siquiera Anthony Quainton, embajador de EE.UU. en Nicaragua, pudo presentar evidencia para apoyar las acusaciones de antisemitismo. En un cable confidencial de Quainton al secretario de Estado George Shultz en 1983, el embajador señaló que “la evidencia no demuestra que los sandinistas hayan seguido una política de antisemitismo o hayan perseguido a judíos sólo por su religión.” [18]

Existe una serie de paralelos entre las acusaciones de Reagan contra los sandinistas y las afirmaciones más recientes contra el gobierno de Venezuela. En ambos casos, las afirmaciones no se basan en hechos sino en el deseo de partes interesadas de condenar en público a gobiernos latinoamericanos que no son de su gusto. En el caso de Nicaragua, el gobierno de Nicaragua ajustó metódicamente su narrativa para atraer a diversos electorados religiosos dentro de EE.UU. [10]

Debido a que una trama basada en hechos habría tenido poco valor propagandístico, el gobierno de EE.UU. prefirió historias descabelladas sobre sandinistas “marxistas-leninistas” que reprimían no sólo a judíos sino también a cristianos. Sin embargo, prominentes expertos evangélicos y jesuitas, como la delegación judía que estableció que las acusaciones de antisemitismo eran injustificadas, rechazaron las afirmaciones de Reagan de que los sandinistas perseguían a protestantes y católicos por sus creencias religiosas. [20]

Pero como grandes segmentos del público de EE.UU. siempre han estado mal informados sobre Latinoamérica, el gobierno de Reagan pudo difundir con relativa facilidad historias estrambóticas sobre persecución religiosa como medio para unir a electorados conservadores tras sus guerras en Centroamérica. En la cultura política de EE.UU. durante los años de Reagan, la etiqueta marxista leninista sirvió de epíteto cuyo propósito era proyectar una imagen de una sociedad en la cual todas las formas de “libertad” – incluida la libertad religiosa – estaban bajo ataque. Naturalmente, la ofensiva de propaganda de Reagan recibió un importante impulso de sus aliados en los medios y en el establishment de la política exterior. Los medios conservadores alimentaron la histeria sobre la supuesta persecución de judíos y cristianos por los sandinistas, mientras la ADL siguió promoviendo su trama en cartas a The New York Times. [21]

A este respecto, la confluencia de intereses entre la ADL y políticos derechistas de EE.UU. se ha convertido en un matrimonio de conveniencia. La ADL y otros grupos utilizan a menudo acusaciones de antisemitismo como una forma de subterfugio diseñada para mancillar la imagen de gobiernos e intelectuales que critican las políticas del gobierno israelí. Mientras tanto, políticos derechistas de EE.UU. pueden utilizar las afirmaciones de antisemitismo como medio para atacar a la izquierda de un modo más general.

Como lo sugiere el trato dado a Venezuela y Nicaragua, la ADL y grupos semejantes tienden a hacer acusaciones que no son apoyadas por los hechos, indicando que sus motivos tienen menos que ver con el enfrentamiento del antisemitismo que con el ataque contra los que no comparten su entusiasmo por las políticas israelíes. Tanto los sandinistas como el gobierno de Chávez han mostrado sus simpatías por los sufrimientos de los palestinos y su posición crítica hacia la política israelí en los territorios ocupados, pero sus diferencias con Israel, como sus diferencias con EE.UU., tienen raíces más profundas en la complicidad de EE.UU. e Israel en la represión de los movimientos sociales y de la izquierda en Latinoamérica.

Como dejó en claro el Informe de NACLA [Congreso de Norte América para América Latina] en su edición de marzo/abril de 1987, Israel suministró ayuda militar a la dictadura de Somoza desde los años cincuenta hasta el derrocamiento de Somoza por los sandinistas en 1979. [22] El periodista Christopher Dickey señaló una vez que, incluso cuando los miembros de la derrotada Guardia Nacional de Somoza se apresuraban a partir de Nicaragua en julio de 1979, “se parecían en mucho a los soldados israelíes, con sus rifles Galil israelíes, y para los que no los habían tirado, sus cascos de paracaidistas israelíes.” [23] Luego, a mediados de los años noventa, traficantes de armas israelíes canalizaron armas a mercenarios derechistas nicaragüenses – en su mayoría ex miembros de la Guardia Nacional – que combatían para derrocar a los sandinistas. [24]

La complicidad de Israel en los abusos contra los derechos humanos en Latinoamérica fue más manifiesta en Guatemala, donde más de 200.000 personas, en su mayoría mayas, fueron muertas en el curso de la guerra civil de 36 años de ese país. [25] En el punto álgido de las atrocidades de los militares guatemaltecos a comienzos de los años ochenta, el gobierno militar del país estaba muy aislado internacionalmente, y se basaba exclusivamente en Israel para el entrenamiento y la ayuda militar. [26] En febrero de 1983, el presentador de CBS, Dan Rather señaló claramente que “Israel ha ayudado [a Guatemala] a librar una guerra sin hacer preguntas.” [27]

Norman Finkelstein, politólogo judío-estadounidense y experto en el conflicto israelí-palestino ha documentado cómo ciertos fanáticos partidarios del Estado israelí tratan de “desacreditar toda crítica de la política israelí como motivada por una aversión irracional hacia los judíos.” [28] Pero claramente muchos centroamericanos tienen motivos de queja históricos contra el Estado israelí, quejas que no pueden ser descartadas como antisemitismo. Considerando el legado de complicidad EE.UU.-Israel en la represión de la izquierda latinoamericana, no puede sorprender que gobiernos de tendencias izquierdistas en la región tiendan a simpatizar con otros que han sufrido la represión patrocinada por Israel.

Como señala Finkelstein: “Cada vez que Israel se ve ante presión internacional para resolver diplomáticamente sus conflictos con los palestinos o enfrenta una debacle de relaciones públicas, sus apólogos montan una campaña que pretende que el mundo está inundado por un nuevo antisemitismo.” [29] Finkelstein presenta sólidos argumentos en el sentido de que confundir la empatía hacia las víctimas de la política israelí con antisemitismo es en sí una forma de difamación, que ayuda a sostener la represión israelí en los territorios ocupados.

Por cierto, el que se señale que algunos grupos abusan de las acusaciones de antisemitismo no significa negar la existencia de actitudes retrógradas hacia judíos en Latinoamérica. Por cierto, actitudes y estereotipos antisemitas no son poco comunes en la región. El gobierno de Chávez, por su parte, ha trazado consecuentemente una distinción entre su crítica de la política israelí y la intolerancia anti-judía que algunos de los partidarios del gobierno demuestran a veces. Por ejemplo, después que Venezuela suspendió las relaciones diplomáticas con Israel por el bombardeo de Gaza, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela tuvo cuidado de señalar que Chávez “siempre se ha opuesto al antisemitismo y a todas las formas de discriminación y racismo.” [30] Sólo tres semanas antes de la ruptura diplomática con Israel, el Congreso Judío Mundial publicó un comunicado de prensa felicitando a Chávez por “apoyar una condena clara del antisemitismo” en una declaración conjunta con los presidentes de Argentina y Brasil. [31]

La triste ironía es que las acusaciones infundadas de antisemitismo sirven muy pocos intereses. Ciertamente la barata comparación del ataque contra la sinagoga de Caracas con la Kristallnacht sólo trivializa uno de los eventos más horribles del siglo pasado. Y al negarse a consultar a los dirigentes judíos locales – o peor todavía, al contradecirlos directamente – grupos como la ADL y el Centro Wiesenthal se arriesgan a exacerbar las luchas de las comunidades que ostensiblemente representan. Además, acusar a alguien de antisemitismo sin preocuparse de proveer una evidencia plausible hace más daño que bien a la causa de la lucha contra el antisemitismo.

En el frente político, el problema va más allá de una simple distorsión de la historia. La tergiversación deliberada de eventos en Latinoamérica ha tenido consecuencias desastrosas para la región y su gente. En su prisa por satanizar a los sandinistas en los años ochenta, algunos medios y personalidades públicas de EE.UU. ayudaron a establecer la base ideológica para una guerra nicaragüense patrocinada por EE.UU., cuyo legado de violencia y empobrecimiento perdura. El que sigan haciendo acusaciones infundadas de antisemitismo contra gobiernos latinoamericanos de tendencias izquierdistas sólo generará más malentendidos en la actualidad.

………………

Eric Wingerter es escritor independiente que vive en Washington. Su blog, BoRev.net, se concentra en Venezuela y en la cobertura mediática de EE.UU. sobre Latinoamérica. Justin Delacour es doctorando en el Departamento de Ciencias Políticas en la Universidad de Nuevo México.

Notas

[1] "Commentary: Venezuela Sees Rise in Anti-Semitism," The Miami Herald, February 9, 2009.

[2] "ADL Condemns Violent Attack on Caracas Synagogue," press release, including statement by Abraham H. Foxman, national director of the Anti-Defamation League, January 31, 2009.

[3] James Suggett, "Robbery, Not Anti-Semitism, Motive for Attack on Venezuelan Synagogue," Venezuelanalysis.com, February 10, 2009.

[4] James Suggett, "Venezuelan Jewish Community ‘Profoundly Grateful and Moved' by Government's Efforts," Venezuelanalysis.com, February 13, 2009.

[5] "Mr. Chavez vs. the Jews," editorial, The Washington Post, February 12, 2009.

[6] Claudio Lomnitz and Rafael Sánchez, "United by Hate: The Uses of Anti-Semitism in Chávez's Venezuela," Boston Review, July/August 2009.

[7] "Editing Chavez to Manufacture a Slur," media advisory, Fairness and Accuracy in Reporting, January 23, 2006.

[8] Thierry Meyssan and Cyril Capdevielle, "¿Hay que quemar a Hugo Chávez?" Voltaire Network, January 18, 2006.

[9] For more on this, see Rod Stoneman, Chávez: The Revolution Will Not Be Televised-A Case Study of Politics and the Media (London and New York: Wallflower Press, 2008), 103.

[10] Marc Perlman, "Venezuela's Jews Defend Leftist President in Flap Over Remarks," The Forward, January 12, 2006.

[11] "Mack Introduces Resolution Supporting Venezuelan Jewish Community," press release, the office of Congressman Connie Mack, May 12, 2009.

[12] Eric Fingerhut, "Jewish Reps Oppose House Resolution Supporting Venezuelan Jews," The Jewish Chronicle, June 4, 2009.

[13] Ibíd.

[14] Edward Cody, "Managua's Jews Reject Anti-Semitism Charge; Sandinistas, U.S. Embassy Dispute Rabbi's Widely Circulated Report," The Washington Post, August 29, 1983.

[15] "Rabbi Disputes Reagan Point About the Jews in Nicaragua," The New York Times, March 19, 1986.

[16] Marjorie Hyer, "Jewish Group Finds No Anti-Semitism by Sandinista Regime," The Washington Post, August 25, 1984.

[17] Cody, "Managua's Jews Reject Anti-Semitism Charge."

[18] Michael McDowell, "Jesuit Says Sandinistas Backed," The Globe and Mail (Toronto), October 29, 1983.

[19] Cody, "Managua's Jews Reject Anti-Semitism Charge."

[20] Marjorie Hyer, "Nicaraguan Minister Opposes Aid to Contras," The Washington Post, March 15, 1986; McDowell, "Jesuit Says Sandanistas Backed."

[21] Morton Rosenthal, "Nicaragua's Chance to End Anti-Semitism," letter to the editor, The New York Times, September 27, 1983; Nathan Perlmutter, "So Are the Sandinistas Anti-Semitic? Of Course, They Are," letter to the editor, The New York Times, April 5, 1986.

[22] Milton Jamail and Margo Gutierrez, "Getting Down to Business," NACLA Report on the Americas 21, no. 2 (March/April 1987): 25-38.

[23] Christopher Dickey, With the Contras: A Reporter in the Wilds of Nicaragua (Simon and Schuster, 1985), 41.

[24] "The Israeli Connection: Deadly Trade," NACLA Report on the Americas 21, no. 2 (March/April 1987): 13.

[25] Weekly News Update on the Americas, "Rigoberta Menchú Files Genocide Charges in Spain," NACLA Report on the Americas 33, no. 4 (January/February 2000): 2, 4.

[26] Milton Jamail and Margo Gutierrez, "Guatemala: The Paragon," NACLA Report on the Americas 21, no. 2 (March/April 1987): 31-36.

[27] Ibíd.

[28] Norman Finkelstein, Beyond Chutzpah: On the Misuse of Anti-Semitism and the Abuse of History (Berkeley: University of California Press, 2005), xxxiii.

[29] Ibíd.

[30] Tamara Pearson, "Venezuela Expels Israeli Ambassador in Solidarity With Palestinian People," Venezuelanalysis.com, January 7, 2009.

[31] "World Jewish Congress Welcomes Clear Commitment by Latin American Leaders," press release, World Jewish Congress, December 18, 2008.

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