Mujeres violadas

Layla Anwar/Hussein Anwar/Hiba Al-Shamari
arabwomanblues/The Mesopotamian
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
17/02/10

Por fin, algo de humanidad en medio del silencio

Layla Anwar
An Arab Woman Blues

Estoy emocionada, profundamente emocionada tras leer el último escrito que Hussein Anwar ha publicado en su blog sobre las mujeres iraquíes violadas.

Durante muchos años, he venido sintiendo que estaba sola, que hablaba, denunciaba, escribía y gritaba en el vacío sobre el destino de las víctimas de violación en sociedades que no sólo están ocupadas sino que además tampoco muestran piedad alguna hacia sus mujeres cuando se trata de cuestiones que afectan al Ego Machista, al (falso) Orgullo y a ese supuesto Honor.

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Vengo hablando desde 2003 de cientos de casos de violaciones que se quedan sin denunciar, por miedo a las venganzas de los familiares, del clan, de la tribu… un secreto muy duro que se queda dentro: Las violaciones perpetradas por las fuerzas ocupantes estadounidenses, británicas y muchos otros más. Y no sólo en los campos de detención, sino incluso durante los asaltos a las casas. Violadas por los milicianos chiíes, violadas por la policía, violadas por los vecinos, violadas por los extranjeros… violaciones por doquier.

Algunas de las víctimas, cuando no acabaron asesinadas para “lavar el honor de la familia”, se vieron abandonadas por sus maridos y familias… completamente solas, abocadas a la prostitución o al suicidio… y hay muchas formas de suicidio… y tantas oportunidades para suicidarse…

He mencionado en muchos escritos que la Violación se ha convertido en algo endémico en Iraq desde 2003, desde el mismo día en que los sucios y obscenos estadounidenses pusieron el pie en nuestro suelo...

Estoy demasiado emocionada, tengo que dejarlo. Por favor, lean a Hussein.

Hussein Anwar
The Mesopotamian

Bienvenidas seáis, mujeres violadas...

Un billete de ida al Paraíso

El abrazo
(Pintura al óleo de Todd Horne)


Antes de empezar a vomitar todo lo quiero comunicarles, sepan que este escrito no va dirigido a los perros rabiosos estadounidenses, muy al contrario, este escrito se lo dedico a los hombres iraquíes.

No había tocado este problema y no quería hacerlo hasta que los ocupantes, tanto estadounidenses como persas y todos los demás, se marcharan de mi país.

Todavía no consigo olvidar lo que dijo Nadia...

“No podía volver a casa porque mi hermano había organizado ya un funeral por mí y sabía que el cuchillo del honor me esperaba...”
¡¿QUÉ HONOR?!

Ella es inocente y todas esas mujeres son inocentes, no tienen culpa alguna. ¿De qué honor me están hablando? ¡¡¡LA FORZARON!!!

El problema de los hombres como el hermano de Nadia es que son los típicos hombres tribales, hombres que no pueden con su ego, que no pueden superar su egoísmo y todas esas sandeces acerca de la moral, las costumbres, la cultura… etc.

Dejando a un lado la “Compasión de ser humano a ser humano”, i.e., el suicidio asistido, la eutanasia, etc., que mencioné en mi anterior escrito, permítanme que la ponga a un lado y que hable de un escenario en el que estas mujeres han salido con vida… ¡PARA VIVIR!

Es por culpa de la gente que, como el hermano de Nadia, no admitiría que su hermana, hija, madre, esposa, etc., volvieran a casa, es por culpa de esa gente y de su mentalidad por lo que Nadia decidió inmolarse con una bomba en medio de una patrulla estadounidense, es por culpa de esos hombres… por lo que estas mujeres quieren morir por cualquier medio posible, haciéndose estallar, con un suicidio asistido o eutanasia, etc.

Si esos hombres pudieran aprender a dejar a un lado su ego, su egoísmo y sus sandeces tribales y acogieran a esas mujeres de vuelta a casa…. Estas mujeres estarían ahora con vida.

Acogerlas de regreso, casarse con ellas… es un acto de heroísmo, de justicia. SI, en vez de considerar que lo más noble que se puede hacer con ellas es la eutanasia y/o el suicidio asistido.

Si los hombres iraquíes decentes, los padres, los hermanos, los hijos, los integrantes de las tribus, los conciudadanos, los compatriotas, los nacionalistas, arrojaran todas esas leyes HECHAS POR EL HOMBRE, las arrojaran y las aplastaran contra la pared, que cometieran un genocidio con esas leyes, normas, códigos… etc. y aceptaran de nuevo a esas mujeres… si hicieran eso, entonces todas esas mujeres no tendrían que estar pensando en la necesidad de la eutanasia y del suicidio asistido.

Esos hombres deberían luchar contra su egoísmo, contra su orgullo, su arrogancia, su vanidad, su mente estrecha, contra la dureza de su corazón, etc. y aceptar de nuevo a todas estas mujeres en la sociedad y, más importante aún, en sus HOGARES, en las FAMILIAS donde ellas crecieron, donde disfrutaron del calor materno, de la ternura materna.

Tenéis que acogerlas de nuevo…

Permitid que os diga por qué.

Si pensáis por un segundo que estáis haciéndoles un favor aceptándolas de nuevo, entonces ¡QUE MALDITA PERDIDA DE TIEMPO!

ELLAS, ELLAS son las que os están haciendo un favor aceptándoos como maridos, porque si os casáis con ellas, cumpliendo con la obligación de acogerlas psicológicamente, emocionalmente, económicamente, de ayudarlas a que cicatricen sus heridas, etc., hacer eso supone un billete de ida al cielo… al paraíso, eso limpiaría vuestros pecados, purificaría vuestras almas.

Como el Profeta Muhamad dijo en un hadiz:

“Quienquiera que acoja a un huérfano y le considere como un hijo o una hija, quienquiera que se case con una viuda y se encargue de su bienestar, entrará conmigo en el cielo hombro con hombro”.

Y el Profeta Muhammad levantó dos dedos, el del medio y el situado a su lado y dijo:

“Entrará en el cielo conmigo hombro con hombro, al igual que estos dedos”.

¿He conseguido ya meteros en vuestra dura mollera el hecho de que son ellas las que os hacen el favor y no al contrario? ¿De verdad? Hago votos por ello.

Deberíais superar vuestra vergüenza, vuestro malestar, vuestro temor, vuestra debilidad y vuestra cobardía y aceptarlas de nuevo.

Y sin que suene a exageración, le pido a cada iraquí decente que se sienta capaz de casarse con cuatro mujeres iraquíes violadas, no, no es una broma, entraría entonces en el cielo a la velocidad de la luz, porque habréis hecho uno de los actos más nobles que se han hecho nunca.

Ahí es donde la poligamia sería legítima, ahí es donde la poligamia estaría justificada, ahí es donde la poligamia se convierte en un acto de nobleza, heroísmo, compasión y misericordia y no una poligamia de sexo y egoísmo. Sí, lo habéis oído bien… ¡Poligamia!

¡MARCHAOS INFIERNO, BASTARDOS!

Abrid vuestros brazos, vuestros corazones, vuestros hogares de nuevo a vuestra propia carne y sangre, a vuestras hermanas, a vuestra mujer, a vuestras hijas, nietas y madres… abridles nuevo los brazos y dadles la bienvenida al hogar. Permaneced casados con ellas si es que ya estabais casados, casaros con ellas si es que son muchachas solteras; cuidadlas para que crezcan bien si son pequeñas, cuidar de sus cuerpos, abrazadlas, cuidad de sus almas, de sus mentes, curadles las heridas, haced todo lo que podáis y más para puedan cicatrizar esas heridas, ofrecedles lo mejor de vosotros mismos, sed la madre, el padre, el hijo, el hermano y el marido para ellas, sed su familia, sed su hogar, que puedan reposar su cabeza en vuestro pecho para que se sientan seguras y protegidas, apaciguar su angustia, llenad su vacío rompiendo los muros del silencio, sacad todo cuanto os quede de humanidad, conseguir arrancar sonrisas de sus rostros amados, rociadlas con todo el amor que podías, hacedles sentir que están seguras, protegidas y que la felicidad es posible de nuevo, devolvedles la cordura, la dignidad y el honor.

Los perros rabiosos que violaron a esas mujeres son responsables sólo al 50%... el otro 50% es vuestra responsabilidad.

Haced cuanto podáis para preservar su humanidad, para preservar su amor, para demostrarles vuestra compasión, pasión, amor y solidaridad con vuestras compañeras, las mujeres iraquíes, los capullos tronchados de Arabia, los pájaros abatidos de nuestra Nación Árabe, las ofendidas, las ultrajadas, las insultadas, pero siempre dignas y honorables, víctimas iraquíes. Haced cuanto podáis para no fallarles… Dios, todos los profetas y mensajeros y el paraíso os abrazarán de la misma forma en que abracéis a esas mujeres inocentes.

Si les falláis, las forzareis a suicidarse, a la eutanasia, a la prostitución y a la pérdida total, obligándolas a aceptar a hombres tiránicos en países ajenos y hostiles en vez de acogerlas con vosotros, con vuestras familias.

Porque todas esas mujeres y niñas vendidas y suicidas sienten profundamente dentro de ellas, en sus corazones, que en el momento en que perdieron su virginidad, quienes tienen el deber civil y la obligación moral y el instinto natural de acogerlas de nuevo, es decir, los hombres iraquíes, van a abandonarlas, a rechazarlas, a discriminarlas y a eliminarlas.

Si todos vosotros las aceptáis en la forma en que he descrito antes, no se oirá ni una sola historia más de mujeres que se han suicidado o acabado en la prostitución después de ser violadas. Salvareis una vida… ¡MUCHAS VIDAS!

“Sentía terror de pensar en volver a casa”, “No podía mirar de nuevo a mi marido a los ojos”, “Mi familia se avergüenza de mí”, “Ningún hombre querrá ya casarse conmigo”, “Me siento como algo barato y sin valor”, “Me siento perdida”, “Mi vida está acabada”, etc. ¡Por favor, se ven forzadas a decir esas cosas, se ven obligadas porque las rechazáis!

Si no queréis acogerlas y las matáis en nombre del honor y de borrar no se qué vergüenza, entonces, dejadme que os diga que eso NO ES EL ISLAM, que para eso Dios no envió a Muhammad, que ¡ESE NO ES EL ISLAM DE MUHAMMAD!

¡Eso es ASESINATO, CRIMEN Y BARBARIE!

Allah dijo:

“Quien mata a un alma sin pecado mata a toda la humanidad”

No dejéis que vuestro ego, vuestro orgullo, vanidad y arrogancia os conviertan en CRIMINALES...

Eliminad todo eso… Tienen derecho a volver a sus hogares, esas almas atormentadas tienen derecho a regresar del infierno estadounidense, británico y persa… de las mazmorras de su tortura.

Tenéis que dejad que vuelvan, ayudadlas a nivel económico, dadles vivienda, empleo, medicación especializada, tratamiento psiquiátrico y refugio a todas esas mujeres iraquíes exiliadas a merced de esas hienas, de esas bestias, de esos monstruos criminales y hombres tiránicos, vampiros y destructores del alma y la belleza.

Os lo vuelvo a decir, aceptad a esas mujeres y Dios, todos sus profetas, los ángeles del cielo y el cielo mismo os abrazará de la misma forma en que las abracéis a ellas.

N. de la T.:

He sentido que, por mi parte, no podía dejar a un lado la historia de Nadia, la mujer a la que Hussein se refiere al comienzo de este escrito. Me permito también traducir esa historia a continuación, según él, Hussein Anwar, nos la cuenta. A su vez, él la ha recogido, y traducido del árabe al inglés, del blog de la escritora Hiba al-Shamari, que se encuentra actualmente detenida.

Hiba Al-Shamari
The Mesopotamian

¡Sí, soy una suicida!

In Memoriam

Nadia... la mártir... la combatiente


Es posible que se hayan olvidado de Nadia, la muchacha violada por los perros ocupantes en la infame prisión de Abu Ghraib. Para rescatar su memoria, les ofrezco su historia, la historia que ella reveló. No pudo arrojarse en brazos de su familia, como haría cualquier prisionero/a oprimido y dolorido, un prisionero con una hoguera interior que lo que más anhela es volver con su familia.

Nadia no volvió con su familia al ser liberada de la prisión donde padeció todas las vejaciones que se vienen perpetrando contra las mujeres iraquíes encarceladas: abusos, violaciones y torturas a manos de los mercenarios estadounidenses en la prisión de Abu Ghraib, donde los muros de esa cárcel claman tristes y horribles historias de los prisioneros, pero lo que Nadia nos cuenta no es una “Historia”… es la “Verdad”.

Nadia relató su historia al periódico Al-Wassat:

“Estaba de visita en casa de un pariente y nos asustamos mucho cuando las fuerzas ocupantes estadounidenses asaltaron la casa buscando armas y después nos arrestaron a todos.

Traté inútilmente de convencer al traductor que acompañaba a la patrulla estadounidense, sin éxito alguno, de que yo sólo estaba allí de visita. Grité, supliqué y me desmayé de la intensidad del miedo que sentía durante el camino hacia la prisión de Abu Ghraib. Me confinaron aislada en una celda oscura y sucia pero yo confiaba en que me liberarían una vez que la investigación demostrara que yo no había cometido delito alguno”.

Con lágrimas deslizándose por sus mejillas, que expresan su sinceridad y el horror de todo cuanto había sufrido, Nadia añade:

“El primer día fue muy duro, no estaba acostumbrada al desagradable olor de la celda, que también era húmeda y oscura, y el temor se había adueñando rápidamente de mí. Las risotadas de los soldados afuera me hacían sentir más miedo. Estaba aterrada, no sabía lo que querían de mí, por primera vez en mi vida sentí que estaba metida en una situación muy complicada, que estaba entrando en un mundo de fuerzas desconocidas del que no sabía cómo iba a poder salir.

En medio de todo ese marasmo de sentimientos, escuché una voz de mujer con acento árabe, una soldado del ejército de ocupación estadounidense. Decía: ‘No creo que los traficantes de armas en Iraq sean mujeres’.

Cuando hablé para explicarle las circunstancias del incidente empezó a golpearme salvajemente. Yo gritaba ‘¡Dios mío, soy inocente, soy inocente!’. Después la soldado empezó a maldecir y a jurar y a insultarme con palabras que yo no creía que podría oír en toda mi vida bajo ninguna circunstancia; después empezó a burlarse, a decir que me vigilaba por satélite durante todo el día y que la tecnología estadounidense podría rastrear a sus enemigos incluso dentro de sus dormitorios. Y entonces se rió diciendo: ‘Te estaba vigilando hasta cuando hacías el amor con tu marido’. Le contesté confundida que yo no estaba casada. Me estuvo golpeando durante una hora y me obligó a beber un vaso de agua. Más tarde supe que habían mezclado un fuerte sedante y no pude despertarme hasta pasados dos días en que me encontré desnuda en la celda. Supe inmediatamente que había perdido algo que nada en la tierra podría devolverme, que me habían violado.

Me puse histérica y empecé a dar golpes con la cabeza contra la pared, entonces entraron cinco soldados a los que ella dirigía y empezaron a golpearme y a violarme, riendo en medio de una música estridente. Los días pasaban y las violaciones se repetían casi a diario y cada vez inventaban nuevas formas más brutales que las anteriores.

Después de casi un mes, un soldado negro entró en la celda y me arrojó dos prendas del uniforme estadounidense y me dijo que me las pusiera con un roto acento árabe. Después me metió una bolsa por la cabeza y me llevó a unos baños con caños de agua fría y caliente y me dijo que me lavara, cerró la puerta y se fue.

A pesar de todo el agotamiento y el dolor, a pesar de la enorme cantidad de heridas que tenía por todo el cuerpo, me puse a lavarme, pero antes de que hubiera acabado, el soldado negro volvió a entrar en la ducha, me quedé aterrada y le tiré el barreño a la cara, su respuesta fue terrible… Me violó cruelmente y me escupió en la cara y regresó acompañado de otros dos que me llevaron arrastrándome hasta mi celda, y así continuaron tratándome… violándome decenas de veces al día hasta acabar con mi salud”.

Nadia prosigue, revelando las atrocidades sufridas por las mujeres iraquíes en las prisiones:

“Después de más de cuatro meses, llegó una soldado y supe, al oír a los otros, que su nombre era Mary. Ella me dijo: ‘Hoy tienes una oportunidad de oro… oficiales de alto rango van a visitarnos, y si les tratas bien… puede que te liberen, especialmente porque estamos seguros de tu inocencia’.

Yo le dije: Si estáis seguros de mi inocencia, ¿por qué no me dejáis libre?

Ella me gritó muy nerviosa: ‘La única forma de que te asegures de salir de aquí es que cooperes con ellos’.

Me llevó a los baños y me vigiló mientras me lavaba sujetando un grueso palo con la mano y golpeándome cada vez que me negaba a cumplir sus órdenes. Después me dio una caja con cosméticos y me advirtió que no llorase para no estropear el maquillaje. Me llevó hasta una pequeña habitación en la que sólo había una cama y volvió una hora más tarde con cuatro soldados que llevaban cámaras. Me arrancó la ropa a la fuerza y empezó a atacarme como si ella fuera un hombre, escuché las risas de los soldados y una música muy alta.

Los cuatro soldados estuvieron tomando fotografías de todas las situaciones por las que ella me obligó a pasar, me enfocaban a la cara diciéndome que sonriera o que ella me mataría. Ella le cogió la pistola a uno de los soldados y disparó cuatro balas que me rozaron la cabeza y juró meterme la quinta entre los ojos. Después, los cuatro soldados me violaron hasta que perdí el conocimiento y me encontré de nuevo en la celda con marcas de uñas, dientes y quemaduras de cigarrillos por todo el cuerpo”.

Nadia interrumpe su historia, deja que las lágrimas se liberen de sus ojos y continúa:

“Un día después, Mary vino a decirme que había cooperado y que me dejarían libre, pero después de que viera el video que habían grabado. Tuve que contemplar espantada el video y ella no paraba de decir: ‘Dios te ha creado para que nos divirtamos’. En ese momento sentí tanta rabia que me lancé contra ella a pesar de todo el miedo que sentía, la habría matado, pero los soldados se interpusieron. Todos empezaron a pegarme. Después de aquello, ninguno se acercó a mí durante un mes y pasé el resto de mis días en rezándole a Dios para que me salvara de ese lugar.

Un día, Mary volvió con un grupo de soldados y me devolvió las ropas que yo llevaba cuando me arrestaron, me metieron en un vehículo multirruedas y me arrojaron en la autopista de la ciudad de Abu Ghraib con mil dinares (5 dólares). No volví con mi familia, me dirigí a una casa que estaba muy cerca del lugar donde me habían arrestado, tenía miedo de la reacción de mi familia. Decidí visitar a un familiar para que me contara lo que había sucedido en casa durante mi ausencia y descubrí que mi hermano había organizado un funeral por mí hacía más de cuatro meses y que para él era como si estuviera muerta. Comprendí que el cuchillo del honor me esperaba. Me fui a Bagdad y una buena familia me acogió en su casa, donde trabajé para ellos como criada y niñera de sus hijos”.

Nadia estalla con gran dolor y amargura:

“¿Quién va a ayudarme para que cicatricen mis heridas? ¿Quién me devolverá mi virginidad? ¿Qué culpa tuve yo en todo lo que me sucedió? ¿Qué culpa tenían mi familia y mi tribu? Y llevo un niño en mi vientre y no sé quién es el padre...”

Ahora tienen derecho a saber qué ha sido de ella. Nadia decidió convertirse en combatiente... convertirse en suicida-bomba, inmolándose en medio de una patrulla estadounidense en Abu Ghraib, el lugar donde la habían masacrado. ¡Qué Dios lleve la paz a su alma y la acoja con amor en su inmenso Paraíso!

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