El Imperio contra el Imperio: Perdió Obama, ganó el Pentágono

IAR Noticias
30/11/09

En el tablero del golpe hondureño (milagrosamente transformado en "gobierno democrático" con las elecciones), tanto Zelaya como Chávez y los gobiernos de izquierda regionales (los perdedores), sólo fueron variables de ajuste de una guerra entre la "izquierda" imperial (los lobbistas de Wall Street que sostienen a Obama) y la "derecha" imperial (los lobbistas del Pentágono y del Complejo Militar Industrial que sostuvieron a los golpistas). Al final primó la razón del Imperio, y perdió Obama.

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Lo que parecía imposible se hizo realidad: En un salto cualitativo (insólito e impensable) el golpe hondureño de junio pasado se transformó en "gobierno democrático" mediante elecciones protagonizadas el domingo por los mismos conspiradores que derrocaron a Zelaya y lo expulsaron del gobierno.

La clave: El reconocimiento de EEUU automáticamente "habilitó" una aceptación internacional del "proceso democrático" y dejó en minoría la defensa de Zelaya en la OTAN, la ONU y la Unión Europea.

"Al anunciar que reconocerá las elecciones de Honduras, asumiendo que se desarrollen normalmente, el presidente Barack Obama puso en jaque mate todas las esperanzas que generó en la región su llegada a la Casa Blanca. El optimismo que pudo observarse durante la Cumbre de las Américas, que tuvo lugar en Trinidad y Tobago en abril, se ha evaporado. Reina un gran escepticismo. Se habla de la nueva doctrina estadounidense de los "golpes preventivos". ¿Por qué? ¿Qué pasó?", se pregunta Ana Baron, corresponsal de Clarín en Washington.

Tras el golpe que derrocó a Zelaya, Washington fue una usina de todo tipo de rumores y versiones sobre el proceso hondureño, cuyas orientaciones y aprovechamiento político nacían de operaciones diseñadas en los despachos de demócratas y republicanos donde se decidía (desde posturas enfrentadas) el destino de Zelaya y de los golpistas.

Estas posturas enfrentadas dispararon todo tipo de operaciones políticas y mediáticas, que durante cuatro meses alimentaron un culebrón político diplomático que tuvo como protagonista central la guerra entre la "izquierda" imperial (Obama y los demócratas) y la "derecha" imperial (los republicanos y conservadores) que apoyaban a los golpistas hondureños.

Los demócratas, con Obama y el Departamento de Estado, apostaron a una "salida negociada" con Zelaya presidiendo un "gobierno de unidad" hasta las elecciones, y los republicanos, con los halcones conservadores del Pentágono, apostaron a que Micheletti fuese quien convocara a elecciones sin la presencia de Zelaya en el Gobierno.

En suma, lo que tras el derrocamiento de Zelaya sólo parecía una interna bananera entre dos sectores de la oligarquía hondureña (uno conservador, y otro vestido de "socialista") en realidad no lo era tanto, y sentó el primer precedente histórico de un enfrentamiento interno en EEUU entre republicanos y demócratas luego de un golpe de Estado avalado por el Pentágono en el patio trasero.

Finalmente, el domingo, los comicios legitimaron un nuevo gobierno constitucional sin Zelaya, reconvirtiendo al golpe de Estado en "proceso democrático".

Para la corresponsal de Clarín, "En el duro enfrentamiento entre oficialismo y oposición que generó el golpe hondureño en Washington, ganaron los sectores más conservadores de la oposición republicana que trabajaron enérgica y consistentemente desde un principio a favor del golpe".

"De hecho, muchos observadores ya sean estadounidenses o latinoamericanos perciben lo sucedido en Honduras como un regreso al pasado en el que EEUU hacía y deshacía de acuerdo a sus propios intereses ya sean domésticos o internacionales. Incluso si Zelaya es restituido tras las elecciones, el daño ya está hecho. La OEA está dividida y el multilateralismo en la región agoniza", añade.

Debajo del paraguas coyuntural de la "crisis hondureña" un sector del poder estadounidense (los republicanos conservadores) desarrolló una ofensiva contra otra fracción del Imperio (los demócratas liberales) por el control de las decisiones políticas en el patio trasero.

El golpe hondureño, en realidad, fue sólo la punta del iceberg de un proceso geopolítico militar más profundo impulsado por el poder conservador de EEUU, que intenta sustituir a una estrategia de dominio que considera "demasiado blanda" (el "sistema democrático" de poderes civiles) por una alternativa de mayor control militar de la región adaptado a las crisis y a los conflictos intercapitalistas que se avecinan en el planeta.

Los conservadores (demócratas y republicanos) y los halcones militaristas (alianza del sionismo judío con la derecha cristiana) que controlan los resortes de decisión del Pentágono y del Complejo Militar Industrial (capitalismo de guerra), están convencidos de que las políticas de "diálogo y tolerancia" que propicia Obama conducen a una pérdida del poder militar de EEUU y a una fortificación de sus enemigos situados en el "eje del mal".

El escenario hondureño, además de los objetivos coyunturales con la destitución de Zelaya, conformó un laboratorio de ensayo experimental de "cambio de régimen regional" que tiene a Chávez y a los presidentes izquierdistas como objetivo central. "Después de Honduras vienen por mí", había dicho en agosto pasado el presidente de Ecuador Rafael Correa.

La guerra salió a la luz después de que 17 senadores ultra conservadores hicieran pública una carta donde acusaban a Obama de proteger a Zelaya y acordar con Chávez. El líder republicano del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, el poderoso Richard Lugar, en agosto envió una carta a Hillary Clinton pidiéndole "explicaciones" sobre la política que se estaba instrumentando en Honduras.

El senador ultraconservador John DeMint, junto con un grupo de influyentes senadores republicanos, consideró que la expulsión del presidente Manuel Zelaya fue "constitucional" y que el Departamento de Estado estadounidense no puede estar apoyando a un aliado de Hugo Chávez y de Daniel Ortega, ambos "enemigos de EEUU.

El alineamiento de Micheleltti con las posturas de los halcones del Pentágono fue casi pristina, sus declaraciones públicas y sus desafíos a la OTAN y a organismos internacionales como la ONU y la UE siempre coincidieron con los pasos tácticos dados por los republicanos conservadores en el Congreso USA.

Presidente de facto Roberto Micheletti, con el general Romeo Vázquez, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas.

Para los halcones ultra conservadores USA (el Pentágono y el "capitalismo de guerra" del Complejo Militar Industrial) Chávez y sus aliados son la "dictadura comunista" que querían apoderarse de Honduras de la mano de Zelaya.

Para la corresponsal de Clarín "La culminación de ese enfrentamiento tuvo lugar cuando el senador republicano Jim de Mint bloqueó la confirmación de las nominaciones de los candidatos de Obama a ocupar la Subsecretaria para Asuntos Hemisféricos y la embajada de Estados Unidos en Brasil, Arturo Valenzuela y Tom Shannon, respectivamente".

"Pese a los esfuerzos que desarrollaron tanto el presidente de la mayoría demócrata en el comité de Asuntos Exteriores en el Senado, John Kerry, como su antecesor, el poderoso senador republicano Richard Lugar, De Mint levantó el bloqueo de estas nominaciones sólo después de que el Departamento de Estado se comprometió a reconocer oficialmente las elecciones hondureñas", agrega.

Pero la guerra entre la "derecha" imperial (promotora del golpe del Pentágono) y la "izquierda" imperial (sostenedora de Zelaya) se proyectó como una línea divisoria internacional de las mismas posturas en América Latina y el resto del mundo.

De manera tal que entre los "perdedores" del domingo también figuran Venezuela, Brasil, Argentina, Chile y España, que encabezaron el apoyo al retorno de Zelaya y el boicot internacional las elecciones convocadas por el gobierno golpista.

La división es concreta: Casi 400 observadores provenientes de Japón, Europa, América Latina y EEUU viajaron a Honduras para monitorear los comicios del domingo.

Perú, Colombia, México, Costa Rica, Panamá, Canadá, Italia, Gran Bretaña, el Parlamento alemán y Japón, entre otros, figuran entre los que reconocerán las elecciones en una clara división entre las tendencias "conservadoras" y "progresistas" del sistema capitalista que rige el planeta.

En ese tablero, tanto Zelaya como Chávez y los gobiernos de izquierda regionales (los perdedores), solo fueron variables de ajuste de la guerra entre los lobbistas de Wall Street (que sostienen a Obama) y los lobbistas del Pentágono y del Complejo Militar Industrial que sostuvieron a los golpistas.

Lo demás (como siempre) fue un show politico-mediático para entretener a las multitudes alienadas que miran la televisión y luego existen.

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