Guatemala: ¿continúan las adversidades?

Prensa Latina
04/06/10

El volcán Pacaya está "calmado", entre comillas porque hoy siguen las emanaciones de ceniza y la población recibe el consejo de salir al descampado protegida por mascarillas.

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Ya no es tan visible como hace exactamente una semana cuando ese coloso desencadenó su furia desde sus dos mil 552 metros sobre el nivel del mar y ubicado a unos 50 kilómetros al sur de esta urbe.

El aeropuerto internacional La Aurora -cerrado durante cuatro días- las vías, autos, parques, jardines y cuanto fuera al aire libre quedaron anegados por una mal llamada arena, pero tangible así, al unirse el polvo volcánico con las lluvias constantes.

Aplacado nada más el Pacaya, pero con la dificultad de las fuertes precipitaciones pluviales de la tormenta tropical Agatha, miles de personas se lanzaron a retirar esa mezcla negra, molesta, que dio un aspecto lúgubre a la ciudad.

Después Agatha se desvaneció en tierra firme -sus trágicas secuelas son otra historia- las nubes quedaron exhaustas, aunque siguieron tapando la luz solar, y entonces vino algo tan o más malo: la ceniza se secó y ahora el polvo intoxica el ambiente.

Todavía hoy se escucha el sonido de palas, barredoras y demás medios para despejar lo más rápidamente posible la capa malévola.

Esa acción parece estéril ante la persistencia del Pacaya en desesperar a los capitalinos y otros pobladores en su radio de influencia, porque la ceniza sigue cayendo, de manera más sutil, pero preocupante al fin.

Por eso las autoridades del ministerio de Salud y Asistencia Social y la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres aconsejan el uso de las mascarillas para evitar la peligrosa contaminación del sistema respiratorio.

Pero la piel y los ojos quedan expuestos al riesgo de alergias, erupciones y quién sabe cuántas afecciones más por ese material repleto de sustancias dañinas al ser humano solo por contacto y aspiración.

Quienes se expongan por largos periodos a la malevolencia del ambiente podrán presentar síntomas como disfonía y dolor de garganta, conjuntivitis e irritación de córneas, dermatitis y males gastrointestinales.

El cono volcánico sigue activo, continúa la expulsión y, por si fuera poco, a partir de la noche pasada tímidas lloviznas volvieron a aparecer, para precipitar consigo esas partículas que emponzoñan a la población.

Porque hay pronósticos del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología sobre el ingreso de una onda del este procedente de El Salvador, con la posibilidad de favorecer chubascos desde este jueves, aunque no lleguen al rango tormentoso.

Así que los paraguas guardados cuando Agatha se esfumó saldrán nuevamente a relucir y darán a las personas un toque pintoresco junto a los importantes tapabocas-narices.

Aspecto hasta cómico si no fuera por la desgracia sufrida por los guatemaltecos en tan pocos días, golpeados -pero no vencidos- por las fuerzas de la naturaleza.

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